Siempre y cuando se cumplieran las obligaciones establecidas, la convivencia fue generalmente buena incluso con las zonas del interior, las más refractarias a la dominación dado su escaso contacto con otros pueblos foráneos, tales como los fenicios y los púnicos (hecho al que sí estaban secularmente acostumbradas las poblaciones marítimas) y que, por tanto, vinieron a ser las más problemáticos en asumir la nueva condición de provincia del Imperio. De esta forma, en buena parte de la isla mantuv...
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