Allí han tenido lugar acontecimientos como el Motín del Té, la fundación de la Universidad de Harvard o la apertura de la primera línea de metro de Estados Unidos. Pero también ha habido tragedias, algunas de ellas, cuanto menos, curiosas, como la inundación de melaza de 1919.
Parece increíble que algo tan inocuo como la melaza pueda causar muertes, y mucho menos probable aún que algo como una inundación de melaza pueda ocurrir, pero así fue. Era el año 1919 y la melaza era un ingrediente muy habitual en casas, establecimientos e incluso negocios: el azúcar era demasiado caro para la mayor parte de la población y, por lo general, se empleaba melaza para endulzar comidas y bebidas; asimismo, con la melaza se podía producir etanol, un alcohol que se empleaba para hacer bebidas alcohólicas y explosivos, puesto que es un compuesto altamente reactivo. Pero, por supuesto, nadie esperaba que la melaza pudiera ser peligrosa. ¡Era simplemente melaza!
En Boston, la Purity Distilling Company instaló un tanque gigantesco para maximizar su producción de etanol: un monstruo de quince metros de alto por veintisiete de ancho capaz de guardar nueve millones de litros de melaza. Como en cualquier tragedia, no se invirtió lo suficiente en la construcción del tanque y se emplearon materiales baratos; cuando la melaza comenzó a colarse entre las juntas del metal (y la población acudió armada con cubos para ponerse las botas), la compañía se limitó a pintar el tanque y fingir que no pasaba nada. Sin embargo, el 15 de enero de 1919 la temperatura subió más de lo esperado y la melaza, que debe mantenerse fría, se calentó más de lo que habría debido, hinchándose y produciendo etanol dentro del tanque hasta que, con una explosión ensordecedora, todo reventó.
Ahora bien, la melaza es un 40 % más densa que el agua; para imaginarnos lo que ocurrió podemos pensar en una inundación de miel. La ola de melaza que salió del tanque alcanzó los ocho metros de altura y más de cincuenta kilómetros por hora, arrasando con todo a su paso. Varias manzanas de Boston quedaron cubiertas por una capa de hasta noventa centímetros de melaza. Hubo ciento cincuenta heridos y, por desgracia, veintiún muertos, asfixiados por el dulce tsunami. El rescate de las víctimas fue muy complicado porque la melaza hacía imposible el movimiento por la zona afectada y varios bomberos se quedaron atrapados en la pegajosa masa.

La limpieza llevó varias semanas y se dijo que, durante meses tras el accidente, todo Boston estaba pegajoso y olía a azúcar. Este se ha convertido, y con razón, en una de las anécdotas más curiosas de la historia de Boston y demuestra que, la mayoría de las veces, lo barato sale caro.