Los tiranos en la Grecia antigua eran personajes bastante parecidos a los reyes, que tomaban el control de una polis o ciudad-Estado en tiempos difíciles y gobernaban de forma autocrática hasta que esas dificultades hubieran pasado. Por supuesto, en la mayor parte de los casos, ese poder absoluto se les subía a la cabeza y acababan convirtiéndose en verdaderos tiranos, pero los griegos no estaban dispuestos a aguantar eso, y muchos tiranos acabaron siendo ejecutados, como fue el caso de Hiparco de Atenas.
Hipias e Hiparco, más conocidos como los Pisistrátidas, eran los hijos de Pisístrato, tirano de Atenas intermitentemente entre los años 561 y 527 a. C. Pisístrato fue uno de los tiranos «buenos», por así decirlo: su gobierno llevó a Atenas a un momento de esplendor cultural y económico, y murió de viejo en su cama, que siempre es buena señal. No fue así con sus hijos. Aunque, a la muerte de Pisístrato, los hermanos se repartieron el poder, fue Hipias quien gobernó Atenas – con bastante mala fortuna, estableciendo un reino de terror que duraría hasta su exilio gracias al esfuerzo conjunto de Esparta y de los Alcmeónidas (la democracia ateniense como la conocemos llegaría entonces con Clístenes, miembro de esta familia). Pero volvamos a Hiparco, el menor de los Pisistrátidas, y a su disoluta vida de gobernador que no gobierna.
El asesinato de Hiparco, en el año 514 a. C., fue el resultado de una mezcla de líos de faldas e ideales políticos. Según nos cuenta Tucídides, Hiparco se había encaprichado de Harmodio, un bello joven ateniense, que ya era amante del más experimentado Aristogitón (en la Grecia antigua, la homosexualidad estaba totalmente normalizada); Harmodio no solo rechazó a Hiparco, sino que además se burló de él, por lo que el tirano se vengó insultando públicamente a la hermana de Harmodio, asegurando que no podía participar en los festivales de Atenea porque no era virgen. Los dos amantes, encolerizados, planearon un ataque sobre Hiparco durante el festival de las Panateneas y cayeron sobre él, asesinándolo a puñaladas, pero, en el caos que siguió, Harmodio fue asesinado por los guardaespaldas de Hiparco y Aristogitón fue capturado, torturado y finalmente ejecutado.


Las efigies de Harmodio y Aristogitón, conocidos como los tiranicidas, fueron esculpidas en mármol y colocadas en el ágora de Atenas como símbolo de la libertad frente a la tiranía y de la democracia. Es una escultura extremadamente vívida, puesto que ambos tiranicidas tienen sus armas extendidas y miran hacia delante, por lo que, si uno la observa de frente, puede sentir, aunque solo sea por un momento, lo que Hiparco debió ver antes de morir a manos de los dos amantes.