Actualmente, las lenguas oficiales del archipiélago son el filipino (una versión estandarizada del tagalo) y el inglés, pero ni rastro del castellano. La relación entre España y su colonia filipina empeoró tanto que, una vez independizada Filipinas, se borró toda huella española en las islas. En el proceso de independencia hubo una figura clave que no fue bien recibida en nuestro país: José Rizal.
José Rizal, bautizado como José Protasio Rizal-Mercado y Alonso-Realonda, nació en 1861 y era un ejemplo perfecto del mestizaje étnico y cultural que caracterizaba a Filipinas. Su padre era chino y su madre era china y tagala; una de sus tatarabuelas era hispanotagala. Los apellidos hispanos de que hace gala José Rizal son producto del edicto de 1849 según el cual todos los indígenas filipinos debían escoger apellidos castellanos. Rizal, como podemos ver, se crio en un ambiente de enorme mezcla cultural y de férreo gobierno español, gobierno que, durante sus estudios universitarios en Manila, comenzó a criticar duramente. Curiosamente, aunque inicialmente se formó en Filosofía y Letras, la incipiente ceguera de su madre lo impulsó a cambiar radicalmente de tercio y hacerse oftalmólogo. Rizal llegó a marcharse a Madrid a estudiar esta especialidad y luego ejerció en España y en Alemania.
En España, Rizal se unió a un movimiento estudiantil que inicialmente no pedía la independencia para Filipinas, sino el final del estatuto colonial y que se la considerara una provincia más, con representación parlamentaria e igualdad legal entre españoles y nativos. Tales peticiones no parecían descabelladas, pero habrían significado el final de la hegemonía española sobre Filipinas y las autoridades se negaron. A su vuelta a Filipinas, Rizal fundó la Liga Filipina, que seguiría luchando para conseguir estos postulados, pero las autoridades lo acusaron de subversión y lo exiliaron a la isla de Mindanao. Durante este tiempo, en 1896, en Filipinas comenzó una revolución liderada por el Katipunan, un partido abiertamente independentista fundado por Andrés Bonifacio, y a Rizal se lo acusó de estar involucrado en él y de ser, por tanto, un traidor.
José Rizal fue ejecutado el 30 de diciembre de 1896, a los treinta y cinco años. Pidió que no se le vendaran los ojos y que se le permitiera mirar hacia el pelotón de fusilamiento para así no morir como un traidor (cosa que no se le concedió), y tras su muerte se convirtió en un verdadero icono del independentismo y de la libertad filipina. Su legado es polémico y, aunque es públicamente reconocido como un héroe en Filipinas, hay muchos detractores de su figura que insisten en que fueron otros quienes llevaron el peso de la independencia. Sea como fuere, Rizal ya se ha convertido en una leyenda filipina y permanece de forma indeleble en el recuerdo y en la cultura del archipiélago.