Fue espectacular e inolvidable el impacto emocional que la noticia del incendio supuso para todos nosotros, en especial para los habitantes de París, que en las calles que conducían a la catedral lloraban, rezaban y entonaban himnos, aplaudiendo a cada coche de bomberos que se sumaba a la extinción. El mundo entero se solidarizó y, a las 48 horas, las campanas de todas las catedrales de Francia y varias europeas tañeron a la vez. Pero, ¿a qué se debía esa conmoción? Hay que regresar al principio, a un amanecer, a una gran luz surgida en la Edad Media.