Ea-Nasir: un mal vendedor con una fama eterna

El creciente fértil mesopotámico, es decir, la confluencia de los ríos Tigris y Éufrates, en la actual Irak, fue, junto con Egipto y China, la cuna de la civilización, donde nació la escritura y, por tanto, la historia. Pero no solo fue el lugar de origen de elementos tan elevados, sino también de algo mucho más mundano y pedestre: las hojas de reclamación.

El imperio paleobabilónico, o primer imperio babilónico, fue fundado por Hammurabi en Babilonia en el año 1792 a. C. y englobó el territorio de los antiguos imperios de Ur y de Akkad. En esta época, el comercio a larga distancia por Mesopotamia y Asia Menor tuvo su momento de apogeo, evidenciado en los restos arqueológicos que han aparecido en diversas ciudades del territorio babilonio, y estas transacciones comerciales muchas veces iban acompañadas de cartas, ya fuera a modo de facturas, de inventarios o, simplemente, de comunicación entre compradores y vendedores. Las «cartas» eran tablillas de arcilla (a menudo dentro de sobres también de arcilla) escritas en cuneiforme; uno de los depósitos más grandes de tablillas comerciales se halló en el kârum (‘puesto comercial’) de Kanesh, uno de los centros comerciales más importantes del imperio hitita (actual Kültepe en el este de Turquía). 

Relieve superior del Código de Hammurabi, en la que aparecen el rey babilonio de pie y el dios Shamash sentado; actualmente en el Museo del Louvre (París). Fuente: Wikimedia Commons. 

Una de estas tablillas, hallada en la antigua ciudad de Ur (en la moderna Nasiriya), es una curiosa demostración de cuánto nos parecemos a nuestros ancestros. La tablilla en cuestión mide apenas 11×5 cm y consta de unas cincuenta líneas de texto (está escrita por ambas caras). En ella, un tal Nanni se queja de que Ea-Nasir, un comerciante de cobre, le vendió unos lingotes asegurándole que eran de primerísima calidad, pero que, cuando el mensajero de Nanni fue a quejarse de que el cobre que le había vendido era bastante peor de lo prometido, Ea-Nasir lo despidió de malas maneras. Ofendidísimo, Nanni le envía por carta una diatriba en la que protesta contra la condescendencia y la mala praxis de Ea-Nasir y le asegura que, a partir de ahora, no solo no le comprará cobre a menos que pueda seleccionarlo él mismo en persona, sino que también le exige que se le devuelva el dinero por los lingotes defectuosos.

Tablilla de queja contra Ea Nasir. Fuente: The British Museum. 
Lingote de cobre como los que vendía Ea Nasir (este fue hallado en Chipre y datado entre los años 1450–1050 a. C.; pesa casi 30 kg). Fuente: The Met.

«¿Por quién me tomas, que te atreves a tratarme con tal desdén?». No sabemos cómo acabó el enfrentamiento entre Nanni y Ea-Nasir, si el primero logró que le devolvieran su dinero, pero Ea-Nasir ya ha pasado a la historia como el peor vendedor del mundo antiguo, logrando incluso salir del ámbito académico y hacerse famoso en internet. Además de la anécdota, lo que demuestra esta carta es el avanzado estado de desarrollo en que se encontraban tanto el comercio como las comunicaciones entre distintas regiones del mundo babilonio, hace casi cuatro mil años, y cómo, en el fondo, no hemos cambiado tanto.

Bibliografía

Oppenheim, A. L. (1967), Letters From Mesopotamia: Official, Business, and Private Letters on Clay Tablets from Two Millennia, University of Chicago Press (traducción al inglés de la tablilla en las páginas 82-83). 

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