La Revolución de Octubre de 1917 (que comenzó el 7 de noviembre)

El 7 de noviembre de 1917 según el calendario occidental (gregoriano), 25 de octubre en el calendario ortodoxo oriental vigente en la Rusia zarista, daba comienzo la Revolución de Octubre que llevó al poder a una coalición formada por el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (bolchevique) junto con sus aliados del Partido de los Socialistas Revolucionarios o eseristas de izquierda.

En el mes de febrero de 1917 (marzo en el calendario occidental) estallaba en Rusia la revolución que obligaba al zar, Nicolás II, emperador de «todas las Rusias», a abdicar en su hermano Miguel, que ocupó el trono tan sólo dos días antes de producirse la definitiva caída de la dinastía de los Romanov y la abolición de la monarquía. La proclamación de la República se produjo en un ambiente revolucionario, en el que los obreros, los soldados del frente y los campesinos, reconstituyeron sus asambleas revolucionarias, los sóviets, que ya habían irrumpido por primera vez en 1905 tras la derrota del imperio ruso ante Japón. Las primeras movilizaciones que llevaron al estallido revolucionario, comenzaron con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora el 8 de marzo (23 de febrero en el calendario ortodoxo), instituido en 1910 por la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, la organización creada en 1907 que reunía a las mujeres de la Segunda Internacional.

Guardias rojos frente al Instituto Smolny (Wikimedia)

En el mes de abril, EEUU decidió entrar en la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial). Si bien la excusa formal fue un supuesto telegrama detectado por los servicios secretos británicos enviado por el gobierno alemán a su embajador en México en el que le planteaba sondear una posible alianza de Alemania con México contra EEUU (telegrama Zimmermann), no se les escapa a los historiadores que la entrada en la guerra de EEUU iba a ser justamente al mes siguiente de que hubiera estallado la Revolución de Febrero (marzo en el calendario occidental) en Rusia que, tras acabar con la monarquía zarista, había abierto un período de incertidumbre en el frente del Este ante la agitación pacifista revolucionaria de los bolcheviques a la que se unió también el ala izquierda de los Socialistas Revolucionarios (SR o eseristas), partido campesino por excelencia.

Tropas revolucionarias contra la policía zarista en marzo de 1917 (Wikimedia)

Finalmente, la Revolución Rusa codujo a la toma del poder por los bolcheviques con el apoyo de los eseristas de izquierda en octubre de 1917, siendo una de sus principales premisas la firma inmediata de la paz, que finalmente se realizaría en marzo de 1918 en Brest-Litovsk. Esta circunstancia permitiría al ejército alemán lanzar una última ofensiva sobre el frente occidental al desplazar cerca de un millón de combatientes desde el frente ruso. Ofensiva que tomó el nombre del general Ludendorff («ofensiva Ludendorff»), mano derecha del mariscal Hindenburg, pero que fue frenada gracias a la intervención de las fuerzas norteamericanas.

En 1918 se llegó a una situación de agotamiento de los contendientes y de devastación generalizada. La influencia de la Revolución Rusa hizo que el apoyo inicial dado a la contienda por parte de los grandes partidos socialistas y socialdemócratas como el SPD alemán o el PS francés, empezara a resentirse por el hastío generalizado a la continuación del conflicto. Así en el SPD se produjo una importante escisión antibelicista, la USPD (Partido Socialdemócrata Independiente) de la que también brotará más tarde la Liga Espartaquista, liderada por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, con planteamientos abiertamente revolucionarios frontalmente contrarios a la guerra y partidarios de seguir una vía como la de los bolcheviques en Rusia. No en vano, el 1 de enero de 1919, los espartaquistas se constituyeron como Partido Comunista Alemán (KPD) y, tan sólo unas semanas después (15 de enero de 1919), sus líderes, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, fueron asesinados.

Asamblea del sóviet de Petrogrado en 1917 (Wikimedia)

Podemos ver por tanto, cómo la Revolución Rusa tuvo un papel decisivo para poner fin a la carnicería que estaba suponiendo la Primera Guerra Mundial. Y cómo su influencia sobre el movimiento obrero de toda Europa propició la apertura de procesos revolucionarios en países como Alemania (1918-19, a la que nos hemos referido en otro artículo en Descubrir la Historia), Hungría (revolución de los Consejos Obreros de 1919), Norte de Italia (movimiento de ocupación de fábricas de 1920), así como al estallido de importantes movimientos huelguísticos en Francia y Reino Unido (país que además, entre 1919 y 1921, vivió un movimiento revolucionario en Irlanda que se convertirá en una guerra de independencia hasta la proclamación, y posterior reconocimiento británico, de la República irlandesa en la parte sur de la isla).

Si bien la Primera Guerra Mundial dio paso a la apertura de un proceso revolucionario en Europa, la revolución sólo triunfará de forma duradera en Rusia, con la formación de un gobierno de coalición entre los bolcheviques, bajo el liderazgo de Lenin y Trotsky, y los Socialistas Revolucionarios de Izquierda (SRI o eseristas de izquierda) apoyado en los sóviets —de ahí que dicho gobierno ostentara el nombre de Consejo de Comisarios del Pueblo, pues sóviet significa consejo—, pero tras la firma de la paz por separado con los imperios centrales en Brest-Litovsk, las potencias aliadas de la antigua Triple Entente, especialmente Francia, Inglaterra y EEUU, además de Japón en el Extremo Oriente, intervinieron militarmente en apoyo de los llamados ejércitos blancos que desencadenaron una Guerra Civil, cuyo período álgido se situará entre 1918 y 1920, y que finalmente se saldó con el triunfo del Ejército Rojo comandado por Trotsky.

Lenin y Trotsky en Moscú en 1919 (Wikimedia)

A partir de ahí, en los años 20, tras la victoria bolchevique en la Guerra Civil, se produciría la consolidación de la Revolución Rusa, pero al mismo tiempo serían aplastados los movimientos revolucionarios de Alemania, Hungría e Italia, lo que llevaría a la Rusia soviética a una situación de aislamiento y hostilidad generalizada desde el exterior. En ese contexto de aislamiento se iba a producir, además, la enfermedad de Lenin que le apartaría progresivamente de la actividad política hasta su muerte en 1924. Y tras su fallecimiento se abriría una confrontación interna en el seno del Partido Comunista bolchevique que se saldó con la imposición de la dictadura de Stalin y la eliminación de la oposición en el seno del partido, teniendo que marchar Trotsky al exilio en 1929.

Estos acontecimientos, así como otros posteriores referidos a la Unión Soviética, han sido abordados en diferentes artículos de nuestra revista:

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Jesús de Blas Ortega

Doctor en Ciencias Económicas y profesor de Secundaria de Geografía e Historia.

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