En el año 1981 vio la luz la primera entrega de lo que sería una saga de películas cuyo protagonista, un profesor de arqueología, recorría el mundo en busca de piezas arqueológicas vinculadas a la antigüedad. Seguro que, con lo que he indicado anteriormente, el lector se hace una idea de a quién me refiero. Y si menciono al actor Harrison Ford, se torna imposible errar. Indiana Jones irrumpía en la gran pantalla y se colaba en las casas de todo el mundo. Una gran saga de películas cuyo fin era y es el de entretener a los espectadores mediante altas dosis de aventuras y cierto halo de misterio.

Ver a Indiana Jones en compañía de su padre, interpretado por Sean Connery, en la búsqueda de «tesoros arqueológicos» con propiedades sobrenaturales, nos hizo soñar desde pequeños, y a más de uno le despertó el interés por el pasado. De esta manera, bajo la dirección de Steven Spielberg, pudimos disfrutar de Indiana Jones en Busca del arca perdida (1981), Indiana Jones y el templo maldito (1984) e Indiana Jones y la última cruzada (1989).
Incluso, el intrépido arqueólogo del cine podía despertar en nosotros un interés infantil y adolescente por la antigüedad. Un interés que podía llevarnos a ciertas tendencias de estudio; o también podía quedarse en mera curiosidad. Hasta aquí todo bien, pues Indiana Jones es ficción y está bien para entretenerse. No obstante, los clichés y tópicos que se acaban desprendiendo de la saga penetran en el imaginario colectivo de forma peligrosa, lo cual puede conducir a algunas personas a ponerse un sombrero y acudir al campo con un detector de metales. Y ya de paso llevarse a su casa piezas de gran valor arqueológico.
Recientemente tuve una conversación con Álvaro López Franco, director de esta revista, sobre el expolio y el tratamiento de este desde ciertos medios de comunicación. Uno de los aspectos que me dejó boquiabierto es la existencia de programas televisivos que hacen apología del expolio. Bajo el nombre de «Cazatesoros» trafican con piezas y se van a los campos con un detector de metales. Un modelo que también cala en nuestro país y en gente joven. De hecho, bajo el mismo nombre existe un canal de YouTube el que un par de jóvenes «revientan» los suelos para hacerse con objetos de metal. Obviamente estos dos jóvenes no tienen ni idea de lo que encuentran. Mi sorpresa ya no es solo el canal de YouTube en sí, un espacio que hace apología del expolio con muchos años de existencia, sino la cantidad de comentarios de ánimo a nuestros protagonistas.
El ánimo de aventura y búsqueda de lo «desconocido» siempre fueron buenos ingredientes para servir de gancho, algo que saben muy bien los medios de comunicación en la era del clickbait [anzuelos que se utilizan para captar visitas a páginas web mediante titulares impactantes] o, mejor dicho, en la dictadura del clickbait. Sobre estas cuestiones también conversé en El Café de la Lluvia con Lourdes Pérez y José Manuel Illán, miembros de la sección de Arqueología del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía, Letras y Ciencias. La banalización de la arqueología es frecuente en los medios de comunicación, aspecto que indigna, y con razón, a los colectivos de arqueólogos. Desde el sector muestran su preocupación por los medios que dan voz a los aficionados sin preparación previa que han realizado un descubrimiento bajo una práctica ilicitita en muchas ocasiones. Por otro lado, los titulares grandilocuentes, ligados al clickbait como indiqué anteriormente, dejan en evidencia el desconocimiento del trabajo de los profesionales de la arqueología.
No deja de ser curioso que los medios que se desgarraban, y con razón, por las actuaciones de DAESH en lugares como Palmira, saquen en sus páginas informaciones que dan voz a personas que se dedican a expoliar el patrimonio español. E incluso hemos llegado a ver un artículo en uno de los grandes periódicos del panorama nacional como es El Español, que promocionaba la compra de un detector de metales. Su entradilla rezaba lo siguiente: «Si quieres adentrarte en el mundo de la búsqueda de tesoros perdidos y metales antiguos echa un vistazo al detector de metales más vendido y más barato de Amazon»1. Debido a la indignación generalizada por el artículo y la presión de asociaciones como la Asociación Profesional de Conservadores-Restauradores de España (ACRE), el medio de comunicación introdujo una nota aclaratoria sobre la legislación vigente.
Vemos, por tanto, que desde algunas informaciones de ciertos medios de comunicación se perpetúan imágenes que no deberían corresponder con el siglo XXI. Es más, ya incluso mucho antes de la actualidad, en concreto desde la década de 1830, comenzó a aflorar de forma fehaciente la conciencia patrimonial con publicaciones como El Artista, en la que muestran indicios de recuperación del patrimonio en peligro por el conjunto del país. El daño del expolio arqueológico es irreparable, el afán por aventura con un detector de metales supone la destrucción estratigráfica, la desaparición de espacios y de piezas que nos ayudan a comprender procesos históricos. El patrimonio es de todos y los profesionales de la arqueología deberían ser los únicos que, en caso de necesidad, pudieran emplear este tipo de herramientas en su campo de trabajo.
Hay ahora mismo 5 series y documentales sobre la afición a la detección entre canales europeos y estadounidenses y plataformas. Algunos de renombre contrastado como BBC, Discovery Chanel o National Geographic, por no hablar de centenares de canales en YouTube con millones de seguidores. Podemos empeñarlos en ser la Santa Inquisición intentando prohibirlo todo contracorriente, pero ir contra corriente solo sirve para quedar exhausto hasta que al final te arrastre. La detección está permitida en la mayoría de países serios ( de la UE 23 nada menos) y en todos los estados USA, en algunos muy bien regulada es de utilidad a los arqueólogos, con licencia incluso igual que lo la caza o la pesca, las cosas claras de lo que se puede y no se puede hacer y un protocolo claro a seguir por si se encuentra algo de valor arqueológico. No hay mas.