Fernando III y la conquista de Sevilla
Fernando III, artífice de la unión dinástica de las coronas de León y de Castilla (separadas tras la muerte de Alfonso VII) llevó a cabo una intensa campaña militar que culminó con la toma de Sevilla
Fernando III, artífice de la unión dinástica de las coronas de León y de Castilla (separadas tras la muerte de Alfonso VII) llevó a cabo una intensa campaña militar que culminó con la toma de Sevilla
La historia del Reino de Asturias desde sus brumosos orígenes tras la conquista árabe de la península ibérica en el año 711 fue la de un lento pero constante crecimiento en el que algunos de los hitos más importantes los marcaron los tres primeros monarcas en llevar el nombre de Alfonso. El primero de ellos gobernó entre los años 739 y 757 y fue el que inició una política expansiva por el valle del Duero y una repoblación de parte de su reino con mozárabes procedentes de las zonas conquistadas por los musulmanes. Y del tercer rey de nombre Alfonso ya se trató extensamente en un artículo en el número 23 de esta revista. Quien nos ocupa hoy es Alfonso II, conocido con el sobrenombre de «el Casto», un monarca que tuvo complicadísimo acceder al trono, cuyo reinado fue no menos complicado y que sentó las bases de alguna de las señas identificativas del Reino de Asturias, que pasarían luego al de León y al de Castilla.
Aunque uno y otro gobernaron sobre territorios de extensión muy inferior a la de las actuales Inglaterra y España, y que no se denominaban así, Alfredo de Wessex y Alfonso III de Asturias son dos monarcas de capital importancia en la historia medieval inglesa y española, respectivamente. De hecho, este es el motivo del primer paralelismo histórico entre ambos reyes: Alfredo es conocido con el sobrenombre de el Grande, mientras que a Alfonso III se le denomina el Magno. Pero las coincidencias entre uno y otro no se limitan a esta simbólica cuestión, sino que alcanzan otros aspectos muy significativos.
La historia está repleta de momentos en los que un suceso imprevisto o casual originó un cambio en el curso de los acontecimientos, que implicó que se alterase de manera radical el devenir histórico de un país o incluso del orden mundial. Si hubo un caso en el que se conjuntaron un cúmulo de circunstancias imprevistas para cambiar el curso de la historia de un reino, ese es, sin duda, el del nacimiento de la dinastía Tudor.
La reciente emisión en La 2 de TVE de la segunda temporada de la serie televisiva de la BBC «The Hollow Crown» («La Corona Vacía»), adaptación de las obras de Shakespeare que narra los últimos años de reinado de la dinastía Plantagenet y la subida al trono de los Tudor, ha vuelto a poner de actualidad al villano por excelencia de la obra de Shakespeare, Ricardo III, magistralmente interpretado por Benedict Cumberbacht.
Cuando se habla del nacimiento del cisma anglicano y la ruptura de la Iglesia de Inglaterra con Roma, siempre surgen dos cuestiones: la primera es si este cisma fue algo que nació sin más de la noche a la mañana y por el capricho de Enrique VIII de divorciarse de Catalina de Aragón y casarse con Ana Bolena; la segunda es cómo pudo imponerse esta nueva situación a una población mayoritariamente católica y si los ingleses aceptaron sin reservas la imposición del anglicanismo. Esteartículo tratará, concisamente, de dar respuesta a ambas preguntas, comenzando con los antecedentes que en el país británico pudieron crear el caldo de cultivo del cisma, siguiendo por su consolidación y terminando con los intentos de los católicos de revertir la situación y devolver a Inglaterra a la obediencia a Roma.
Además de la invasión normanda del año 1066 que terminó con la monarquía sajona en Inglaterra, en la Edad Media hubo más expediciones militares procedentes del continente que pretendían, y en varias ocasiones consiguieron, destronar al monarca inglés reinante. Esta es la historia de las «otras invasiones» de Inglaterra.
En diciembre de 1154, Enrique de Anjou fue coronado en Westminster como rey de Inglaterra con el nombre de Enrique II, dando origen así a la dinastía de los Plantagenet, que gobernaría Inglaterra y parte de Francia durante más de trescientos años. Le acompañaba su mujer, uno de los personajes más extraordinarios de la Edad Media: Leonor de Aquitania.