Modelos de repoblación y régimen de propiedad de la tierra en la Edad Media peninsular

Nos proponemos analizar los modelos de repoblación que se dieron durante la Edad Media en la península ibérica y las consecuencias que tuvieron para el régimen de propiedad de la tierra, que, en algunos casos, como en Andalucía, se extendió durante siglos, prácticamente hasta nuestros días.

Antes de abordar la cuestión específica de la repoblación, vamos a dar un apunte sobre el contexto histórico de la época, partiendo de la conformación de los primeros núcleos cristianos de resistencia frente a la ocupación musulmana de la Península, para pasar a continuación a ver las fases de lo que se ha dado en llamar «Reconquista».

La formación de los primeros núcleos cristianos de resistencia (siglos VIII al X)

Los musulmanes lograron a partir del 711 el control de la mayor parte de la península ibérica, salvo la zona montañosa del norte (cordillera Cantábrica y Pirineos), donde surgieron los primeros núcleos cristianos de resistencia.

Mapa peninsular en época de Sancho III el Mayor de Navarra primer tercio del siglo XI (mapa de Juan Pérez Ventura).
Mapa peninsular en época de Sancho III el Mayor de Navarra primer tercio del siglo XI (mapa de Juan Pérez Ventura).

Por un lado, el enclave cantábrico —que posteriormente dio paso al reino asturleonés— estaba habitado por una población hispana débilmente romanizada, con un fuerte sustrato prerromano, a la que se añadieron algunos nobles laicos y eclesiásticos visigodos. En Asturias surgió un núcleo de resistencia en torno a Pelayo —que, o bien era un jefe local astur, o quizás un noble visigodo—, que se proclamó rey tras vencer a los musulmanes en la batalla de Covadonga (en 722, aunque otras crónicas medievales la sitúan en 718). Los reyes asturianos ampliaron su dominio hacia Cantabria, Galicia y el valle del Duero.

La difusión de la noticia sobre el supuesto hallazgo de los restos del apóstol Santiago en el siglo IX fortaleció al reino astur, que cada vez estuvo más vinculado a Europa a través del Camino de Santiago o Jacobeo (Xacobeo en gallego). Alfonso III «el Magno» (866-910) consolidó el reino y extendió sus dominios hasta la línea del río Duero. Sus sucesores trasladaron la capital de Oviedo a León, creándose así el reino de León en un momento de crisis en Al Ándalus que no superaría completamente hasta la constitución del califato de Córdoba en 929.

En el siglo X, al mismo tiempo que se producía una gran pujanza del califato de Córdoba, se iba a dar en paralelo un debilitamiento del reino de León y de los reinos cristianos peninsulares en general. En este contexto, diversos condados de la zona oriental del reino de León, repoblada por cántabros y vascones, se unificaron en el condado de Castilla —su nombre derivaba del término árabe Al-Quila, que significa «tierra de castillos»—, y se llegó a convertir de facto, aunque no de jure, en independiente en 960 con el conde Fernán González.

En la zona de los Pirineos se conformaron tres diferentes núcleos cristianos:

1) En la zona del Pirineo catalán, el emperador franco, Carlomagno, interesado en tener una frontera segura para frenar el posible avance musulmán, creó la Marca Hispánica donde se constituyeron diferentes condados vinculados por el uso común de la lengua catalana. En el siglo IX, esos condados catalanes: Barcelona, Gerona, Pallars, Rosellón, Cerdaña, Urgell, etc., fueron unificados por Wifredo el Velloso (o Guifré el Pilós en catalán, 840-897), último conde de Barcelona nombrado por los carolingios. Y ya en el siglo X, Borrell II (947-992) aprovechó la desintegración del Imperio carolingio para dejar de prestar vasallaje al monarca francés, consiguiendo la independencia definitiva del condado de Barcelona (987) que dominaba sobre los demás condados catalanes.

2) En el Pirineo central, inicialmente también frontera sur del reino franco, surgieron varios condados: Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, entre los que destacaba el de Aragón, inicialmente bajo la influencia de los carolingios, pero a partir del siglo X y parte del XI estuvo vinculado a Navarra (hasta la muerte de Sancho III el Mayor).

3) En el Pirineo occidental, los vascones, que no habían llegado a ser romanizados, derrotaron a Carlomagno en el paso pirenaico de Roncesvalles (778, gesta a la que se refiere, aunque de manera deformada, la famosa Chanson de Roland escrita en el siglo XI)
cuando regresaba del asedio a Zaragoza y tras saquear la ciudad de Pamplona. En esta tierra de vascones, se constituyó en el siglo IX el reino de Pamplona, del cual emergería en el siglo X el importante reino de Navarra.

Navarra, aunque ya nos adentremos en el primer tercio del siglo XI, durante el reinado de Sancho III el Mayor (1004-1035) —coincidiendo con la crisis del califato cordobés que conocería conflictos y guerras civiles hasta su disolución y la aparición de las primeras taifas (1031)—, se convertiría en el reino cristiano más poderoso de la Península. Controlaba Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, el condado de Castilla, influía decisivamente en el reino de León e incluso el conde de Barcelona le rendía vasallaje. Pero a la muerte de Sancho III, como era habitual en la época, el reino fue dividido entre sus hijos. Uno de ellos, Fernando I, heredó Castilla y se acabó anexionando León, dando lugar a la primera unificación de Castilla y León (1037).

Una vez concluida esta somera presentación sobre la conformación de los primeros reinos cristianos peninsulares, pasaremos a analizar lo que se ha dado en llamar Reconquista.

La Reconquista (siglos XI al XV)

El término «Reconquista» es un concepto controvertido entre los historiadores, ya que en la conformación inicial de los reinos cristianos no había una idea de volver a la situación anterior a la invasión musulmana de 711. Habría que tener además en cuenta que la mayor parte de la población hispano-visigoda, incluyendo a una buena parte de la nobleza, abrazó la religión musulmana (muladíes), pues era la manera de tener un mayor reconocimiento social y una menor carga impositiva. Desde este punto de vista, se tendría que hablar más bien de «conquista», aunque es cierto que, más adelante, hubo una estrategia propagandística de legitimación por parte de los reyes de la monarquía asturleonesa proclamándose herederos de la monarquía visigoda. Así, en términos prácticos, solo deberíamos aplicar el concepto de Reconquista propiamente dicho a la expansión territorial que desde el siglo XI realizaron los reinos cristianos del norte de la Península a costa de los territorios musulmanes ocupados por Al Ándalus. Las principales etapas serían las siguientes.

—Siglos VIII al X

Es el período de la formación y consolidación de los reinos cristianos que ya hemos visto más arriba. En esta fase no se puede hablar realmente de Reconquista porque los territorios que se ocuparon no habían sido previamente ocupados por los musulmanes. Hasta el siglo X el avance se realizó sobre territorios que eran «tierra de nadie», como la parte septentrional el valle del Duero y el piedemonte (comienzo) de los Pirineos, además de Galicia. Y coincidió con una época de crisis en Al Ándalus previa a la formación del califato de Córdoba (929).

—Siglos XI al XII

El siglo XI marcaría el verdadero comienzo de la Reconquista, una vez que el califato cordobés se desmembró en los reinos de taifas (1031) y los reinos cristianos del norte se recuperaron y tomaron la iniciativa militar. El avance de los cristianos llegó hasta la línea del río Tajo con la toma de Toledo (1085) por Alfonso VI, que además había unificado por segunda vez Castilla y León, y la del río Ebro con la conquista de Zaragoza (1118), a cargo de Alfonso I «el batallador» rey de Aragón. Tan solo dos décadas después (1137) se produciría la unión definitiva entre Aragón y Cataluña, que pasaría a denominarse Corona de Aragón, como consecuencia del matrimonio del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV y Petronila la hija del rey de Aragón, Ramiro II.

Tratados de Tudilén (1151, Alicante para la Corona de Aragón), Cazola (1179, Alicante para Castilla) y Almizra (1244, el sur de Alicante para la Corona de Castilla y la franja norte de Alicante para la Corona de Aragón).
Tratados de Tudilén (1151, Alicante para la Corona de Aragón, verde), Cazola (1179, Alicante para Castilla, aguamarina) y Almizra (1244, el sur de Alicante para la Corona de Castilla y la franja norte de Alicante para la Corona de Aragón, rojo).

En el siglo XII con la presencia consecutiva, primero de los almorávides y después de los almohades se frenó el avance cristiano. Momento en el que Castilla y la Corona de Aragón aprovecharon para delimitar sus respectivas áreas de expansión mediante la firma de los tratados de Tudillén (o Tudilén, 1151, localizada actualmente en Navarra) y Cazorla (o Cazola, 1179, localizada en la provincia actual de Soria). Por el primero, la zona de Alicante —que pertenecía a la taifa musulmana de Murcia— quedaba del lado aragonés, pero el segundo tratado lo modificó totalmente, y Alicante quedó finalmente del lado castellano (ver mapas).

—Siglo XIII

Los reinos cristianos de Castilla, Corona de Aragón y Navarra —con voluntarios leoneses, portugueses e incluso franceses y occitanos y el apoyo del papado que había llamado a cruzada— formaron una coalición que derrotó a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). A partir de entonces se produjo el gran avance cristiano. Fernando III —conocido con el apelativo de «el Santo»—, ya como monarca del reino de Castilla y León unificado definitivamente en 1230, conquistó el valle del Guadalquivir (Córdoba, Jaén, Sevilla y Cádiz), mientras que su hijo, el futuro Alfonso X «el Sabio», se adueñaba de Huelva y Murcia. Por su parte, Jaime I el Conquistador (o Jaume I el Conqueridor en catalán), rey de la Corona de Aragón, ocupaba las Baleares y Valencia. En 1244 Fernando III el Santo y Jaime I el Conquistador firmaron el tratado de Almizra, que delimitaba una vez más las zonas de reconquista para cada uno de los reinos, corrigiendo ligeramente a favor de la Corona de Aragón el anterior tratado de Cazola (o Cazorla), lo que permitió que una franja del norte de Alicante fuera ocupada por la Corona de Aragón y hasta hoy sea una zona catalanoparlante con su dialectal valenciano (ver mapas).

Tratado de Cazola 1179.
Tratado de Cazola 1179.

—Siglos XIV y XV

A pesar de pequeñas conquistas estratégicas como las de Algeciras y más tarde del peñón de Gibraltar y otras zonas de frontera como Antequera, la reconquista castellana quedó prácticamente detenida a partir del siglo XIV hasta que a finales del siglo XV los Reyes Católicos emprendieron la conquista del último territorio musulmán de la Península, el reino nazarí de Granada que culminó en 1492. Si el reino nazarí había podido mantenerse independiente durante esos dos siglos fue por el interés de los reinos cristianos en tener un estado capaz de garantizar que el tráfico marítimo del estrecho de Gibraltar no quedara cerrado. En Granada existían importantes colonias de comerciantes extranjeros (genoveses y catalanes) y el reino nazarí jugaba con éxito la carta diplomática, tanto ante los reinos cristianos, como ante sus vecinos norteafricanos, a través de los que controlaba la ruta del oro sahariano que le permitía pagar parias (tributos) a la Corona de Castilla ante la que se veía obligado a rendir vasallaje.

Modelos de repoblación y régimen de propiedad de la tierra (siglos VIII al XIII)

Alrededor del concepto de repoblación también hay abierto un debate historiográfico, sobre todo en lo que se refiere a sus primeras etapas en la zona del valle del Duero. El concepto parece hacer referencia a que en esas zonas hubiera una especie de «vacío poblacional», pero los hallazgos arqueológicos demuestran que sí habitaba gente. El verdadero vacío era, no tanto de habitantes, como de jerarquías laicas o eclesiásticas («tierra de nadie», también para los musulmanes). Desde este punto de vista, la repoblación, además de la llegada de cierta cantidad de población desde zonas más al norte o incluso de Al Ándalus, sería, sobre todo, el establecimiento del poder regio en la zona a través de las autoridades laicas y eclesiásticas para organizar el dominio efectivo del territorio.

A medida que avanzaba la Reconquista, se iban a ir dando diferentes tipos de repoblación de las áreas ocupadas o conquistadas. En la exposición que sigue a continuación, vamos a centrarnos en los reinos cristianos occidentales (asturleonés y castellano) aunque puntualmente indicaremos algún aspecto referido a los reinos orientales (Navarra y la Corona de Aragón tras la unificación de Aragón y Cataluña en el siglo XII).

—Siglos VIII-X

Se ocuparon tierras al norte del Duero, que iban a pasar a ser tierra propiedad jurídica del monarca (realengo). El rey iba a conceder tierras a la nobleza y al clero para la fundación de monasterios —entre ellos a mozárabes procedentes de Al Ándalus que iban a desarrollar el conocido arte mozárabe o de repoblación—. Pero en las zonas de mayor conflictividad con los musulmanes, como era el caso de Castilla, se iba a producir una ocupación de tierras de carácter espontáneo, por parte de cántabros y vascones llegados desde el norte. Esta forma de ocupación se conocerá como presura y generará un derecho de propiedad que sería sancionado por el rey, formando una sociedad de campesinos libres, basada en la pequeña propiedad. En Cataluña, al norte del río Llobregat (en la plana de Vic) se iba a producir una situación similar conocida como aprisio, que daría paso a un derecho de propiedad también sancionado en este caso por el conde de Barcelona.

—Siglos XI-XII

En este período, entre la línea del río Duero y la del río Tajo, se iba a desarrollar un sistema de repoblación concejil basado en la creación de concejos y ciudades («concejos de villa y tierra», como Sepúlveda, Arévalo, Medina, Cuellar, Ávila, Salamanca, Segovia, etc.) a los que el rey iba a dotar de fueros o cartas pueblas, que otorgaban libertades y privilegios a sus habitantes, para tratar así de atraer población a zonas todavía peligrosas de habitar. Se les iban a atribuir grandes territorios circundantes o alfoces (alfoz en singular), que incluían aldeas diseminadas y cuyos habitantes podían refugiarse en la ciudad amurallada en caso de necesidad. Tenían sus propias milicias concejiles, integradas por peones y caballeros villanos (estos últimos con caballo) obligados a ir a la guerra ante requerimiento del monarca, lo que les eximiría del pago de ciertos impuestos. Esta repoblación, dirigida por el rey, configuró una sociedad de campesinos libres basada en la mediana propiedad, campesinos que no iban a estar sometidos a ningún régimen señorial, laico o eclesiástico. Un fenómeno similar se dio en la Corona de Aragón en la cabecera del río Duero en localidades como Almazán, Soria o Medinaceli, conquistadas y repobladas inicialmente por Aragón y luego recuperadas por Castilla.

Pero en las zonas fronterizas y con mayor posibilidad de conflicto militar en el valle del Tajo y el del Guadiana (Extremadura y La Mancha actual), la repoblación la iban a encabezar las Órdenes militares: Santiago, Calatrava, Alcántara y San Juan, que dividían la tierra en encomiendas al frente de las cuales se situaba un caballero de la Orden, con el título de comendador. Quizás aquí podamos fijar el origen del latifundio y de la ganadería extensiva en esta región. Esta situación también se iba a dar en el bajo Aragón y el bajo Ebro con la presencia de la Orden militar de Montesa.

—Siglo XIII

Tras la derrota almohade en las Navas de Tolosa (1212), y con mayor intensidad tras la unificación de los reinos de León y Castilla en la persona de Fernando III «el Santo», iba a tener lugar el gran avance reconquistador sobre el valle del Guadalquivir y Murcia. Aquí la repoblación iba a conocer dos fases marcadas por la situación que se vivió antes y después de las sublevaciones mudéjares de 1264.

Repoblación mayoritariamente concejil («concejos de villa y tierra») entre el Duero y el Tajo y de señoríos de Órdenes militares en torno al Tajo y el Guadiana, primer tercio siglo XIII (mapa de Juan Pérez Ventura).
Repoblación mayoritariamente concejil («concejos de villa y tierra») entre el Duero y el Tajo y de señoríos de Órdenes militares en torno al Tajo y el Guadiana, primer tercio siglo XIII (mapa de Juan Pérez Ventura).

Inicialmente, la mayor parte del territorio ocupado de la actual Andalucía (menos el reino nazarí) se iba a repoblar a través del sistema de Repartimiento, mediante el cual, a los nuevos habitantes, llegados mayoritariamente desde la Meseta, se les iba a otorgar casa en las ciudades (de las que iban a ser expulsados los musulmanes) y tierras en el entorno, heredamientos. Representando un sistema de repoblación muy similar al concejil de la zona situada entre el Duero y el Tajo, que daba lugar a campesinos libres en régimen de mediana propiedad de la tierra, no sometidos a señoríos laicos o eclesiásticos. Paralelamente, también a través del Repartimiento, aunque en menor medida que el sistema anteriormente descrito, iban a otorgarse grandes latifundios (donadíos) a la nobleza laica y eclesiástica, especialmente en las zonas fronterizas con el reino nazarí de Granada, donde se instalarían las Órdenes militares con su sistema de encomiendas.

La mayor parte del territorio de la Andalucía bética (valle del Guadalquivir) iba a quedar distribuida en lotes de tierra de entre 6 y 8 yugadas (de 140 a 190 Ha dependiendo de los lugares), mientras que los grandes latifundios iban a ser la excepción.

Sin embargo, esta situación de cierto equilibrio en el reparto y propiedad de la tierra se iba a romper tras las sublevaciones mudéjares del año 1264 (de las que algunos autores consideran que fue una guerra promovida por el reino nazarí de Granada contra la corona castellana), que acabaron con la expulsión masiva de moriscos hacia Granada, provocando una importante pérdida de población campesina de origen musulmán. Pero también se iba a producir el abandono de muchos campesinos castellanos que se habían establecido en el valle del Guadalquivir ante la peligrosidad de la zona por las continuas incursiones musulmanas (razias), que se intensificaron en la década de 1275-1285, procedentes del reino de Granada y también del imperio bereber de los benimerines que controlaba el norte de Marruecos. Aunque el abandono iba a estar asimismo provocado por las dificultades para mantener una agricultura intensiva de huerta para la que los campesinos castellanoleoneses no estaban técnicamente preparados. Todo ello les llevó a vender sus tierras, dando paso a una creciente concentración territorial en manos de la nobleza.

Repoblación mayoritariamente de Repartimiento con heredamientos (realengo) en el valle del Guadalquivir y de donadíos o señoríos eclesiásticos de Órdenes militares en la frontera con el reino de Granada, finales siglo XIII (mapa de Juan Pérez Ventura).
Repoblación mayoritariamente de Repartimiento con heredamientos (realengo) en el valle del Guadalquivir y de donadíos o señoríos eclesiásticos de Órdenes militares en la frontera con el reino de Granada, finales siglo XIII (mapa de Juan Pérez Ventura).

—Siglos XIV-XV

La situación de pérdida poblacional en el campo y de concentración creciente de la tierra en manos de la nobleza laica y eclesiástica se acentúo aún más por las sucesivas epidemias de peste que asolaron a la Andalucía bética en el siglo XIV. La monarquía castellana, para poder garantizar el control territorial efectivo de esas grandes extensiones escasamente pobladas, fue dando paso a la señorialización del territorio, llegando a atribuir en muchos casos poder jurisdiccional —es decir, potestad para impartir justicia— a los señores. Se estima que hacia la mitad del siglo XV cerca de la mitad de la superficie del valle del Guadalquivir se encontraba sometida a señorialización, lo que representaba un cambio total en relación con el sistema de Repartimiento promovido por la monarquía durante el siglo XIII. La mediana propiedad rural solo pudo subsistir en torno a ciertos núcleos urbanos en manos de los estratos inferiores de la nobleza urbana.

Este proceso se había dado también en algunas zonas de Castilla y León de donde procedían la mayor parte de repobladores, pues antes de partir para Andalucía habían tenido que vender sus tierras y, al regresar, tuvieron que someterse a un sistema señorial antes inexistente en áreas de las actuales Extremadura y Salamanca.

A modo de conclusión

En Andalucía, la falta de población campesina, tanto mudéjar como de procedencia castellanoleonesa, favoreció el desarrollo de una economía agropecuaria extensiva, basada en el cereal y el olivo, y el abandono de cultivos para dedicarlos a pastos para la ganadería lanar, caballar y bobina. Y, como consecuencia, Alfonso X el Sabio, para regular la trashumancia del ganado lanar, organizó el Concejo de la Mesta mediante decreto real de 1273. La institución de la Mesta iba a suponer un privilegio para la ganadería lanar frente a la agricultura que perduraría durante siglos.

La mayor parte de los campesinos quedaron bajo un sistema de tenencia de la tierra dependiente de un señor, como la enfiteusis (cesión indefinida de la tierra a cambio de un canon anual), la aparcería (una parte de la producción para el señor y otra para campesino) o el arrendamiento por un cierto plazo a cambio de una renta. Pero progresivamente iría creciendo el número de obreros agrícolas eventuales (temporeros) que trabajaban solo en ciertas épocas del año, dadas las características de la producción básica de la región: cereal, olivo y vid, conocida como tríada mediterránea.

Este proceso de modificación sustancial de la tenencia de la tierra que se dio en el valle del Guadalquivir, pasando de la pequeña propiedad inicial a la gran propiedad latifundista posterior, con una presencia creciente de un proletariado rural con trabajos temporales, marcaría una situación estructural en el campo andaluz que se prolongaría durante siglos en la Historia de España y que nunca ya sería revertida, si excluimos el breve período que se abrió en 1936 con la llegada del Frente Popular y el proceso espontáneo de ocupación de tierras de latifundio que se pudo mantener hasta su recuperación por el ejército sublevado y el final de la Guerra Civil (1936-1939).

Para saber más

—José María Monsalvo Antón (2010). Atlas Histórico de la España Medieval. Madrid: Síntesis.

—Vicente Ángel Álvarez Palenzuela
y VV.AA (2011). Historia de España de la Edad Media. Barcelona: Ariel.

—Manuel González Jiménez (1985). «Andalucía, tierra de promisión. La repoblación del siglo XIII». Cuadernos de Historia16 nº 65.

—Emilio Cabrera Muñoz (1985). «Los nuevos campesinos. Las estructuras agrarias en los siglos XIV y XV». Cuadernos de Historia16 nº 65.

—Miguel José López-Guadalupe Pallarés (2018). «Procesos de señorialización en los concejos de la Extremadura castellano-leonesa. Un estado de la cuestión». Espacio, Tiempo y Forma nº 31. Serie III. Historia Medieval. UNED.

—S. Claramunt y VV.AA (2006). Historia de la Edad Media (capítulos de Manuel González). Barcelona: Ariel.

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Almudena Gutiérrez Matesanz

Doctora en Ciencias de la Educación, licenciada en Geografía e Historia y profesora de Secundaria.

Francisco Manuel García Campos

Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla y profesor de Secundaria de Geografía e Historia.

Jesús de Blas Ortega

Doctor en Ciencias Económicas y profesor de Secundaria de Geografía e Historia.

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