Nerón no tardó en ganarse la antipatía de su ejército y de su guardia pretoriana, una idea eminentemente mala, y para sorpresa de nadie, los soldados no tardaron en rebelarse. En abril del año 68, el gobernador de la Galia se rebeló con sus legiones para sustituir a Nerón por Servio Sulpicio Galba, gobernador de la Hispania Tarraconensis. En esta revuelta, Nerón fue amablemente invitado a suicidarse, y Galba, pese a que la sublevación no le salió todo lo bien que hubiera querido y que no todo el ejército lo apoyaba, fue reconocido como emperador en el año 69.
Galba cometió dos enormes errores: el primero fue (y uno hubiera pensado que habría aprendido de los errores de Nerón) denegarles el pago prometido a los soldados que lo habían aupado al poder, ganándose su antipatía; y el segundo fue nombrar su sucesor a un cualquiera, ofendiendo a sus dos hombres de confianza, Vitelio y Otón, que reclamaban ese honor. De nuevo para sorpresa de nadie, Galba fue asesinado en el Foro y Otón no tardó en seguirlo, derrotado por las legiones germanas de Vitelio.
Vitelio, una vez se creyó seguro en el poder, se convirtió rápidamente en un déspota, comenzando una ristra de ejecuciones políticas en Roma y de impagos de sus deudas que no tardaron en poner a la opinión pública (y al ejército, ¿otra vez?) en su contra. Mientras tanto, en el este, las legiones romanas aclamaron como líder a Vespasiano, que decidió que por qué no tentar la suerte y tratar de hacerse con el mando. Junto a su hijo Tito, encargado de la diplomacia, fue avanzando hacia el oeste, ganándose la lealtad de las provincias por las que pasaba, y derrotó y asesinó a Vitelio el 21 de diciembre del 69.
De esta forma ascendía al trono la dinastía Flavia, inaugurada por Vespasiano y que gobernaría hasta el 96, cuando muere Domiciano, otro de los emperadores con una perturbadora leyenda negra a la altura de Calígula o Nerón. El año de los cuatro emperadores es un momento tan clave como curioso de la historia romana, con unas idas y venidas del poder que hacen a uno pensar en la estrategia de estos generales, y que, de una forma o de otra, contribuirían a conformar el resto del Alto Imperio romano.