Pero ¿cuándo aparecieron las primeras gafas? ¿Os imagináis a un romano con gafas? ¿Y a un italiano renacentista? ¿Desde cuándo existe este aparato que tantos ojos ha salvado?
En efecto, los romanos no llevaban gafas. Sí que conocían las lupas, sin embargo, como nos cuenta Ptolomeo en su Óptica, que fueron refinadas por los árabes Ibn Sahl y Alhacén, pero no fue hasta el siglo XIII que tenemos la primera instancia registrada de un usuario de gafas: Roger Bacon, un fraile franciscano y filósofo inglés al que se conoció como Doctor Mirabilis, el doctor milagroso.
La primera fabricación comercial de gafas se realizó en Pisa a partir del año 1290, pero la industria pronto se trasladó a Venecia, donde se comenzó a utilizar el famoso cristal de Murano para las gafas y hubo una verdadera fiebre por aquel novedoso producto que permitía volver a ver en alta calidad lo que los ojos cansados y envejecidos no podían de forma natural. El propio poeta Petrarca comentaba en una de sus cartas que estaba muy orgulloso de no haber necesitado gafas hasta los sesenta. Al principio, las lentes no eran más que lupas, hasta que Johannes Kepler, en 1604, logró explicar la utilidad de cristales cóncavos para la miopía y convexos para la presbicia. Otro desarrollo importante llegó en el siglo XVIII con el inventor estadounidense Benjamin Franklin, que sufría de miopía y de presbicia a la vez e inventó las bifocales.
Las primeras gafas no se sostenían sobre las orejas, como las modernas, sino que se unían por un mango inferior o superior que el usuario debía sostener en todo momento. El diseño moderno de las gafas, tal y como las conocemos hoy, fue creado por el óptico británico Edward Scarlett en torno a 1720, aunque tardó en extenderse y aceptarse; la moda era llevar gafas de tijera o lo que se llamó impertinentes, unas lentes con mango. Ya se sabe que las modas son difíciles de cambiar.
En resumen, las gafas nos llevan acompañando desde hace mucho más de lo que creemos, aunque la tecnología y la ciencia que hay detrás de ellas han cambiado enormemente en los últimos tiempos, con la creación de las lentillas y con las modernas técnicas de láser para corregir defectos y enfermedades oculares. Aun así, son una parte integral de nuestra vida – siempre y cuando no nos las dejemos olvidadas por ahí.