No tenemos que irnos muy lejos para encontrarnos un caso que nos debería ser muy familiar: el de la fragata Mercedes y el litigio de cinco años que causó entre España y Estados Unidos.
La fragata Nuestra Señora de las Mercedes perteneció a la Armada Española durante el siglo XVIII: fue botada en La Habana en 1786 y cubría la ruta comercial entre España y sus colonias en el continente americano. Sin embargo, tuvo la mala suerte de estar en Cádiz durante la batalla del cabo de Santa María, en 1804, cuando, incluso mediando un tratado de paz y sin previo aviso, la escuadra del comodoro británico Graham Moore atacó a la del español José de Bustamante y Guerra. La escuadra española sufrió una derrota sin paliativos, y esta humillación fue la causa última del final de la paz entre España e Inglaterra y de la batalla de Trafalgar. Doscientos cincuenta hombres murieron ese día y la Mercedes se hundió, llevándose consigo un ingente cargamento de oro y plata que había traído de Perú.

La Mercedes permaneció en el fondo del Atlántico hasta mayo de 2007, cuando la empresa cazatesoros estadounidense Odyssey Marine Exploration descubrió el pecio en el golfo de Cádiz. Tras recuperar casi quinientas mil monedas, mayormente reales de a ocho y escudos acuñados por Carlos IV, se las llevaron a Estados Unidos, pero el Gobierno español rápidamente identificó el pecio como el de la fragata Mercedes e inició un litigio por los derechos del hallazgo. Los principales argumentos de la Odyssey fueron que ya desde sus orígenes el oro y la plata de la fragata eran robados a Perú, pero dos fallos inapelables de tribunales estadounidenses dieron la razón a nuestro país, alegando que, en el momento del hundimiento del navío, Perú era territorio español, y obligaron a la compañía a devolver el tesoro, que en 2012 fue depositado en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena.

Sin embargo, la pelea con la Odyssey no acabó ahí: en 2013 se descubrió que sus responsables habían escondido parte del tesoro en Gibraltar para ocultarlo a las autoridades españolas, y también tuvo que ser devuelto; además, se les obligó a pagar dos tercios de los gastos judiciales del proceso por mala fe y deslealtad. Asimismo, el Museo de Cartagena y la Armada han realizado prospecciones posteriores en el yacimiento para salvar lo que quede y han constatado que la Odyssey empleó métodos extractivos que han dañado seriamente los restos de la Mercedes.
Este caso, de rabiosa actualidad, pone de relieve lo necesario que es proteger nuestro patrimonio y la mala praxis que todavía existe en el mundo arqueológico, que, con suficientes malas intenciones, es un filón económico que puede dañar enormemente a nuestra habilidad para entender el pasado.