Y se han vertido ríos de tinta sobre las distintas pruebas que en ellos se desarrollaban, la cultura deportiva griega y su pervivencia hasta hoy. Pero ¿alguna vez os habéis parado a pensar en la relación entre los Juegos y el calendario? ¿Sabíais que se emplearon como medida de tiempo y que los Juegos y las olimpiadas no son lo mismo?
Decir que la forma que tenían los griegos de organizar sus calendarios era un caos es quedarse corto: puesto que el mundo griego no era una unidad política, cada polis o ciudad-Estado tenía su propio calendario, por lo general numerado según el arconte epónimo de la ciudad (este era un alto cargo político que se renovaba de forma anual). Es decir, en inscripciones de documentos oficiales griegos, nos podemos encontrar cosas como «Cuando Fulanito era arconte», y eso nos tiene que bastar para datar el texto. Fácil, sencillo y para toda la familia, ¿verdad?
Gracias a Zeus, en época helenística, es decir, con Alejandro Magno, en torno al siglo III a. C., sí que encontraron un criterio común para datar sus documentos, aunque no siempre se utilizara: el de las olimpiadas. ¡Ojo, de las olimpiadas, no de los Juegos Olímpicos! Resulta que el término olimpiada se refiere al periodo de cuatro años que pasan entre unos Juegos y otros. Los primeros Juegos Olímpicos documentados fueron en el año 776 a. C., por lo que la primera olimpiada fue el periodo comprendido entre el 776 y el 772 a. C. A eso, además, le sumaban la datación del arconte epónimo, para que los pobres griegos se las vieran y se las desearan para saber de qué fecha estaban hablando.
Este sistema de datación con olimpiadas lo inventó un historiador griego llamado Éforo de Cime, al que sin duda debemos mucho, aunque para la época helenística, los calendarios habían cambiado y se habían simplificado, puesto que las polis griegas entraron en declive y el poder se acumuló en manos de los reyes, que dataron los documentos oficiales según los años de su reinado. Aun así, los Juegos Olímpicos continuaron celebrándose hasta el siglo IV d. C., cuando, con el Edicto de Tesalónica del 380, el emperador cristiano Teodosio los prohibió por considerarlos paganos. Hasta entonces, la datación olímpica había continuado usándose, puesto que los Juegos, que siempre se habían considerado panhelénicos (esto es, que unían a todos los pueblos de Grecia) eran un punto cultural común para todos los miembros del entonces Imperio romano.
Hoy en día, por suerte para nosotros, tenemos un calendario infinitamente más sencillo y no tenemos que andar recordando qué cargo político estaba en qué año, pero los Juegos Olímpicos (que no las olimpiadas) siguen siendo un punto de referencia en nuestros calendarios, para que todo el planeta disfrute a una de una reunión deportiva con la que los antiguos griegos no habrían podido ni soñar.
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