Ignacio Zuloaga y las brujas de San Millán

Segovia es una ciudad tranquila. Al contrario que otras localidades históricas de nuestro país, nunca ha registrado sangrientas batallas, truculentos asesinatos o leyendas urbanas de las que ponen los pelos como escarpias.

Pero es que a veces basta con la propia imaginación para hacer de un sitio un lugar de leyenda, y eso es lo que le ocurrió a Zuloaga con el barrio de San Millán, ahora más conocido como el barrio de las brujas.

En realidad, lo que he dicho no es exactamente cierto. Sí que hubo un asesinato truculento en Segovia, aunque anda más cerca de la leyenda que de la realidad. El barrio de San Millán, fuera del casco antiguo de la ciudad, fue históricamente una de las partes más pobres y destartaladas de Segovia, descrito en 1915 por Julián María Otero como lleno de «plazas irregulares y calles laberínticas, cuestas y escalinatas, rincones y encrucijadas. Todo desierto, todo silencioso». Sin embargo, entre las casitas menos afortunadas, algún noble terrateniente decidió levantar su palacete: fue el caso de los Ayala-Berganza, que construyeron allí su palacete y vivieron en él hasta que, cuando la economía de la ciudad decayó con la Revolución industrial, lo abandonaron, y el edificio cambió numerosas veces de manos. Cuenta la leyenda que, el 30 de mayo de 1892, Alejandro Bahín, a la sazón dueño del palacete, y su sirvienta fueron asesinados brutalmente por tres ladrones que se colaron para robar todas las joyas y el dinero que pudieran. El crimen conmocionó a Segovia, que, como hemos dicho, era por lo demás una ciudad tranquila, y los ladrones fueron arrestados y condenados a morir por el garrote vil. 

Vista del barrio de San Millán en la actualidad, con la iglesia de San Millán en el centro. Fuente: Wikimedia Commons.

Sin embargo, la justicia terrenal importó poco a los espíritus de las dos víctimas, y se dice que desde entonces el edificio está encantado y que por la noche se pueden escuchar pisadas y gemidos por los pasillos, y sobre todo en la habitación en la que se cometió el crimen. Estos rumores sin duda llegaron a oídos de Zuloaga, pintor vasco de renombre internacional que vivió y trabajó en Segovia durante una temporada (de hecho, incluso compró el castillo de Pedraza para instalarse allí). Parece ser que Zuloaga, que no se creía las leyendas de la casa Ayala-Berganza, insistió en pasar allí la noche, y al escuchar un murmullo de voces durante las altas horas de la madrugada, se asomó a una ventana, sin darse cuenta de que, por la propia configuración del barrio, el palacete daba a un patio interior compartido con más viviendas, y allí sorprendió a un grupo de mujeres que, sin duda ofendidas por tan repentino mirón, lo fulminaron con la mirada.

Castillo de Pedraza, donde Zuloaga instaló uno de sus talleres. Fuente: Bodas.net.

Así nació el cuadro de Las brujas de San Millán, pintado en 1907, con el contraste de luces y sombras al que el pintor nos tiene tan acostumbrados. ¿Eran brujas de verdad aquellas mujeres? Parece poco probable, pero las leyendas urbanas se extienden como el fuego y por este cuadro al barrio de San Millán se lo conoce popularmente como el barrio de las brujas, y es uno de los destinos más populares de Segovia para aquellos que buscan un turismo un poco más… sobrenatural.

Las brujas de San Millán, de Ignacio Zuloaga (1907). Fuente: Wikimedia Commons.
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