Las redes sociales tienen un componente mucho más profundo que el de una frívola interacción entre personas o un proceso informativo ligero y a golpe de tuit. Como se suele decir, hay de todo. Y en Descubrir la Historia hemos sido muy afortunados de conocer a grandes personalidades de la divulgación, especialmente en la red del pajarillo azul (Twitter): desde aquellas que tienen un prestigio reconocido hasta aquellas que se lo han ganado a pulso siendo muy jóvenes. Por eso, en estas páginas han aparecido divulgadores de enorme calado, pero no muy conocidos en el ámbito que excede las barreras de internet (que existen). Se pueden ver ejemplos en varios de nuestros números.
En este caso, tenemos la suerte de hablar con Laura Castro Royo (Valencia, 1990), historiadora del arte y dedicada a la mitología y las criaturas que pueblan las leyendas mitológicas, como es el caso de Simurgh, un pájaro mitológico persa que da nombre al proyecto por el que es también reconocida: Las Plumas de Simurgh. Si se trata de hablar de dragones y otros seres que han habitado en la imaginación de numerosas culturas, podemos acudir a ella. Y, sobre todo, si pertenecen a culturas orientales.
Tenía claro que se quería dedicar a Oriente, y eso la ha llevado a Irán y a profundizar en la Persia medieval. Está desarrollando una tesis doctoral en la prestigiosa universidad de St. Andrews, la más antigua de Escocia y una de las más prestigiosas del Reino Unido.
Álvaro López Franco—¿En qué momento de su vida se dio cuenta de que quería ser historiadora? ¿Por qué eligió concretamente la historia del arte?
Laura Castro Royo— Esto va a sonar un poco simple, pero cuando era pequeña había una serie de dibujos, En busca de Carmen Sandiego, que me tenía enamorada. Carmen se dedicaba a robar obras de arte y yo simplemente quería ser como ella, porque me parecía fantástica. También desde pequeña me ha gustado mucho leer, especialmente sobre fantasía y otras mitologías, y poco a poco fui aprendiendo que lo que más me gustaba era conocer otras culturas y sus mundos imaginados. En bachillerato, me encantó cursar Historia del Arte y, de hecho, descubrí que era una disciplina diferente. Lo gracioso es que, cuando llegó el momento de elegir mi carrera universitaria, entré en Periodismo. A los dos meses me di cuenta de que había sido un error, así que acabé primero y me matriculé en Historia del Arte.
ÁL—Su formación universitaria la inició en la Universidad de Valencia, donde cursó estudios de Historia del Arte. Su trabajo final versaba sobre el Islam y las Cantigas de Alfonso X el Sabio. ¿Fue ésta una primera mirada hacia Oriente?
LCR— Sí, desde el principio yo sabía que no quería dedicarme a Occidente. En tercero de carrera obtuve una beca Séneca y estudié en Granada, donde cursé todas las asignaturas remotamente relacionadas con el Islam que pude conseguir. Me encantaba el mundo musulmán y el andalusí, que fue donde empezó mi andadura académica. Quería dedicarme a al-Ándalus, y por eso modifiqué mi trabajo de final de carrera, que en un principio solo era de las Cantigas, para poder introducir el Islam. Me lo pasé genial escribiendo ese trabajo, y a mi tribunal le gustó bastante.

ÁL—De la Universidad de Valencia pasó a la Universidad Complutense de Madrid, para hacer un máster de Estudios Medievales. En la investigación relacionada con el máster ya aparece esa palabra que está íntimamente relacionada con usted: Simurgh. ¿Qué es y por qué le provocó tanto interés?
LCR—Ella no es qué, sino quién. Simurgh es un pájaro de la mitología persa que aparece en el Libro de los Reyes, un poema larguísimo que se escribió en Irán en 1010. Es un ave con propiedades extraordinarias, y en cuanto supe que existía me enamoré de ella y quise saber más. Resultó que no había tanta información sobre ella como yo esperaba, así que supe que tenía trabajo por delante. Tanto fue así, que es el tema de mi tesis.
ÁL—¿Qué lecturas recomendaría a alguien que quiera iniciarse en el conocimiento de la Persia medieval?
LCR— Medieval Persia. 1040-1797, de David Morgan. Hace un recorrido fantástico por todo lo que consideramos Irán en la ‘Edad Media’.
ÁL—¿Hay alguna idea preconcebida sobre Persia que te gustaría desmontar?
LCR— La gente que conoce Persia o Irán suele hacerlo por las guerras médicas y su relación con los griegos. Y pareciera que estaban peleándose constantemente, pero no lo hicieron más que otras potencias en otros periodos históricos. De hecho, los griegos y los persas en tiempo de los Aqueménidas tuvieron una relación bastante buena a pesar de los conflictos armados, que los hubo. Filósofos, sacerdotes y viajeros iban y venían entre los dos sitios, y el intercambio cultural es muy interesante. Ah, y los Inmortales no eran inmortales. Solo que se reponía a los soldados con extrema rapidez. Mi pequeña reivindicación es que existe «Persia» más allá de Grecia, más allá de Roma. El mundo medieval en Irán es fascinante.
ÁL—Ya que hablamos de experiencias internacionales, no queremos dejar pasar la oportunidad de preguntarle por una experiencia que tuvo en el MET y el Brooklyn Museum. ¿Cómo llegó hasta allí?
LCR— Fue como parte de mi investigación doctoral. Contacté con ambos museos porque necesitaba trabajar con piezas que están allí: manuscritos, textiles y azulejos. Y me invitaron a trabajar con ellos el tiempo que necesitase. La verdad es que se portaron excepcionalmente bien, y la experiencia fue increíble. Ya tenía una lista de piezas, pero como me dejaban campar a mis anchas por la sección de arte islámico, podía anotar piezas nuevas que no había visto en la página web y al día siguiente, si se podían mover (algunas piezas están físicamente ancladas a la pared), las tenía encima de la mesa. Me gustaría agradecer una vez más a la conservadora del Islamic Art Department, Navina Haidar, y a Annick Des Roches, Collection Manager. Me trataron fenomenal.
«Filósofos, sacerdotes y viajeros iban y venían entre Grecia e Irán, y el intercambio cultural es muy interesante»
ÁL—Ahora está en St Andrews, donde supervisan su tesis la Dra. Ilse Sturkenboom y el Dr. Saeed Talajooy, ambos especialistas en el mundo persa. ¿Cómo está siendo este proceso doctoral?
LCR— Pues no está siendo fácil, pero me aseguro de disfrutarlo. Yo quería hacer una tesis sobre Simurgh, y ahora que se me ha presentado la oportunidad, quiero aprovecharla al máximo. Me ha costado bastante llegar hasta aquí, así que estoy muy agradecida. Especialmente, a mi familia. No estaría donde estoy si no fuera por ellos. Mis directores de tesis son especialistas en ambas partes, arte y literatura, y estoy encantada con ellos. Tenemos una relación muy buena.
ÁL—En St Andrews es tutora universitaria. ¿En qué consiste este trabajo?
LCR— En St Andrews los alumnos tienen dos tipos de clases: las lectures, que son clases en el sentido más estricto de la palabra, y luego las tutorías o seminarios, que son los que impartimos nosotros, los tutores. Estas sesiones están más orientadas a la discusión de ciertos temas, de los textos que leen cada semana y de lo que han visto en clase. Es mucho más dinámica y puedes llegar a conocerlos muy bien, porque en las clases de primero y segundo pueden llegar a juntarse doscientos alumnos, pero los grupos de las tutorías son de diez personas, como máximo.
ÁL—¿En qué medida es necesario el estudio del persa, como idioma, para su campo de trabajo? Sabemos que está en ello, ¿qué dificultades tiene para un hispanoparlante esta lengua?
LCR— Extremadamente necesario. Los hispanoparlantes tenemos una ventaja, que es la pronunciación. Los iraníes suelen pensar, cuando te escuchan hablar, que eres nativa, pero solo por la forma en que los fonemas trabajan en los idiomas. Es un idioma sorprendentemente parecido al español: se conjuga, las expresiones son similares y tiene muchos verbos compuestos. La única pega es que hay un persa oficial y formal, que es en el que están escritos los libros y el que te enseñan, y luego el persa informal que la gente habla, y a veces no tienen apenas que ver el uno con el otro.

ÁL—¿Cómo fue su estancia en Irán?
LCR— Muy interesante. La verdad es que puede considerarse «otro mundo», tanto como puede considerarse «el mismo mundo». Irán tiene aspectos muy acogedores, y otros hostiles. Pero se tiende a juzgar a la población iraní por la forma de actuar de unos pocos, que me gustaría remarcar que no representan a la mayoría. Al fin y al cabo, un país es un conjunto de muchísimas personas que no deberían ser juzgadas a la ligera. La cultura, el idioma, la música y la comida (¡madre mía, la comida!) son increíbles. Encontré personas muy acogedoras y visité lugares bellísimos, sitios que yo solo había podido ver en fotografías. Pero también sufrí las dificultades del día a día, en un país con un régimen religioso estricto en el que, a fin y al cabo, nunca dejas ser jareyi, que es como nos llaman a los extranjeros.
ÁL—También ha practicado el tiro con arco a caballo, y respecto a ello algo publicará en un nuevo número de esta revista. ¿Nos puede adelantar algo de esta experiencia?
LCR— Que es una de las más locas que he tenido en mi vida y que, por Dios, es increíblemente difícil. Todos los deportes requieren de años de práctica para perfeccionarlos, pero es que este son dos en uno. No era la primera vez que montaba a caballo, pero lo de tirar con arco, y además al galope encima de uno, ya es otra historia. Mientras estuve en Irán estuve yendo a clases los fines de semana. Soy terriblemente mala, porque repito que era la primera vez que hacía algo así, pero me divertí mucho. Adelanto que, aunque suene extraño, es un deporte más popular de lo que parece. Y que tiene una conexión profunda y muy intensa con el pasado cultural de muchos países.
ÁL—Reino Unido cuenta con excelentes museos que seguro que son de utilidad para su trabajo. ¿Alguno en especial ha ayudado tanto para investigación como para algún tipo de inspiración?
LCR— Cuando vivía en Londres, me pasaba todo el tiempo libre que tenía en el British Museum. Concretamente, en la sección de Asiria y los relieves de los palacios de Ashurbanipal y Sennacherib. Ahora que lo pienso, prácticamente vivía allí. Los lamassu me hacían mucha compañía, no sé cuántas veces los habré dibujado. Desde luego, fueron una gran inspiración para el proyecto de Las Plumas de Simurgh. También tuve la ocasión de acudir al V&A [Victoria and Albert Museum], que tiene una colección magnífica, y allí fue cuando descubrí oficialmente que estaba enamorada de los azulejos de estrella, donde muy a menudo aparece Simurgh y muchos, muchos dragones.
«La divulgación de calidad contribuye a erradicar mitos, bulos o tópicos históricos, a veces increíblemente dañinos hacia ciertos sectores por el mal de la historia y la historia del arte»
ÁL—¿Cuál es el objetivo final del proceso en el que actualmente está inmersa? ¿Quiere dedicarse a la investigación y la docencia? ¿Tiene previsto hacerlo en España o no tiene ninguna frontera espacial para continuar con ello?
LCR— El objetivo, aunque suene simple, es terminar la tesis. Me encanta la docencia y la investigación, así que es un mundo en el que me gustaría quedarme. La verdad es que no me pongo fronteras. Es muy probable que vaya allí donde haya un trabajo disponible.
ÁL—Queremos también hablar sobre otras cosas que hace aparte de la actividad académica que, entendemos, ocupa la mayor parte de su tiempo. Es la directora del proyecto, que ha citado hace momento, Las Plumas de Simurgh, con un carácter divulgativo. ¿Qué importancia da a la divulgación entre las responsabilidades de la Academia?
LCR— Una importancia elevadísima. Si yo conocí historias, mitologías y culturas diferentes a las que no me enseñaban en el colegio fue gracias a la divulgación. Es el primer paso de acercamiento a universos que nos pueden quedar un poco o mucho más alejados. Además, la divulgación de calidad contribuye a erradicar mitos, bulos o tópicos históricos, a veces increíblemente dañinos hacia ciertos sectores por el mal uso que se ha hecho y se hace de la historia y la historia del arte. Soy una gran defensora de la divulgación, y quiero mandar un saludo especial a aquellos divulgadores que tengo la suerte, además, de llamar amigos. Hacen una gran labor.

ÁL—Recientemente se ha animado a emitir vídeos en directo, que tienen bastante participación. ¿Por qué decidió lanzarse a ello?
LCR— Porque me lo pidió mi pareja. Es una broma, pero no lo es, sí que me lo sugirió como posibilidad. El formato de vídeo en directo te permite estar en contacto con los espectadores de forma inmediata y se me hace muy divertido. A mí me encanta hablar, y de hecho lo que más me gusta es contar historias, contar cuentos. Y a las personas les encanta escuchar esos cuentos. Así que, gracias a los ánimos de muchas personas, me decidí a empezar algo que, de momento, está teniendo muy buena acogida. Los vídeos en directo son una forma estupenda de compartir conocimiento entre todos.
ÁL—Por último, ¿está trabajando en algún proyecto sobre el que nos pueda desvelar algo?
LCR— Puedo dejar caer que habrá un libro, esperemos que pronto, publicado para que lo leáis. Y hasta ahí puedo decir.