Abdón Mateos cuenta en su haber con la elaboración de una gran cantidad de obras y artículos de Historia Contemporánea, centrando en buena medida su investigación y producción científica en la etapa franquista y en la lucha de la oposición al Régimen, en particular del movimiento obrero, cuestión sobre la que ha escrito numerosos artículos, obras propias y participado en obras colectivas. La Historia de UGT, del PSOE, el surgimiento de CCOO y USO, las polémicas en el seno de las organizaciones obreras sobre la participación o no en el Sindicato Vertical, han representado una línea de investigación desde su juventud.
Alfredo López Serrano y Jesús de Blas Ortega—¿Cómo nació ese interés tan temprano por la historia de la oposición obrera contra el Franquismo?
Abdón Mateos—Fue, en gran medida, fruto de un proyecto estudiantil de mejora docente, proponiendo un curso monográfico de iniciación a la investigación en una de las asignaturas de final de licenciatura, Historia de los Movimientos Sociales. Eso nos permitió recibir conferencias de protagonistas, como Amaro del Rosal, secretario adjunto de UGT en el exilio, y acercarnos a la prensa obrera y a las fuentes de archivo, cuando habían transcurrido siete años desde la muerte de Franco.
ALS y JdBO—En algún artículo usted habla de las huelgas que se produjeron en 1946 y 1947, con especial intensidad en Barcelona y Vizcaya, y se refiere a ellas como las últimas de la «segunda república» ¿podría explicar un poco más esta idea?
AM—Las huelgas que se producen al final de la Segunda Guerra Mundial, son una respuesta de esperanza ante la Liberación y la victoria de los aliados. De forma especial, hay que destacar la huelga general de mayo de 1947 que convocaron los sindicatos en el País Vasco con el apoyo del gobierno vasco en el exilio. Las de 1951 tuvieron ya un carácter de resistencia antifranquista menos nítido, en especial, el boicot a los tranvías en Barcelona.
ALS y JdBO—Parece un hecho constatado que hacia finales de los años 40 el maquis había fracasado como posible alternativa al derrocamiento del régimen franquista, ¿a qué cree que de debió? Por algún escrito suyo hemos podido saber que los socialistas lograron organizar la retirada de una unidad guerrillera que actuaba en el norte del país ¿qué puede contar al respecto?
AM—La guerrilla también tuvo su momento crítico en su capacidad de ofensiva antifranquista en 1944 con la liberación de Francia. Sin embargo, no consiguió superar un estadio prebélico que diera lugar a una insurrección más generalizada y al apoyo abierto de la población, fuera de alguna comarca rural. La represión franquista de posguerra se había convertido en terror y el miedo de la población impedía un reclutamiento masivo hacia los maquis.
El caso de los guerrilleros de Asturias evacuados en 1948 por Indalecio Prieto, presidente del PSOE, se trataba de una treintena de supervivientes a la represión en Asturias y León. Se produjo en el contexto de la matanza de militantes mineros en el Pozu Funeres y de los preparativos de la declaración de San Juan de Luz entre los socialistas y la Confederación de Fuerzas Monárquicas.
ALS y JdBO—Cuando el Partido Comunista de España decidió dar el paso hacia la «infiltración» o «entrismo» en el Vertical allá por los años 50, ¿cómo reaccionaron el resto de las corrientes del movimiento obrero, en particular la corriente socialista y la libertaria? ¿Qué tipo de debates se desarrollaron en esos momentos?
AM—En términos generales, los sindicatos históricos reaccionaron con rechazo y escepticismo ante la evolución del «Vertical» franquista, porque defendían ser los representantes legítimos de los trabajadores. Sin embargo, fuera del discurso público y de la propaganda, hubo debate en el seno de UGT y voces que defendían la utilidad de permitir que los cuadros obreros fueran elegidos por los trabajadores en las elecciones sindicales para los cargos de enlace y de vocal de jurado de empresa.
ALS y JdBO—¿Cuál fue el impacto de las huelgas que se desarrollaron en 1956 en Vizcaya y en 1957 en Asturias? ¿Qué supusieron para el movimiento obrero y también para el régimen franquista?
AM—Las huelgas generalizadas del trienio de 1956-1958 fueron el comienzo de un ciclo nuevo de conflictividad, muy asociado a la mejora de las condiciones de trabajo, que dieron lugar a la aparición de comisiones de obreros para negociarlas. Supuso también la emergencia de una nueva generación obrera, los hijos de la guerra, que no había sido combatiente, pero que seguía influida por veteranos antifascistas. La represión de los huelguistas y su denuncia internacional en el ámbito de la OIT, así como la necesidad del franquismo de ajustar el marco laboral, trajeron consigo la aprobación de la Ley de convenios colectivos.
ALS y JdBO—En algún momento, en diversos artículos, usted se refiere al papel de los movimientos apostólicos católicos en el desarrollo de algunos de los movimientos huelguísticos de los años 50, ¿A qué se debió ese alejamiento de sectores católicos con respecto al Régimen?
AM—La Iglesia nacionalcatólica tenía la pretensión de autonomía de sus organizaciones sociales y de recatolizar a la población. Las organizaciones de apostolado obrero, como la HOAC y la JOC, fueron comprometiéndose con las penosas condiciones laborales de los españoles.
ALS y JdBO—En 1962, como ya había ocurrido en otros momentos de la Historia (octubre de 1934, las huelgas de 1957…), los mineros asturianos se pusieron en huelga y se enfrentaron a la dura represión del Franquismo, ¿cuál fue el alcance y trascendencia de esta huelga más allá de Asturias?
AM—La huelga de los mineros asturianos se extendió a otros lugares de España, especialmente el País Vasco y Barcelona, inaugurando la posibilidad de que las huelgas se generalizasen como una «mancha de aceite», lo que repercutió en la estrategia de la oposición obrera.
ALS y JdBO—En los años 60 el Régimen trató de integrar en el aparato sindical vertical a algunos sectores de la oposición como los llamados «cincopuntistas» de la CNT. Usted que ha dirigido una tesis doctoral de otro profesor de la UNED, Ángel Herrerín, sobre la CNT en la época franquista, ¿qué podría comentarnos al respecto?
AM—El franquismo en los años sesenta tenía la necesidad de acercarse a Europa y lavar su cara con una apariencia de evolución reformista. Los sindicatos tenían un gran peso en Occidente. Por ello, para legitimar esa evolución representativa de la Organización Sindical franquista, el acuerdo con algún sector de los sindicatos históricos constituía un gran triunfo propagandístico. Sin embargo, solamente algunos sectores de la CNT creyeron en la posibilidad de evolución del franquismo con la «sonrisa del régimen», José Solís, y también sectores de las elites franquistas se opusieron a esa posibilidad.
ALS y JdBO—En 1966 las candidaturas de la oposición al Régimen en las elecciones sindicales de ese año lograron imponerse claramente a las candidaturas impulsadas por el aparato oficial del Vertical. En los años siguientes se iba a desencadenar una dura represión que culminó con la declaración del estado excepción de 1969. En las siguientes elecciones sindicales convocadas para 1971 creció el movimiento de rechazo y muchos sectores defendieron el boicot, ¿podría explicarnos cómo se produjo esa evolución desde el apoyo mayoritario a la participación en 1966 hasta el movimiento de rechazo que se desarrolló en 1971?
AM—Los estados de excepción tras las movilizaciones obreras y estudiantiles de la segunda mitad de los años sesenta, radicalizaron a la oposición obrera. Además, la desposesión de cargos sindicales, los despidos y detenciones de activistas, especialmente a partir de 1967, provocaron el rechazo de las organizaciones antifranquistas
ALS y JdBO—Sabemos por sus publicaciones que también ha investigado sobre el movimiento estudiantil en la época franquista, más en concreto sobre la Agrupación Socialista Universitaria (ASU), ¿podría comentarnos el papel de la ASU y del movimiento estudiantil en general en la lucha contra el sindicalismo falangista en la Universidad (SEU)?
AM—La ASU tuvo relevancia en la elección de los delegados de facultad de la Universidad de Madrid entre 1957 y 1960, promoviendo la Unión Democrática de Estudiantes, que luego, daría lugar a la FUDE con el PCE y el Frente de Liberación Popular.
ALS y JdBO—Llama la atención que habiendo jugado el movimiento estudiantil un papel tan relevante en la lucha antifranquista a lo largo de décadas, llegando a constituir la FUDE (Federación Universitaria Democrática de Estudiantes) en un primer momento, más tarde el SDEU (Sindicato Democrático de Estudiantes Universitarios) en varias Universidades, y teniendo el referente histórico del papel que jugó la FUE (Federación Universitaria y Escolar) contra la dictadura de Primo de Rivera y después con la República, no haya sido posible que el movimiento estudiantil del final del Franquismo y la Transición haya podido dotarse de una organización estudiantil permanente, al estilo de lo que supone la UNEF (Union Nationale des Étudiants de France) en Francia o el NUS (National Union of Students) en Reino Unido, ¿cómo explicaría esta situación?
AM—La propia pervivencia de la dictadura y la radicalización estudiantil impidió la consolidación del Sindicato Democrático de Estudiantes a partir de 1968. A partir de entonces, los activistas universitarios intentaron consolidar nuevas organizaciones de izquierda revolucionaria. Aunque alguna organización de universitarios como la ASU fue refundada durante la transición, no hubo una plataforma unitaria a pesar de los debates y movilizaciones sobre la reforma universitaria en tiempos de los gobiernos de UCD.
ALS y JdBO—Hay una reflexión que aparece en alguno de sus artículos que vendría a decir: «con el Sindicato Vertical se intentó impulsar una reforma desde el Régimen y luego también durante la Transición, sin embargo, fracasó y se acabó imponiendo una verdadera ruptura, a diferencia de lo que ocurrió en otros ámbitos como el judicial, el económico…», ¿podría desarrollar algo más este aspecto?
AM—La reforma sindical estuvo de nuevo presente con Martín Villa en el gobierno de Arias Navarro en 1976, pero tanto una parte de las elites como los actores internacionales empujaron hacia el reconocimiento de la libertad sindical. El ejemplo de la Intersindical portuguesa, con predominio del Partido Comunista, así como el empuje del movimiento de Comisiones Obreras, hizo ver la importancia de apoyar a otras opciones como UGT y USO.
ALS y JdBO—¿Quiere comentar algo más sobre sus actuales líneas de investigación o sobre cualquier otro aspecto, como por ejemplo sobre la situación actual del movimiento obrero y de las organizaciones de izquierda?
AM—Comparativamente con el pasado, existe mucho menos compromiso militante con los sindicatos y los partidos políticos, dado que lo importante es el sistema representativo electoral más que secciones sindicales o agrupaciones de partido. He tenido una experiencia reciente como secretario general de ASU entre 2017 y 2019, hoy compuesta más por catedráticos que estudiantes, y a pesar de la crítica situación de la Universidad y la amenaza neoliberal, la movilización de los colegas ha sido mínima.
Respecto a mis líneas de investigación, intento compatibilizar la historia del socialismo español y del antifranquismo, para los que sigo publicando y dirigiendo tesis, con una nueva línea muy alejada en el tiempo. Estoy trabajando sobre el fin del antiguo régimen y la revolución liberal desde la insurgencia en América. Se trata de una historia más transnacional con implicación de actores de ambos hemisferios en el fin de la monarquía imperial.