No es ningún secreto que Isaac Asimov tenía en mente los trabajos de Edward Gibbon mientras escribía su famosa saga Fundación. Por eso, cuando imaginó su imperio galáctico, lo imaginó como un trasunto de Imperio romano, con su decadencia, su gran saqueo por parte de los bárbaros y la figura del «gran hombre», Hari Seldon, que prácticamente en solitario puede rescatar al imperio de manos de miles de años de oscurantismo (al que le falta añadir el apellido «medieval»).
Aunque no es tan conocida, la obra Roma Eterna de Robert Silverberg, una ucronía en la que el imperio romano no desaparece en el siglo V, sigue unos patrones similares. Tenemos a la abstracta decadencia golpeando de fondo y, sobre todo, la figura del «gran hombre», Titus Gallius, que también en este caso endereza la situación y consigue enmendar él solito la situación del Imperio romano.
Estamos ante unos patrones, unos lugares comunes, que se repiten en la historia de la literatura y en la historia de la historia. Esa idea de que la historia del mundo no es sino la biografía de los grandes hombres, expresada por Thomas Carlyle, se repite subrepticiamente hasta nuestros días y deja poso. ¿Acaso no son determinantes Alejandro Magno, Napoleón o Hitler? Pareciera que los pueblos palidecen bajo esos nombres. El mal rumbo de un imperio solo pueden enderezarlo esas personalidades, y, por supuesto, la alternativa a estos grandes imperios no es deseable. El lector no puede sino sentirse horrorizado al contemplar la posibilidad.
Pero ¿no estamos quizá exagerando un poquito? Son libros de ficción, batallitas espaciales uno y ucronía delirante la otra. Es ficción, es mentira.
A principios de octubre de 2020, vio la luz editorial Pasado interactivo, del historiador Alberto Venegas. En ese ensayo, Venegas analiza diversos videojuegos y explicaba cómo condicionan nuestra visión del pasado. Explica que memoria e historia forman un revoltijo a veces confuso en el que videojuegos como Red Dead Redemption 2 o la saga Call of Duty medran y crean una imagen distorsionada del pasado.
Pero ¿no estamos quizá exagerando un poquito? Son videojuegos. Es ficción, es mentira.
Salvar al Soldado Ryan, que también aparece en el ensayo de Venegas, es piedra angular de lo que comentamos en estas líneas: la distorsión del pasado. A estas alturas no creemos que nadie dude de la influencia del cine y la televisión en la sociedad y, sin embargo, seguro que más de una vez te has parado a pensar que, bueno, eres una persona racional, capaz de diferenciar entre ficción y no-ficción, separar Salvar al Soldado Ryan de la historia de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque así fuera, el acceso de mucha gente a la historia no es sino a través de estas ficciones. Aprenden sobre la Segunda Guerra Mundial con las numerosas producciones que nos machacan por quincuagésima vez el Desembarco de Normandía; con Red Dead Redemption 2 viven una experiencia tan real en el Salvaje Oeste que no puede alejarse mucho de cómo fue en realidad.
Pero ¿no estamos quizá…? Bueno, ya está bien con la broma.
La ficción forma parte de nuestro mundo, nos organizamos gracias a ella, así que, ¿cómo no va a influir en la manera que vemos el pasado? Fundación de Asimov, que veremos a no mucho tardar en formato serie, nos transmite una idea de imperio que está muy asentada en la sociedad y que nació mucho más atrás de lo que imaginamos, pero también nos habla, junto a Roma Eterna de Silverberg, de una manera de entender la historia enfocada en los grandes personajes. Y si los libros pierden fuelle hoy en día como creadores de lugares comunes, ahí tenemos la maquinaria de series, películas y videojuegos, que está echando humo. Pero a nosotros no nos hagas mucho caso, y si te interesa un poco el tema acude al ensayo de Alberto Venegas.