Tras la invasión soviética del este de Polonia en 1939, cientos de soldados polacos fueron deportados a campos en el interior de la Unión Soviética, que en aquel momento también incluía Irán y las estepas de Asia Central, hasta que en 1942 Stalin accedió a su liberación y los soldados polacos, bajo la bandera del llamado Ejército de Anders (por su comandante, Władysław Anders), se trasladaron desde Irán hacia el Líbano y Palestina. Por el camino, los hombres compraron un cachorro de oso a un chico iraní, que lo había encontrado desnutrido después de que su madre fuera abatida por cazadores, y fue adoptado por los hombres de la 22.ª Compañía de Suministros de Artillería, parte del 2.º Cuerpo Polaco, y bautizado Wojtek (pronunciado /voi-tec/, abreviatura polaca de un nombre que significa ‘soldado feliz’).
Fue como si los soldados hubieran sido padres, aunque unos padres un tanto despreocupados. Wojtek fue criado como si fuera uno más del batallón, bebiendo biberones de cerveza, que se convertiría en su bebida favorita, desayunando café y aprendiendo a fumar los cigarrillos que los polacos le suministraban. También aprendió a caminar sobre dos patas, imitando a sus compañeros, y a saludar a la manera militar, así como a dormir con sus compañeros cuando hacía frío, convirtiéndose muy rápido en la mascota de la 22.ª Compañía.
Cuando el Ejército de Anders se trasladó a Italia a luchar junto a los británicos, los buques ingleses prohibían el transporte de mascotas, por lo que los polacos decidieron nombrar a Wojtek sargento, con su propio salario y número de serie, y así sortear el problema. Una vez en Italia, Wojtek participó activamente en la batalla de Monte Cassino (enero-mayo de 1944), moviendo cajas de munición para la artillería aliada, que trataba de alcanzar Roma. La ayuda de Wojtek a los soldados le valió el ascenso al rango de cabo.

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Al acabar la Segunda Guerra Mundial, Wojtek, junto con el resto de la 22.ª Compañía, se trasladó a Reino Unido y luego al zoo de Edimburgo, donde pasó el resto de sus días hasta morir en diciembre de 1963 a los veintiún años. Wojtek tuvo una de las vidas animales más ajetreadas y memorables de la historia, especialmente debido al impacto que tuvo en el desarrollo de ciertas batallas de la Segunda Guerra Mundial y al símbolo indeleble en el que se convirtió para el imaginario popular polaco.