Los estilitas: los ermitaños que vivían sobre columnas

Los ermitaños no nos son desconocidos; España está plagada de ermitas en las que, siglos atrás, hombres santos se apartaron del mundanal ruido para vivir de forma ascética y austera.

En muchas ocasiones, ese comportamiento se nos puede antojar extraño, y más de una vez se los ha utilizado como recurso humorístico; pensemos en el ermitaño que había hecho un voto de silencio en la película La vida de Brian. Sin embargo, hubo ermitaños mucho más curiosos que llevaron su voto de ascetismo bastante más lejos que una simple ermita: los estilitas.

Merece la pena detenerse a analizar la etimología de estas palabras: ermitaño viene del griego eremos, que significa ‘del desierto’, y precisamente en los desiertos de Siria surgieron numerosos movimientos ermitaños y ascéticos – uno podría pensar que precisamente esas condiciones desérticas animaban a ello. Y estilita viene, atención, del griego stylos, que significa ‘columna’. Esto no es algo gratuito, puesto que los estilitas llevaban a cabo su retiro ascético sobre columnas en medio del desierto. Si eso no es una verdadera penitencia, que baje Dios y lo vea.

El primer estilita conocido, posiblemente el fundador del movimiento, fue Simeón el Estilita, un habitante de la provincia romana de Cilicia que, desde muy joven, fue un fervoroso creyente, y a los dieciséis años entró en un monasterio para dedicar su vida a Dios, aunque fue adoptando actitudes cada vez más extremas que sus compañeros monacales no vieron con buenos ojos, hasta que, en el año 423, cerca de la antigua ciudad de Telanisa, en la actual Siria, se subió a un pilar para huir de los fieles que acudían a él en busca de consejo y pasó allí los restantes treinta y siete años de su vida. La columna tenía unos tres metros de altura y una pequeña plataforma donde Simeón vivió; le pasaban comida mediante un sistema de poleas desde el suelo o enviando a niños de una aldea cercana para que escalaran el pilar. 

Simeón el Estilita el Viejo y Simeón el Joven sobre sus columnas en un icono italiano de 1699. Fuente: Wikimedia Commons. 
Iglesia de San Simeón el Estilita, en Siria. La roca central marca el lugar donde estuvo su columna. Fuente: Wikimedia Commons. 

Fue una estrategia un tanto contraproducente, pues Simeón continuó dando sermones desde lo alto de su columna, por lo que su fama no hizo más que aumentar; el propio emperador Teodosio II lo admiraba enormemente. A su muerte, en el año 459, fue enterrado cerca del pilar que se había convertido en su hogar, y a lo largo de los siguientes cien años muchos religiosos siguieron su ejemplo, como Daniel el Estilita (409-453) o Walfredo de Lombardía, que en el siglo VI pasó veinte años sobre una columna en la diócesis romana de Tréveris, en Alemania. 

Placa votiva siria en honor a san Simeón. Fuente: Wikimedia Commons. 
Pilar de Katskhi en Georgia, con la casa del estilita Maxime en la cima. Fuente: Wikimedia Commons.

Sin duda, los estilitas son uno de los ejemplos más curiosos de ascetismo cristiano y parecen algo sacado de una novela, pero no son tan lejanos como podríamos creer: sin ir más lejos, Maxime Qavtaradze, un monje ortodoxo georgiano, ha vivido los últimos veinte años (y ahí sigue) sobre un pilar natural, llamado Pilar Katskhi, en Georgia, apartado del mundo. Ni el ascetismo ni el fervor religioso son algo del pasado, aunque, muchas veces, se manifiestan de formas cuanto menos inesperadas.

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