La confluencia de españoles, ingleses y franceses, y el desarrollo de su propia cultura criolla han dado a Nueva Orleans un poso cultural que del que pocas ciudades en Estados Unidos pueden presumir. Esto tiene aspectos positivos, pero también muchos negativos: la sombra del infame Jack el Destripador, que actuó en Londres a finales del siglo XIX, es alargada, y Nueva Orleans también tuvo que sufrir a un asesino en serie que dejó su impronta en la ciudad.

El llamado hachero de Nueva Orleans (Axeman of New Orleans) fue un asesino en serie que, entre mayo de 1918 y octubre de 1919, dejó seis víctimas mortales y otros tantos heridos. Al contrario que Jack el Destripador, las víctimas del hachero no eran prostitutas, sino mayormente inmigrantes italianos, aunque parecía tener una predilección por atacar a mujeres y los hombres solían ser daños colaterales. Su modus operandi solía ser colarse en las casas de sus víctimas por la noche, cuando estos dormían, y atacarlos en sus camas con un hacha o un objeto cortante que, curiosamente, solía pertenecer a las víctimas. En todos sus ataques, el arma empleada fue abandonada en casa de la víctima, y el robo se descartó rápidamente porque el hachero nunca se llevó nada consigo. Se pensó que podía tratarse de crímenes de naturaleza sexual o incluso de mafias italianas, pero sus motivos nunca quedaron claros.
El primer crimen fue, sin duda, el más virulento de todos. Joseph Maggio y su esposa Catherine Maggio fueron asesinados con nocturnidad y alevosía: el hachero los degolló con tanta fuerza que Catherine por poco no fue decapitada, y, ensañándose, el hachero les abrió la cabeza a golpes. Varios intentos más de asesinato, frustrados todos ellos, dieron cierto renombre al hachero y crearon un pánico generalizado en Nueva Orleans, especialmente una vez los supervivientes de los ataques vieron que podían sacar tajada al vender sus testimonios a los periódicos. Otras víctimas fueron una niña de dos años, cuya madre fue atacada de noche y, aunque esta sobrevivió, la pequeña no; y otro inmigrante italiano, Mike Pepitone, cuyo cuerpo fue descubierto cubierto de sangre con graves heridas en la cabeza.

Tan misteriosamente como llegó, desapareció. La identidad del hachero nunca fue descubierta y continúa siendo una leyenda urbana de Nueva Orleans, algo que muy posiblemente le complaciera: siguiendo el ejemplo de Jack el Destripador, el 13 de marzo de 1919 el hachero envió una carta a diversos periódicos, encabezada: «Desde el infierno más ardiente, 13 de marzo de 1919; Estimados mortales de Nueva Orleans: el hachero. Nunca me han cogido y nunca lo harán». En esta misiva, el hachero prometía volver a matar a medianoche el día 19 de marzo, pero prometía perdonar la vida a aquellos presentes en cualquier sitio donde se estuviera tocando jazz.

Los bares y los garitos de Nueva Orleans nunca estuvieron tan llenos como aquella noche.