Sin embargo, la de María no fue la única ejecución sonada que tuvo lugar en la época Tudor. Treinta y tres años antes, la hermana menor de Isabel, María Tudor, ejecutó a la (breve) reina Juana Grey, también conocida como lady Jane Grey, tras un reinado de apenas nueve días.
La sucesión al trono tras la muerte de Enrique VIII no fue del todo sencilla: aunque se había casado seis veces, solo dejó un heredero varón, el enfermizo y protestante Eduardo VI, y cuando a la muerte de este, a los quince años, le sucedió su hermana mayor, la vehementemente católica María Tudor (hija de Catalina de Aragón y nieta de los Reyes Católicos), esta se encontró varios problemas. El principal fue, sin duda, que, aunque tras Eduardo ella era la legítima sucesora al trono, su hermano le había tenido tal enemistad por sus rencillas religiosas que, en su testamento, había nombrado heredera a Juana Grey, bisnieta de Enrique VII, y a su marido, Lord Guilford Dudley. Eduardo se basó en que, puesto que tanto Catalina de Aragón como Ana Bolena (madre de la futura Isabel I) habían sido repudiadas por Enrique VIII, sus hijas debían ser consideradas poco más que bastardas.

Juana, que cuando fue nombrada reina el 10 de julio de 1553 apenas tenía quince años, se había casado con el hijo del duque de Northumberland, un miembro de gran influencia en la corte, que trató por todos los medios de aislar a María Tudor y de que su nuera y su hijo se convirtieran en monarcas de Inglaterra. Sin embargo, el Consejo Privado de la Corona pronto se puso del lado de María, arrestando tanto a Juana como a su marido y a su suegro el 19 de julio; aunque el duque de Northumberland fue ejecutado de forma sumarísima, a Juana se le permitió permanecer encerrada en la Torre de Londres. Es posible que María Tudor le hubiera mostrado clemencia si no hubiera sido porque, azuzado por el conflicto religioso católico-protestante que dividía Inglaterra, el pueblo comenzó a ponerse cada vez más de parte de Juana, y la nueva reina la consideró una amenaza.
Juana fue acusada de haber usurpado el trono y de haberse investido con el poder real sin la legitimidad para ello, y la participación de su padre, Henry Grey, en un último intento de frenar el matrimonio de María Tudor y Felipe II de España y de liberar a Juana sellaron su sentencia de muerte. El 12 de febrero de 1554, Juana fue ejecutada en la Torre de Londres.
Juana Grey se convirtió en una mártir de la causa protestante en la Inglaterra Tudor, que fue un problema constante a lo largo de los reinados de María I e Isabel I, y ha pasado a formar parte de la cultura popular británica como una figura trágica y casi santificada, aunque muchas veces olvidamos que, a su muerte, no era más que una joven de dieciséis años.