‘La vida contada por un sapiens a un neandertal’ de Millás y Arsuaga

‘La vida contada por un sapiens a un neandertal’ (editorial Alfaguara, 2020) nos relata una conversación entre Juan Luis Arsuaga, catedrático de Paleontología, y el escritor Juan José Millás, en la que éste se encarga de levantar acta de las explicaciones que el catedrático, a modo de clases particulares, va transmitiendo al escritor. A lo que Juan José Millás añade toda una carga de ficción que consigue hacer la lectura más entretenida, sin que por ello se resienta la calidad científica de la narración.

En algunos momentos, la obra parecería inspirarse en los Diálogos de Platón, pues a través de ingeniosas preguntas formuladas por Millás (alumno), se consigue una mayor fluidez y capacidad didáctica en las respuestas de Arsuaga (maestro). Igualmente, el tándem formado por los dos autores, nos podría recordar a la pareja Quijote/Sancho. El primero, Arsuaga, con una proyección más visionaria y altiva. Y el segundo, Millás, más en los aspectos cercanos y terrenales (necesidad de comer, de descansar, etc.) y también cómicos. Pero sobre todo, el libro es la historia de un acercamiento personal e intelectual de complicidad que deriva en la amistad. El encuentro entre ambos autores se desarrolla en múltiples escenarios: la Sierra, el Museo del Prado, Ávila, Asturias, parques, cafés y restaurantes madrileños, y también en el inesperado espacio de un sex shop para hablarnos de sexualidad. Aspectos, todos ellos, que consiguen amenizar la lectura introduciendo elementos de comicidad muy de la factura socarrona de Millás.

En esta reseña, en la medida que va dirigida a una revista de divulgación histórica, nos planteamos incidir especialmente en aquellos aspectos del libro más relacionados con la disciplina de la Historia, aunque en este caso sea, sobre todo, de la Prehistoria, si bien se aborda también algún elemento de Historia Antigua de la península ibérica.

Valle de los Neandertales

Nos acercan los autores a la Sierra de Guadarrama, al Valle Secreto, también conocido como Valle de los Neandertales. Zona de roca caliza llena de cuevas y de abundante caza, donde se encuentran yacimientos datados hace 70.000 años. No había sílex, la roca ampliamente utilizada en el Paleolítico por los antepasados de los actuales humanos debido a su gran dureza, pero se apañaban con el cuarzo, menos resistente, al que aplicaban un método de talla conocido como Levallois por la localidad francesa en donde se localizaron los primeros hallazgos de este tipo de talla lítica. Recientemente hemos conocido la interesante noticia de que se va a habilitar próximamente un museo y centro de interpretación del Valle de los Neandertales en la localidad madrileña de Pinilla del Valle (en el valle del Lozoya).

Hoy parece fuera de duda que neandertales y sapiens habrían coincidido en algunas áreas geográficas, e intercambiado diversos materiales, y podrían haber llegado a hibridarse también entre sí, dando lugar a elementos genéticos mezclados, aunque no fuera la norma general.

Lucy

Arsuaga nos descubre que Lucy, nombre que se le dio a los restos del australopithecus encontrado en Hadar (Etiopía) en 1974, tenía el tamaño de un niño actual de unos 3-4 años (medía alrededor de un metro y pesaba unos 30 kg), aunque tenía 20 años de edad. Su pisada bípeda era también como la de un niño (como la huella que puede dejar en la arena de la playa). Y su nombre se debe a que los arqueólogos que la encontraron estaban escuchando la canción de los Beatles escrita por John Lennon Lucy in the Sky With Diamonds («Lucy en el cielo con diamantes»).

Esqueleto de Lucy. Cleveland Natural History Museum (Wikimedia)

En el Museo del Prado

La visita que Millás y Arsuaga hacen al Museo del Prado resulta muy ilustrativa. A propósito de algunas esculturas clásicas, se plantea la cuestión de la homosexualidad de algunos personajes históricos como Alejandro Magno, quien para Arsuaga sería incalificable, pues era considerado en la época casi como un dios. Lo que le lleva a señalar que los griegos inventaron un modelo de cuerpo humano, hasta tal punto idealizado y divinizado, que no se correspondería con la realidad anatómica de la época.

Hay características biológicas que diferencian a hombres y mujeres. Es lo que se conoce como dimorfismo sexual. Algunas tienen carácter secundario, pues no desempeñan tanto una función reproductora como de atracción de cara a la elección de pareja. En el hombre, por ejemplo, la barba y la musculación. En el caso de la mujer señala Arsuaga que, aunque el canon de belleza/atracción ha sufrido más cambios que en el hombre a lo largo de la Historia —y plantea como ejemplos las mujeres que pintaron Durero, Rembrandt y Rubens, hasta llegar a las majas de Goya—, siempre el canon de belleza/atracción estuvo muy relacionado con la fertilidad y, por lo tanto, con una relación entre grasa y musculación mayor que en los hombres, que se manifiesta también en una mayor proporción entre la anchura de la cadera y de la cintura, clave en la conformación de las famosas curvas femeninas como elemento de atracción.

Maja desnuda (1800). Goya. Museo del Prado (Wikimedia).

Bipedismo

Los homínidos empezaron a salir de la selva y adentrarse en la sabana donde podían obtener granos y legumbres y otros frutos con cáscara que les llevó a desarrollar la dentición posterior y la capacidad manipulativa del dedo pulgar oponible y el índice para hacer de pinzas y poder apartar las cáscaras. Además, el acceso a frutos silvestres a cierta altura llevaría al Homo erectus.

Igualmente el acceso a tubérculos, y en general alimentos vegetales que crecían bajo tierra, marcará un importante salto alimentario al acceder a la fécula o almidón (hidrato de carbono) necesario para la actividad cerebral. Posiblemente fueran las mujeres las que irían adquiriendo esta habilidad de recolección bajo tierra, mientras los hombres iban en busca de la caza. Y esta actividad recolectora regular probablemente fuera la antesala de la agricultura que llegó con el Neolítico. Estos productos enterrados pudieron aportar tantas calorías como la caza, aunque su obtención era más regular y previsible.

Para explicar la locomoción bípeda (bipedismo o bipedestación), Arsuaga recurre a la biomecánica. Primero se necesita un centro de gravedad, situado entre el ombligo y el pubis (más o menos a la altura de la hebilla del cinturón). Esto hace que los homínidos (antepasados del hombre con locomoción bípeda) estén diseñados para caminar, y para el equilibrio y estabilidad de la marcha juegue un papel fundamental el fémur, que hace las veces de brazo de la palanca en la locomoción bípeda.

Gibón lar braquiando (Wikimedia).

Los primates, antecedentes de los homínidos, se desenvolvían bien por las ramas de los árboles. Por un lado los monos dotados de una cola prensil y por otro lado los simios de mayor tamaño que practicaban la braquiación o locomoción suspendida para lo que estaban dotados de brazos y manos largas que actuaban al modo de ganchos, y como consecuencia el pecho se aplanaría, una característica que heredarán los homínidos.

Bettones (o vetones)

Los bettones (o simplemente vetones) eran un pueblo prerromano, celta, asentado en torno al Sistema Central (en las actuales provincias de Ávila, Salamanca y Cáceres). A estos pueblos celtas los podemos situar entre la Prehistoria y la Historia Antigua, ya que los celtas no habían alcanzado el conocimiento de la escritura (sí sus vecinos peninsulares íberos), pero conocían y usaban la metalurgia del hierro.

Era un pueblo eminentemente ganadero cuyo ganado pastaba en los prados de montaña y recurrían al pillaje, como hacían también los lusitanos, para abastecerse del grano cultivado en los valles del Duero y del Tajo. No lejos habitaban los carpetanos. De ahí el nombre de cordillera Carpetovetónica para el Sistema Central.

Y no solo los galaicos y otros pueblos celtas próximos que habitaban la actual Galicia y zonas limítrofes construían castros o fortificaciones amuralladas levantadas en la cima de montes o montículos, sino que también lo hacían los vetones, como se puede comprobar en el castro de Ulaca, en la provincia de Ávila, en cuyo interior se agrupaban las chozas donde habitaban estos pueblos celtas.

Localizaciones de asentamiento vetón (Wikimedia)
Asentamiento peninsular pueblos prerromanos (Wikimedia)

También se mencionan los ritos religiosos que practicaban. Ritos que consistían en reverencias y ofrendas de sacrificios animales como respeto hacia su dios, sin que ello implicara una norma de conducta religiosa y de control sobre las personas y la comunidad, como iba a ocurrir sin embargo con las religiones posteriores.

Darwin

Darwin, para formular su teoría de la evolución y la selección natural, se basó mucho en el estudio de la domesticación de animales, donde observó que se practicaba una selección por parte de los domesticadores: los animales mejor dotados para su función eran los que se dedicaban a la reproducción para así mejorar la especie.

Esta idea de selección en el proceso de domesticación la trató de extrapolar al conjunto de la naturaleza, donde también se produce una selección natural entre los animales, sobreviviendo aquellos con mayor capacidad de adaptación.

Con ello Darwin trataba de confrontar científicamente con aquellos que basaban todo en un creador, en un dios, y ponía el acento en la regulación natural de las cosas, donde la muerte desempeñaba un papel fundamental en la evolución de las especies.

Sin duda, Darwin, como explica Arsuaga, era un hombre de su tiempo y con toda seguridad habría leído a Adam Smith, gran teórico clásico del liberalismo económico, y probablemente estuviera influido por su concepción de la «mano invisible que regula el mercado y produce el progreso». Pero también seguramente fue influenciado por Malthus, posterior a Smith, que planteaba que si se favorecía a las familias pobres de clase trabajadora crecería la población más rápidamente que los recursos disponibles, provocando un incremento de la mortalidad por falta de recursos para todos. Malthus, a su manera, defendía una selección social, al pensar que habría un crecimiento limitado de los recursos que iría por detrás del crecimiento de la población. Ya Karl Marx criticó esta teoría malthusiana porque no tenía en cuenta los avances técnicos que permitirían el crecimiento de la productividad, lo que fue finalmente confirmado por el propio desarrollo de la Revolución Industrial que arrancó en Inglaterra.

Darwin hacia 1879 (Wikimedia)

Tal vez, por esa influencia que Darwin tuvo de parte de los primeros economistas clásicos, se hable hoy de «darwinismo social», como señala Millás, para referirse más bien a las tesis maltusianas, dejando a un nivel inferior la aportación que supuso al conocimiento científico su teoría de la evolución —teoría claramente materialista que dejaba a un lado el papel de un dios creador— y que hoy comienza a ser cuestionada por sectores ultraconservadores que con epicentro en los EEUU pretenden que sea expulsada de los planes de estudio para volver a dar relevancia a las teorías creacionistas religiosas.

Neandertales versus sapiens

En un momento dado, Arsuaga viene a decir que la evolución del hombre no la debemos concebir como una línea recta (la marcada por una flecha), sino más bien como el movimiento de una rueda que avanza girando, es decir, dando vueltas de atrás adelante y viceversa.

Esto le lleva a plantearse de nuevo la cuestión de la domesticación en algunas especies animales. Así, el perro, como variante domesticada del lobo, tiene menor tamaño cerebral que su ancestro, y como consecuencia menor agudeza sensorial (olfato, oído, etc.). Igualmente se podría decir de otras especies domesticadas, como la vaca respecto al uro euroasiático.

Y eso nos lleva a la parte, seguramente la más controvertida del relato, en la que según algunos científicos, y Arsuaga lo comparte, el hombre es el producto de la domesticación del neandertal.

El tamaño del cerebro claramente mayor en promedio en los neandertales, dada su mayor capacidad craneal en relación al Homo sapiens y aún mayor todavía respecto al hombre actual, sería un indicativo de esa deriva evolutiva.

¿Pero cómo se consiguió esa domesticación? Y aquí llega la parte verdaderamente más conflictiva de toda la argumentación. Frente a la mayor agresividad que mostraba el neandertal, el Homo sapiens y el hombre actual ha sido el resultado de una autodomesticación, que se ha ido realizando apartando de la especie a los más agresivos a lo largo del tiempo. ¿Y de qué manera? Pues mediante la aplicación de la pena capital que ha ido eliminando a los elementos más antisociales (¡ahí queda dicho para reflexión del lector!).

Evolución humana (Educa.madrid.org)

Podría pensarse que esta teoría sería contradictoria (o quizás no) con la tesis de que el Homo antecessor, cuyos restos datados hace 800.000 años se encontraron en Atapuerca, fuera el tronco común de dos ramas evolutivas de las que salieron los neandertales y los sapiens. Sin embargo, lo que se deduciría de esta concepción apuntada por Arsuaga, sería más bien una única rama evolutiva que habría dado origen a unos (los neandertales) y evolutivamente, en una fase posterior, a los otros (los sapiens), aunque sin embargo pudieron haber vivido simultáneamente e incluso haberse encontrado, llegando a relacionarse sexualmente (hibridación) en algunos lugares (como por ejemplo, el perro sigue existiendo hoy simultáneamente con su ancestro, el lobo).

Sexualidad

Se analizan los rasgos sexuales secundarios —aquellos que tienen que ver con la atracción y la selección de pareja sexual— y los rasgos sexuales primarios —aquellos más relacionados con la reproducción misma—.

A veces resulta complejo —y también controvertido— determinar qué aspectos exteriores de las especies son adaptativos al medio, es decir, ecológicos, y cuáles no lo son y pudieran explicarse por su utilidad de cara a la atracción sexual (es decir, como rasgo secundario).

Incluso para un observador externo no experto en la materia, como el que suscribe, podría dar la impresión de que estos rasgos sexuales secundarios pudieran llegar a convertirse en una especie de «cajón de sastre» donde meter todos aquellos rasgos para los que no hubiera una explicación científica clara (por ejemplo, los ojos achinados de los orientales).

Sin embargo, se presenta mucho más sólida la explicación cuando se abordan los rasgos sexuales primarios de los mamíferos y de los primates en particular: el pene y el escroto (los testículos) en los machos y la vulva en las hembras. Parece que el tamaño de los testículos, vinculado a la producción espermática, tiene mucho que ver con los hábitos sexuales de las especies. Así, por ejemplo, en los chimpancés, considerada una especie promiscua en la que una hembra en celo puede llegar a tener hasta diez coitos con machos diferentes en un mismo día, el tamaño de los testículos es grande porque en esta especie se produce una competencia espermática, pues solo uno de los cientos de millones de espermatozoides logrará fecundar al óvulo de la hembra.

En el otro extremo de los primates estarían los gorilas, una especie polígama en la que un único macho dominante mantiene relaciones sexuales con varias hembras en sus períodos de celo. El hecho de no haber competencia espermática, explicaría el minúsculo tamaño de los testículos.

A mitad de camino entre unos y otros estarían los humanos que, al ser una especie monógama (como tendencia general y habiendo evolucionado en el tiempo), tendrían un tamaño intermedio de los testículos (una nuez frente a un huevo de gallina de los chimpancés).

Esto que dice Arsuaga nos lleva a reflexionar sobre algunas sociedades tribales, como la de los indios iroqueses estudiada en el siglo XIX por el antropólogo norteamericano Lewis Henry Morgan, en las que predominaba la línea materna (matrilinealidad), lo que se debía, según su teoría, a cierta promiscuidad sexual que hacía difícil identificar al padre. Además, la crianza de los niños se hacía por el conjunto de las mujeres en grupo —no en estructuras familiares simples— y sus nombres hacían referencia a su ascendente materno, más que al paterno no tan claramente determinado. Esto lo explica Engels en El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado.

Otro aspecto relevante es que el pene humano, que puede ser en longitud similar al del chimpancés, es el más ancho entre todos los primates, lo que según algunas teorías se podría explicar por el tamaño de la vagina humana mayor también para facilitar el parto, ya que en los bebés humanos el cráneo es mayor que el de los otros primates. Incluso hay teorías —o más bien hipótesis teóricas— que tratarían de explicar por ahí el enigma de la desaparición de los neandertales, por el gran volumen craneal, que habría podido ocasionar muchas muertes femeninas en los partos.

Arte rupestre

Nos adentramos en el mundo del arte rupestre de la mano de Pedro Saura, el creador de la Neocueva de Altamira (una fiel reproducción de la original para preservarla del deterioro por la numerosa afluencia de turistas que la visitan cada año) y la doctoranda Raquel Asiaín.

Nos explican que solo en la región de Asturias, donde estaban trabajando en ese momento, hay 60 cuevas pintadas descubiertas, a las que habría que añadir las no descubiertas aún o las que fueron inundadas por el nivel del mar superior al de hace 14.000 años, época en la que se datan algunas de estas manifestaciones artísticas.

La visita a una cueva descubierta a finales del siglo XX, La Covaciella (en Cabrales, Asturias) con cuatro magníficos bisontes monocromos de color negro, sirve de referente para reflexionar sobre el arte rupestre de la zona, incluido el de Altamira (Cantabria, la «Capilla Sixtina del Paleolítico»). Para aquellos que, como profesores de Secundaria, nos vemos en la necesidad de contar a nuestros alumnos algunos aspectos de la época sin ser expertos, resulta una maravilla poder obtener esta valiosa información directamente de unos verdaderos especialistas. Un lujo.

Bisontes paleolíticos pintados en la cueva de La Covaciella (Asturias) (Wikimedia)

-Así nos enteramos de que la policromía, los rojos que aparecen en los bisontes de Altamira, fue fruto de la casualidad. Estos bisontes fueron pintados sobre unos caballos anteriores (datados unos 4.500 años antes) que tomaron el color rojizo por el óxido de hierro, y el artista posterior mantuvo esa policromía que acentuaba el carácter realista de los mismos. No obstante, los nuevos hallazgos hacen que todas estas teorías sean relativamente inestables y tengan que ser revisadas constantemente.

-Se habla de un autor único para todos los bisontes de Altamira (y otros de cuevas cercanas), además varón por la altura (envergadura de sus brazos estirados) para poder realizar los trazos del dibujo. Este artista u otros similares se desplazaban por diferentes cuevas como verdaderos profesionales de la época.

-Los artistas hacían un grabado previo en la roca de más de un dedo de anchura con sílex, sobre el que pintaban y lo hacían «a la prima», sin posibilidad de rectificación pues el surco ya estaba hecho. Utilizaban un carbón específico, de pino, con el que pintaban el surco del grabado con gran habilidad y posiblemente de un solo trazo. El efecto de la humedad provocó que las líneas se carbonataran y quedaran fijadas a las paredes y techos.

-Lo que no llega a saberse con precisión es cuál era la función de estas pinturas. Probablemente no eran un arte meramente decorativo realizado para perdurar en el tiempo —como podría indicar el hecho de que se pintara encima de otras pinturas anteriores— aunque tampoco se puede descartar del todo. Quizás fueran más bien un arte propiciatorio para la caza o tal vez un rito de fertilidad. O todo al tiempo. No se sabe con seguridad.

-Se sabe que los sapiens eran coquetos, se pintaban el cuerpo, se hacían pulseras, colgantes, collares, para lo que utilizaban a veces el marfil.

-También se sabe que tenían una alimentación variada, que estaban moviéndose de un lado a otro (eran nómadas) y que tenían un cerebro de mayor tamaño que el actual del hombre. Y eran tan inteligentes o más que nosotros.

Pinturas realistas versus pinturas esquemáticas

Continúa la reflexión en relación a las pinturas rupestres, experimentando sobre su grado de complejidad al tratar de ser reproducidas en papel por niños de una escuela, de 9 años de edad.

Detalle pintura neolítica cueva de los Moros. El Cogul. Museo de Gavà (Wikimedia)

Los bisontes paleolíticos de Altamira o los de La Covaciella de hace unos 14.000 años resultan de difícil reproducción para los niños, pero lo mismo va a ocurrir con un ciervo posterior de composición más esquemática.

Según nuestros conocimientos no especializados, por lo que sabemos y explicamos a los alumnos, este tipo de figuras más esquematizadas corresponden a épocas más posteriores, al Mesolítico (período de transición del Paleolítico al Neolítico) o al Neolítico mismo, y han aparecido, más que en cuevas, en abrigos rocosos menos profundos, y los asimilamos a pinturas de factura rápida realizadas mientras quizás se cobijaban al salir en busca de la caza en una época en la que se comenzaban a dar formas de sedentarismo vinculado a la agricultura y a la domesticación de animales. Como magnífico ejemplo tendríamos las pinturas de las cuevas de El Cogul en Lérida.

El círculo se cierra con la presentación de una pintura de un oso de la cueva francesa de Chauvet, de datación anterior a los bisontes paleolíticos del norte peninsular, y que es de todas las pinturas la más realista. Por lo tanto, se confirmaría que, frente a la lógica o el sentido común, la perfección y realismo en la ejecución no fue evolucionando de menos a más en la Prehistoria, sino más bien al revés. Posiblemente por la explicación dada en el párrafo anterior.

Oso y pantera paleolíticos en la cueva de Chauvet (Wikipedia)

Volviendo a los niños del colegio, de 9 años de edad, nos señala Arsuaga que solo en el humano se da un crecimiento tan dispar entre la maduración del cerebro, que con 9 años ya ha podido alcanzar un 95% de su plenitud, y el tamaño del cuerpo, que en unos pocos años se va a duplicar, constituyendo una etapa, la pubertad, de un cambio biológico tan rápido que no tendría parangón con ninguna otra especie entre los mamíferos, en los que el desarrollo se produce de forma más gradual.

Neolítico

Interesantísima reflexión sobre el Neolítico alrededor de un cocido madrileño: un guiso basado en legumbres y vegetales cultivados, con porciones de animales domesticados, cuya ingesta requiere que sean cocinados al fuego, ya que buena parte de sus ingredientes no se pueden tomar crudos, y para ello se necesita un recipiente, «un puchero», en la época de cerámica (barro cocido). Nos presenta así, ante un cocido, buena parte de los elementos que se dan en el Neolítico frente a la economía paleolítica basada en la caza y la recolección de vegetales (por tanto, economía extractiva).

La revolución neolítica tiene sus consecuencias sobre la naturaleza. Frente a una vegetación boscosa con variedad de especies vegetales que aportan nutrientes para todo tipo de animales, vertebrados e invertebrados, en el Neolítico se tiende a talar porciones de ese bosque para dedicarlo a un monocultivo (o quizás a algún cultivo más), típicamente cereal y legumbres —como los garbanzos del cocido madrileño—, que necesitan ser cocidos para ser ingeridos y que además se pueden almacenar y constituir en excedente. De ahí la doble función del puchero de barro: cocción y almacenaje. Y además solo sirven para la alimentación humana y, en todo caso, de los animales domesticados.

Cerámica cardial neolítica. La Sarsa (Valencia) (Wikimedia)

El Neolítico supone también el principio de la transformación social. Los excedentes ahora se pueden acumular y pueden llegar a tener un propietario ya no colectivo, sino privado. Todo ello según la propia evolución social de los grupos humanos que pasaron progresivamente de bandas a estructurarse en clanes, todavía con propiedad colectiva; luego en tribus, hasta que aparecen las jefaturas o cacicatos (los caciques). Lo que podría asimilarse a lo que, ya en pueblos más evolucionados, encontraron los romanos en Hispania con los régulos o reyezuelos íberos.

Aunque estos pueblos íberos, hablando con propiedad, serían pueblos históricos, puesto que conocían la escritura y acuñaban moneda. Y se daban importantes diferencias sociales y niveles de riqueza, que acaparaba para sí la casta guerrera. Las afirmaciones que realiza Arsuaga tampoco estarían muy lejos de lo que ya en el siglo XIX formulara Engels, basándose en descubrimientos antropológicos de la época, tal y como se ha señalado más arriba en El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado.

Además de otras importantes afirmaciones sobre la evolución anatómica de los humanos y múltiples reflexiones, todas realmente interesantes, sobre el consumo de leche en adultos, las dificultades para afrontar los inviernos en todas las etapas de la evolución humana y la gran cantidad de glucosa que necesita el cerebro, nos plantea un debate que se mantiene en el seno de la comunidad científica sobre el papel del fuego. Para algunos, entre ellos Arsuaga, el fuego contribuyó, a través de su utilización para la alimentación, a la expansión cerebral que acabó empujando la evolución hasta el Homo sapiens. Frente a ello, otro sector de la comunidad científica, sitúa el descubrimiento del fuego como consecuencia de la propia expansión cerebral de los antepasados del hombre. Aparentemente un matiz, pero de una importancia trascendental.

Longevidad y esperanza de vida

Portada del libro

En el último capítulo, con la excusa de una visita de los autores al cementerio madrileño de la Almudena, Arsuaga nos aclara de forma sencilla, pero certera, la diferencia entre longevidad y esperanza de vida (que se puede medir al nacer, o en cada fase de la vida). Y señala que contra el criterio de percepción de que la longevidad ha aumentado, nos explica que no, que cada especie animal tiene un tiempo medio de vida que se mantiene a lo largo del tiempo. Y en el caso de los humanos, la longevidad en el Paleolítico era la misma que ahora. Aunque precisa que gracias a los avances médicos, a veces se puede prolongar artificialmente la longevidad del cuerpo, pero no la del cerebro, dando lugar a una situación de contradicción entre cuerpos artificialmente mantenidos vivos y mentes/cerebros que dejan prácticamente de funcionar. Y concluye diciendo que probablemente un hombre paleolítico tendría un mejor estado de salud que ahora gracias a la actividad constante, el ejercicio, la alimentación natural, etc.

Por lo que respecta a la esperanza de vida (que se suele medir al nacer como indicador general) no deja de ser una media estadística que sube gracias al descenso de la mortalidad infantil, mortalidad muy alta en casi todas las especies animales, que comenzó a descender entre los humanos gracias a los avances en la agricultura y los cuidados médicos y sanitarios que se comenzaron a dar en el marco de la Primera Revolución Industrial.

Como puede comprobar el lector estamos ante una obra de gran calado científico explicada de manera sencilla, divulgativa, pero que no tiene desperdicio alguno —como las comidas que, según nos explican los autores, hacían nuestros ancestros—, lo que hace que sea perfectamente recomendable como libro de lectura complementaria para estudiantes de la ESO y Bachillerato, tanto en la disciplina de Historia, como en la de Historia del Arte. Y por supuesto, para todos los amantes de la Historia o, simplemente, de una grata y amena lectura. Hay que felicitar a ambos autores por el resultado conseguido.

Para saber más

Juan Luis Arsuaga (2019). Vida, la gran historia: Un viaje por el laberinto de la evolución. Barcelona: Ediciones Destino.

Rafael Maura Mijares (2021). Arte rupestre y megalitismo en el extremo sur de Europa. Descubrir la Historia nº 31.

Álvaro López Franco (2017). Entrevista a Mónica Solís Delgado: «El arte es consustancial al ser humano. El sapiens ha tenido siempre una necesidad plástica» Descubrir la Historia nº 11.

Álvaro López Franco (2017). La Cueva de Bacinete y el arte rupestre en el extremo sur peninsular. Descubrir la Historia nº 11.

Álvaro López Franco (2019). Bacinete, un santuario prehistórico agredido. Web de Descubrir la Historia.

Miguel Vega Carrasco (2014). Del Neandertal al Sapiens Sapiens. Web de Descubrir la Historia.

Conferencias y entrevistas con Juan Luis Arsuaga en vídeo:
https://www.youtube.com/results?search_query=Juan+Luis+Arsuaga&aq=f

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Jesús de Blas Ortega

Doctor en Ciencias Económicas y profesor de Secundaria de Geografía e Historia.

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