Carlos Martínez Shaw: «Las revoluciones y las revueltas ocupan un lugar relevante en la marcha de la historia de la Humanidad»

Carlos Martínez Shaw es Catedrático emérito de Historia Moderna de la UNED, y académico de la Real Academia de Historia. Durante 27 años estuvo vinculado a la Universidad de Barcelona, donde fue Vicerrector (1982-1986) en el equipo del rector Antoni Badia Margarit. Presidió el Centro de Estudios de Historia Moderna Pierre Vilar durante una década (1984-1994). Fue redactor de la History of Humanity de la UNESCO.

La producción escrita de Martínez Shaw es amplísima: libros, capítulos en libros colectivos, artículos en revistas especializadas y también en la prensa diaria, con colaboraciones y reseñas de obras de Historia (Babelia, suplemento literario de El País), etc. Y ha dirigido cincuenta tesis doctorales. Una magnífica descripción de su trayectoria puede leerse en la obra que le dedicaron alumnos suyos bajo la coordinación de Roberto Fernández: Carlos Martínez Shaw, historiador modernista, editado por la Universidad de Lleida (2010).

Alfredo López Serrano y Jesús de Blas Ortega—Estimado profesor, antes de preguntarle por las líneas más especializadas de su trabajo como historiador, le queríamos plantear una serie de cuestiones referidas a las sublevaciones que afectaron a la Monarquía Hispánica durante el siglo XVI y posteriores, ¿le parece un tema interesante?

Carlos Martínez Shaw—Naturalmente, las revoluciones y las revueltas ocupan un lugar relevante en la marcha de la historia de la Humanidad, por lo que ha habido un gran interés por estudiar estas cuestiones. En el caso de la España del siglo XVI, hay que señalar el papel jugado por las Comunidades de Castilla y las Germanías de Valencia y Mallorca (sobre todo las primeras) en los albores de la constitución de una Monarquía Absoluta en España. Y del mismo modo, hay que señalar las Alteraciones de Aragón, que enfrentaron a la Monarquía con un reino con sus libertades forales intactas. Tan significativa me ha parecido siempre esta temática que durante mis años de docencia en el Departamento de Historia Moderna de la Universidad de Barcelona creé una asignatura de libre configuración (impartida durante varios cursos) que llevaba justamente por título «Revoluciones y revueltas en la España Moderna».

ALS y JdBO—¿Cuáles cree usted que fueron las principales causas de la sublevación de las Comunidades de Castilla y de las Germanías en Valencia y Mallorca y qué consecuencias tuvo su derrota?

CMS—Ninguna revolución tiene una sola causa. En las Comunidades de Castilla el detonante fue la agresión a los sentimientos protonacionales de los grupos urbanos dominantes, los cuales luchaban contra el abandono del reino por parte del soberano, el expolio fiscal a favor de las aspiraciones imperiales, la concesión de cargos y rentas al personal foráneo y, en suma, contra la concepción patrimonial del Estado. Los grupos urbanos castellanos se sublevaron contra la alianza de la monarquía con la nobleza y contra la preferencia dada a la ganadería y el comercio lanero frente a la agricultura y la industria textil. Al mismo tiempo, el movimiento de protesta de las ciudades se extendió al campo, que se levantó contra la ofensiva nobiliaria sobre las tierras y contra la transferencia de lugares de realengo a la jurisdicción señorial. Las Germanías fueron provocadas, por su parte, por el malestar generado por la injerencia de la Monarquía en el sistema municipal valenciano, por el monopolio de las funciones públicas ejercido por las clases dominantes frente a los artesanos y los menestrales y por la corrupción de los detentadores del aparato institucional. Finalmente, las Germanías de Mallorca se asemejaron a las de Valencia, pero en una situación de mayor malestar social, agravado por el fuerte incremento de la presión fiscal, por la multiplicación de los impuestos sobre el consumo, especialmente sobre el de los bienes más esenciales (pan, vino, aceite).

ALS y JdBO—Con anterioridad, los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los judíos al poco de conquistar el reino nazarí de Granada. Después, una vez trascurridos unos años, el cardenal Cisneros, confesor de la reina Isabel la Católica, realizó una dura reforma de la Iglesia y decretó la conversión obligatoria de los musulmanes de Granada si no querían ser expulsados. ¿Qué consecuencias piensa que tuvieron estas medidas de cara a la formación de la Monarquía Hispánica que iniciaron los Reyes Católicos?

«La Edad Moderna no fue una época especialmente conflictiva, pues lo fueron igual o más otras épocas históricas»

CMS—Diferentes fueron las causas de la expulsión de los judíos y de la revuelta de los musulmanes en el recién conquistado reino de Granada. En el primer caso, los Reyes Católicos aprovecharon el fin de la guerra de Granada para dar una solución radical a la cuestión de los judíos. Existía una conciencia de la radical imposibilidad de convivencia entre dos comunidades separadas por la religión (habría que decir por dos religiones exigentes e intolerantes). Los judíos ni siquiera eran considerados verdaderos súbditos por los monarcas y ni siquiera disfrutaban de los derechos políticos concedidos a los cristianos, a pesar de su indiscutible hispanización. Y para colmo, la expulsión no solucionaría la cuestión, que proseguiría bajo la forma de la cuestión de los conversos. La cristianización de los musulmanes granadinos resultó una tarea imposible por los mismos motivos del arraigo de dos religiones igualmente exclusivas e intolerantes. Ante este fracaso, el cardenal Cisneros recurrió a métodos más violentos, organizando verdaderas campañas de conversión forzosa, poniendo así el detonante para el estallido de una situación ya de por sí explosiva. La derrota de los musulmanes supuso el exilio de nuevos contingentes de musulmanes al otro lado del Estrecho y la suspensión del estatuto de mudejaría en el reino de Castilla, lo que dio origen a la cuestión morisca.

ALS y JdBO—Friedrich Engels, en una obra titulada La Guerra Campesina en Alemania, plantea que el luteranismo —como luego el anglicanismo— iba a ser una forma muy incipiente (podríamos añadir por nuestra parte «moderna») de afirmación de la nación alemana. Señala que Lutero iba a representar los intereses de una burguesía urbana con creciente poder económico, de origen fundamentalmente comercial. Esta burguesía ascendente iba a encontrar un aliado en los príncipes que verían en el apoyo a la Reforma de Lutero una ocasión para apropiarse de las ingentes extensiones de tierras en poder de la iglesia Católica. Pero a caballo de ese movimiento político, social y religioso iba a irrumpir la acción de miles y miles de campesinos que buscaban poner límites a las servidumbres feudales que les atenazaban. ¿Qué opina sobre esta percepción que no pone tanto el acento en el conflicto religioso sino en sus aspectos socioeconómicos y qué puede aportar desde sus conocimientos al respecto?

CMS—La Reforma de Lutero fue generada por causas esencialmente religiosas. Y entre ellas, hay que señalar las carencias de la Iglesia para dar respuesta a las angustias espirituales de la sociedad. Había abusos en Roma, con papas interesados en cuestiones seculares, cardenales indignos, curia ávida de dinero y de poder. Abusos en el resto de la Cristiandad, con obispos absentistas y sacerdotes ignorantes y lascivos, sin ningún tipo de formación (ni teológica, ni pastoral, ni litúrgica) e incapaces de tranquilizar la conciencia de sus feligreses. A esta dimisión de la Iglesia se unía en Alemania, la debilidad del poder imperial frente a la ambición de los príncipes, la sumisión de un campesinado empobrecido a los señores, la animosidad del protonacionalismo alemán frente a la preeminencia italiana. Por ello, la Reforma, además de los debates doctrinales, tuvo un evidente contenido social, como pudo ser el movimiento de los caballeros de segundo rango que trataban de apropiarse de las tierras de los obispos renanos (dirigidos por Franz von Sickingen) o, sobre todo, la guerra de los campesinos (dirigidos por Thomas Münzer), masacrados sin piedad por los señores después de atender el violento panfleto (exento desde luego del menor atisbo de caridad cristiana) del propio Lutero (Contra las hordas criminales y depredadoras de los campesinos).

ALS y JdBO—Diferentes corrientes historiográficas vienen a coincidir con el hecho de que la presencia de una importante población morisca en la zona de Granada y en el litoral levantino, podría haber supuesto un problema real de seguridad para la Monarquía Hispánica en el momento en que entraba en confrontación con el dominio turco otomano del Mediterráneo. Sin embargo, sobre la decisión de expulsar a los moriscos en 1609 hay diferentes interpretaciones. Una de ellas plantea que pudo ser una venganza de la Monarquía Hispánica y de la nobleza castellana contra la nobleza periférica, en la medida en que, frente al declinar económico de Castilla se asistía a un florecimiento de la periferia peninsular. ¿Le parece una interpretación a tomar en consideración?

CMS—La cuestión morisca y la expulsión de 1609 son también temáticas complejas difícil de dirimirse en una breve conversación. La solución de la expulsión se impuso cuando la coyuntura económica derribó las defensas de la nobleza terrateniente, principal beneficiaria de la mano de obra morisca: el descenso de la rentabilidad de los cultivos y el paralelo endeudamiento de la aristocracia con la burguesía censalista de la capital permitieron prestar oído a las voces de los políticos, que denunciaban la siempre posible alianza con el enemigo turco y norteafricano y la presencia del bandolerismo de los monfíes, así como a las voces de los eclesiásticos contrarreformistas (con el patriarca Juan de Ribera a la cabeza), que clamaban contra la imposible asimilación cultural y contra el fracaso de la evangelización pacífica entre los moriscos.

ALS y JdBO—Sobre la sublevación de los Países Bajos contra Felipe II a veces se tiende a encasillar simplemente dentro de las guerras de religión que asolaron a Europa en el siglo XVI. Sin embargo, sorprende que varios de los nobles que encabezaron la rebelión y que fueron ejecutados por sentencia del Tribunal de Tumultos instituido por el duque de Alba, eran católicos, ¿qué otros factores e intereses estaban en juego?

CMS—En Flandes, las reivindicaciones de autonomía política por parte de la nobleza fueron seguidas por un movimiento insurreccional de las clases populares ganadas por el calvinismo, que se manifestó en la destrucción de las imágenes religiosas (iconoclastia). El duque de Alba impuso una severa represión (con la implantación del Tribunal de los Tumultos y la ejecución de los condes de Egmont y Hoorn), hasta que los rebeldes calvinistas ocuparon la ciudad de Brill (o Brielle) cortando en dos el territorio. Después, la alianza entre los flamencos hostiles a la Monarquía Hispánica se quebró dividiendo la revuelta en dos mundos política, social y religiosamente diferenciados: un sur aristocrático, católico y moderado (que seguiría en la órbita imperial española) y un norte burgués, calvinista y radical, que continuaría una guerra sin cuartel contra Felipe II. Esta es una visión rápida que deja al margen gran cantidad de matices, pero tampoco aquí hay espacio para más.

Carlos Martínez Shaw impartiendo una conferencia sobre la Ilustración en el mundo hispánico. Casa de América en 2016.

ALS y JdBO—El conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV quiso unificar los territorios de la península ibérica bajo el paraguas de la Unión de Armas, a través del cual todos los territorios tendrían que contribuir económicamente y con soldados al esfuerzo de guerra de la Monarquía Hispánica en Europa, pero el resultado fue, desde 1640, la sublevación y separación de Portugal, que ya fue definitiva, y también la de Cataluña, aunque en este caso retornó tras 12 años, una vez que el rey había destituido al Conde-duque, por no hablar de la conspiración del duque de Medina Sidonia en Andalucía. ¿Qué reflexiones le suscitan aquellos acontecimientos y cómo valora el tratamiento que la historiografía ha hecho del Conde-duque de Olivares?

CMS—Naturalmente, hay una serie de hechos que preparan las revueltas de Cataluña y Portugal de 1640 (con el apéndice menor de la conjura del duque de Medina Sidonia y el marqués de Ayamonte, que carece del alcance de las anteriores): la Unión de Armas (con la negativa catalana a integrarse en la misma) y la política fiscal de Olivares (bancarrota de 1627, motín de la sal de 1632) preparan la secesión de Cataluña, que se consolida en el escenario bélico de la ocupación francesa de la fortaleza de Salses en el Rosellón, con el problema de los alojamientos militares y las requisas operadas en el Principado, verdadero detonante de un conflicto largamente anunciado. En Portugal, el sentimiento favorable a la independencia se nutrió de la crisis financiera, de la animadversión contra los banqueros conversos protegidos por Olivares y de la supuesta incapacidad de la unión de los reinos para defender el imperio ultramarino portugués. Sobre Olivares es difícil hacer un juicio matizado en unas líneas: trató de frenar la decadencia del Imperio, movilizando los recursos financieros y militares, pero hubo de hacer frente a enemigos muy poderosos (flamencos, alemanes y franceses, sin contar con los interiores). Para una visión más ajustada, hay que leer la completa biografía que le dedicara John Elliott.

ALS y JdBO—En la Guerra de Sucesión de la Monarquía Hispánica que estalló al conocerse el testamento de Carlos II que otorgaba la herencia de sus reinos a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, el rey Sol y paradigma del absolutismo, los territorios de la Corona de Aragón se decantaron mayoritariamente a favor del archiduque Carlos de Austria, abriéndose paso la guerra civil peninsular que implicó a las principales potencias europeas. Según algunos autores, al calor de la sublevación contra Felipe V se produjeron movimientos antiseñoriales y antifeudales, en particular en la Corona de Aragón. ¿Qué elementos puede aportar sobre esta cuestión?

CMS—Es bien sabido que la causa del archiduque Carlos se vio favorecida en el reino de Valencia por el estallido de una nueva insurrección campesina que reclamaba una vez más la abolición de los derechos señoriales, como ya ocurriera en 1693 con la llamada Segunda Germanía, que se propuso la revisión de los títulos en que se fundamentaban las exacciones de los poderosos terratenientes y que se saldó con la derrota de los sublevados dejando sin solucionar naturalmente las reivindicaciones campesinas y preparando el terreno para el nuevo levantamiento de 1705. La causa austracista recibió así un apoyo inesperado, pero esa misma alianza le enajenaría más tarde las simpatías de la aristocracia, el alto clero, los funcionarios reales y la burguesía mercantil, de modo que cuando se quiso controlar la revuelta desde arriba para ampliar las bases sociales del austracismo en el reino de Valencia fue demasiado tarde. Las reivindicaciones campesinas, como en otras ocasiones quedaron desatendidas. Como rezaba un dicho del momento: «Carles Tercer i Felip Quint m’ han deixat amb lo que tinc».

ALS y JdBO—En nuestro artículo abordamos los grandes conflictos del siglo XVI, pero ¿qué podría decirse sobre la conflictividad «menor», los motines en los barcos, las venganzas, el bandidaje, los duelos…? ¿Considera la Edad Moderna una época especialmente conflictiva?

CMS—También el resto de los conflictos sociales han merecido la atención de los historiadores. Para seguir dentro de la Monarquía Hispánica y del Antiguo Régimen, me ocupé de esta cuestión de forma monográfica en otra asignatura de libre configuración también diseñada por mí (y también impartida durante varios cursos) que titulé, de modo provocativo, pero respondiendo a la realidad de los hechos, como «La lucha de clases en la España Moderna». Allí entraron, dentro de una división conceptual que quise muy precisa, desde los motines de subsistencia al bandolerismo social (siguiendo la definición de Eric Hobsbawm), los motines contra las quintas, la oposición pasiva o violenta contra la matrícula de mar, la delincuencia ordinaria de los pobres y los desocupados como defensa frente a una sociedad que no les ofrecía ni trabajo ni horizontes vitales, las rebeldías ocasionales de los marginados (minorías étnico-religiosas, gitanos, esclavos, etcétera) o el fenómeno de la brujería como forma larvada de protesta social. Ahora bien, la Edad Moderna no fue una época especialmente conflictiva, pues lo fueron igual o más otras épocas históricas. Sólo advertimos un recrudecimiento de esta conflictividad en el siglo XVII en comparación con la centuria anterior y la posterior.

ALS y JdBO—Su área de especialidad es el siglo XVIII, y en particular la historia marítima y la historia de los mundos extraeuropeos y, más recientemente, la historia de la primera globalización, ¿podría indicarnos en qué líneas de investigación está trabajando en este momento?

CMS—Como investigador, y empleando una metáfora, puedo decir que he navegado del Océano Atlántico al Océano Pacífico. Inicié mi trayectoria investigadora con mi tesis doctoral sobre Cataluña en la Carrera de Indias para después ocuparme de otros temas (la pesca, la construcción naval, etc.) que me convirtieron en un especialista de la historia marítima (que es por lo que más se me conoce en el ámbito académico). Luego, ya siempre trabajando conjuntamente con mi esposa, la profesora Marina Alfonso, cruzamos el continente americano y llegamos a Filipinas, con lo cual pasamos a estudiar el Galeón de Manila y, en general, las relaciones comerciales entre Filipinas y los virreinatos de Nueva España y Perú. Esta última singladura nos llevó a interesarnos por la cuestión, hoy muy debatida, de la primera globalización y el papel de la plata americana (exportada por la vía del Atlántico y por la vía del Pacífico) en este proceso, hasta el punto de que hemos llegado a caracterizar el preciado metal como el catalizador de la primera globalización. Y en eso sigo (y seguimos) en estos momentos.

ALS y JdBO—¿Desea añadir alguna cuestión más referida a la investigación histórica o a su enseñanza en la actualidad?

CMS—Actualmente, el hecho de mi jubilación y el casi paralelo fenómeno de la pandemia me han llevado a un proceso de adaptación a las nuevas circunstancias. Hemos conservado algo del pasado, como la participación en un proyecto de investigación sobre España y el mundo del Sudeste asiático, la impartición de un Máster sobre la historia de las Filipinas y la continuación de nuestras investigaciones sobre la historia marítima y sobre la primera globalización. Además, continúo con mis actividades en la Real Academia de la Historia, colaboro como profesor honorario con las tareas de mi departamento de Historia Moderna de la UNED, trato de cerrar antiguos proyectos no acabados, acepto la impartición de conferencias sobre temáticas de mi especialidad (últimamente por videoconferencias) y otras tareas que me proponen mis amigos (evaluación de proyectos y de libros y artículos, divulgación histórica en documentales o redacción de prólogos y de reseñas en diarios (El País) o en revistas (Andalucía en la Historia o La Aventura de la Historia, especialmente). Y atiendo solicitudes tan gratas como la realización de esta entrevista.

Para saber más

—Carlos Martínez Shaw (2020). Breve historia de la España Moderna (1474-1808). Madrid: Alianza Editorial.

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Alfredo López Serrano

Doctor en Historia por la UCM y profesor de Enseñanza Secundaria de Geografía e Historia. Entre 2003 y 2017 ha sido Profesor Asociado en la Universidad Carlos III de Madrid. Es Presidente de la Federación Española del Profesorado de Historia y Geografía FEPHG y miembro del Movimiento Cooperativo de Escuela Popular MCEP.

Jesús de Blas Ortega

Doctor en Ciencias Económicas y profesor de Secundaria de Geografía e Historia.

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