Akechi Mitsuhide: un traidor en la corte Sengoku

Hay un célebre poema japonés que se pregunta qué hacer si un pájaro no canta, y a esta pregunta responden los tres grandes señores feudales (daimyô) de la época Sengoku japonesa (1467-1568): Oda Nobunaga, el primer unificador de Japón, dice: «Mátalo»; Toyotomi Hideyoshi, el segundo, dice: «Convéncelo»; y Tokugaya Ieyasu, el fundador del shogunato que gobernaría Japón hasta 1868, dice: «Espera».

Este poema resume de forma magistral la personalidad y las políticas de estos tres hombres clave en la unificación de Japón durante los siglos XV y XVI, y fue precisamente esa personalidad destructora lo que llevó al primero de ellos, Oda Nobunaga, a la ruina.

Por fantasioso que parezca, el apodo de Oda Nobunaga durante su gobierno, primero de la provincia de Owari y más tarde de todo Japón central, fue «Rey demonio del sexto cielo» (Dairokuten Maô). No fue un sobrenombre dado en vano: la política expansionista de Nobunaga era de todo menos misericordiosa y no dejó títere con cabeza entre aquellos que se le oponían. En 1571, se decidió a acabar con la resistencia de los monjes guerreros del Monte Hiei, y con un cuerpo de 30,000 hombres arrasó todos los pueblos que había en el monte o cerca de él, masacrando a monjes y a civiles inocentes por igual, incluyendo niños. En la misma época, Azai Nagamasa, el cuñado de Nobunaga, rompió su alianza con él para socorrer al clan Asakura, un clan que con el que tenía lazos ancestrales y que se oponía a la expansión de los Oda, y en 1573, tras haberlos derrotado en la batalla de Anegawa, Nobunaga tomó el castillo de los Azai, Odani, y obligó a Nagamasa a suicidarse. Su hermana Oichi, la ahora viuda de Nagamasa, no tuvo otra opción más que regresar a Owari.

Retrato de Oda Nobunada dibujado por el misionero jesuita Giovanni Niccolo entre 1583-1590. Fuente: Wikimedia Commons.
Castillo de Kiyosu, la base de operaciones de Oda Nobunaga. Fuente: Wikimedia Commons/Oliver Mayer de Benutzer.
Retrato de Akechi Mitsuhide, ca. 1613. Fuente: Wikimedia Commons.

Visto lo visto, está claro que Nobunaga tenía enemigos dentro y fuera de casa, y aunque algunos de sus consejeros le fueron leales hasta el final, como Toyotomi Hideyoshi, otros pronto cayeron en desgracia. Akechi Mitsuhide fue uno de sus hombres de confianza, aunque comenzaron su relación en lados opuestos del tablero: Mitsuhide había sido uno de los guardianes del shôgun Ashikaga Yoshiaki, el último shôgun de la dinastía Ashikaga, al que Nobunaga relegó a un papel meramente decorativo, tomando él mismo las riendas del gobierno de Japón, pero al ver las habilidades militares y estratégicas de Mitsuhide, pronto lo convenció de que se uniese a su causa, entregándole el castillo de Sakamoto.

La confianza entre Mitsuhide y Nobunaga no tardó en ser puesta a prueba: los enfrentamientos de Nobunaga con daimyôs vecinos causó la muerte de la madre de Mitsuhide y el expansionismo y la ambición sin límites de Nobunaga comenzó a causar preocupación entre sus aliados. Nunca se supo exactamente qué llevó a Mitsuhide a actuar como lo hizo, pero en 1582 sitió con 13,000 soldados el templo Honnô-ji de Kioto, donde Nobunaga estaba descansando entre campañas, y le prendió fuego, obligando al poderoso señor feudal a suicidarse. Su traición conmocionó a Japón y Mitsuhide fue ejecutado tras la batalla de Yamazaki contra Tokugawa Ieyasu y Toyotomi Hideyoshi.

Grabado que representa la muerte de Nobunaga en el Honnô-ji, ca. 1896. Fuente: Wikimedia Commons.

Indiscutiblemente el traidor más famoso de todo Japón, Mitsuhide fue vilipendiado en su época, pero todavía vive en el imaginario popular y su figura estará siempre ligada a la del Rey demonio del sexto cielo, Oda Nobunaga.

Bibliografía

López-Vera, J. (2016), Historia de los samuráis, Satori Ediciones. Pérez Riobó, A. y San Emeterio Cabañes, G. (2020), Japón en su historia, Gijón, Satori.

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