Malditos vecinos. India y Pakistán: tensiones nucleares

Todas las fronteras son artificiales. Sin embargo, la que separa India de Pakistán, trazada por los ingleses en 1947 antes de abandonar esta zona del mundo, produce unas tensiones de enorme voltaje por las elevadas dosis de nacionalismo que hay a cada lado, por la brecha religiosa que supone (división entre musulmanes e hindúes), por la actuación de varios grupos terroristas, por la inestabilidad política, por el pasado bélico (guerras indo-pakistaníes en 1947, 1965, 1971 y 1999) y, especialmente, por la capacidad nuclear que han demostrado ambos países. Ningún intento de pacificación ha tenido éxito, y las malas relaciones entre India y Pakistán siempre tienen protagonismo en la actualidad internacional.

El 5 de agosto de 2019 el parlamento indio revocó el estatus especial del Estado de Jammu y Cachemira, terminando con 65 años de autonomía para la región. La Constitución de 1954 había sido mucho más sensible ante la realidad de esta zona del noroeste del país, y en su artículo 370 reconoció un estatus autónomo para Jammu y Cachemira, en constante tensión por la disputa territorial entre la India y Pakistán. La polémica decisión del parlamento fue recibida con preocupación por la comunidad internacional, y tuvo una inmediata consecuencia con la suspensión de las relaciones comerciales por parte de Pakistán con su vecino. Además, la República islámica retiró a su embajador en Nueva Delhi y cortó el servicio del icónico Samjhauta Express, el llamado «Ferrocarril de la Amistad», que une los dos países.

Este es el último episodio de una larga serie de choques entre India y Pakistán, en la que es con seguridad la relación vecinal más problemática del panorama global. Ni Corea del Norte y Corea del Sur mantienen niveles de tensión tan altos como las dos potencias del subcontinente indio.

El origen de esta mala relación se encuentra en el propio nacimiento de ambos países, en 1947. Cuando los habitantes del Raj británico consiguieron su independencia, desde Londres se crearon dos nuevos sujetos políticos: la Unión de la India, un espacio secular, pero con una mayoría de población hindú; y el Dominio de Pakistán, dividido en dos mitades (Pakistán Occidental y Pakistán Oriental) y claramente musulmán.

La partición del Raj provocó el desplazamiento humano más grande de la historia: alrededor de 14 millones de personas cruzaron la nueva frontera en ambas direcciones. La masiva migración estuvo acompañada por un clima de hostilidad y violencia. Los musulmanes buscaron refugio en el recién creado Pakistán Occidental y los hindúes huyeron a la Unión de la India. En la actualidad hay 200 millones de musulmanes en Pakistán (96,5% de la población) y 195 millones en la India (14,2%), dos enormes masas de población similares y separadas por una frontera creada en 1947. En el caso del hinduismo la balanza está mucho menos equilibrada, con 1.053 millones de hindúes en la India (79,8% de la población) y 3,6 millones en Pakistán (1,8%).

Mapa de Juan Pérez Ventura.

Pese a que la mayoría de los principados que componían el antiguo Raj tuvieron claro a cuál de los dos países incorporarse, hubo uno que prefirió mantenerse neutral. El príncipe Hari Singh, del principado de Jammu y Cachemira, era hindú, pero la mayoría de la población de su territorio profesaban el islam. Para no tomar una decisión unilateral prometió celebrar un referéndum, pero en aquellos momentos de inestabilidad y confusión hubo varios levantamientos populares en distintos puntos de la región donde la población musulmana apostaba por la unión con Pakistán Occidental. Hari Singh pidió ayuda a la India para sofocar las revueltas y el ejército indio entró en Jammu y Cachemira en octubre de 1947. Pakistán respondió inmediatamente con una invasión a gran escala de lo que consideraba un territorio naturalmente suyo. La primera guerra entre los dos jóvenes países se alargó hasta 1949, y resultó con el problemático reparto de poder territorial en la histórica región de Cachemira. Un reparto que no contentó a nadie y que se mantiene en la actualidad.

En la mitad de Cachemira controlada por Pakistán, la república islámica ha creado dos entidades administrativas: la provincia de Gilgit-Baltistan, con una población de casi dos millones de personas, y el territorio autónomo de Azad Cachemira, que goza de independencia política dentro de la Constitución pakistaní. Ambas entidades son rechazadas por la India, que se refiere a esta zona de Cachemira como «Cachemira ocupada por Pakistán».

Por su parte, en la zona controlada por la India y reclamada por Pakistán, la república hindú tenía hasta hace unas semanas el Estado de Jammu y Cachemira, que disfrutaba de un estatus especial también consagrado en la Constitución. La decisión que el parlamento de la India tomó en agosto de 2019 (y que entró en vigor el 31 de octubre) transformó el Estado de Jammu y Cachemira en dos nuevas entidades políticas: el territorio de Ladakh y el territorio de Jammu y Cachemira. Los territorios son, junto a los estados, los tipos de división administrativa existentes en el país, que se compone de 28 estados y
9 territorios.

El mundo contuvo la respiración en mayo de 1998, cuando India y Pakistán realizaron sendos ensayos nucleares. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condenó ambos ensayos.

Un tercer actor entra en acción en la región montañosa de Cachemira: China. La superpotencia asiática controla dos territorios reclamados por India y a los que Pakistán renunció a principios de los años sesenta. En este sentido, las reclamaciones son diferentes por parte de cada protagonista: China no reclama ningún otro territorio más allá de los que ya controla, Pakistán reclama los territorios de Ladakh y de Jammu y Cachemira, y la India reclama la región en su totalidad. Esta demanda maximalista de la India provoca que sus enemigos se multipliquen y se lleguen a entender entre ellos. En la actualidad Pakistán y China son dos buenos amigos geopolíticos y económicos, y en 1963 Pakistán cedió voluntariamente una porción de la disputada Cachemira a su vecino del norte.

En 1965 estalló la segunda guerra indo-pakistaní, debido a que el Gobierno de Pakistán había infiltrado a soldados disfrazados de locales para fomentar una insurrección por parte de la población musulmana del Estado de Jammu y Cachemira. Descubiertos rápidamente, el ejército indio movilizó a 700 tanques y otros tantos aviones para lanzar una ofensiva a gran escala contra su vecino. Aunque el conflicto apenas se alargó durante un mes, más de 3.000 hombres perdieron la vida en cada bando. Como siempre sucede en los conflictos entre Pakistán e India los datos son inciertos.

Entre marzo y diciembre de 1971 la India apoyó al movimiento independentista bangladesí Mukti Bahini en su lucha contra el Ejército pakistaní en Pakistán Oriental. Las fuerzas gubernamentales fueron derrotadas con claridad y Pakistán Oriental evolucionó en Bangladesh, un nuevo país para el subcontinente indio. El apoyo de la India a Bangladesh supuso en la práctica la tercera guerra entre India y Pakistán en menos de treinta años. El bloqueo del puerto de Karachi y las derrotas a ambos lados de la frontera propiciaron la rendición incondicional de Pakistán. En el marco del Acuerdo de Simla, en 1972 se creó la llamada Línea de Control, una frontera militarizada que pretendía ser el primer paso para la pacificación de Cachemira, dividida a partir de entonces en dos mitades bien diferenciadas. Sin embargo, al no desistir en sus reclamaciones territoriales, ambos países violaron la Línea de Control en varias ocasiones.

En 1984 comenzó un nuevo conflicto, esta vez de menor dimensión, entre los dos vecinos por el control del glaciar de Siachen. La lucha por esta insignificante y baldía tierra congelada es buena muestra del odio irremediable que se tienen ambos contrincantes, incapaces de ceder un centímetro de tierra a su enemigo. La llamada guerra de Siachen no finalizaría hasta el año 2003, con un alto el fuego que la India consideró una victoria. Sin embargo, el conflicto no se resolvió, y en la actualidad la soberanía sobre esta porción de hielo no está clara.

Mucho más grave fue lo ocurrido en mayo de 1998, que mantuvo al mundo conteniendo la respiración. El día 11 la India lanzó cinco bombas nucleares en las llanuras de Rajastán, estado colindante con Pakistán. Este test militar tuvo su respuesta doce días después, cuando el ejército pakistaní sorprendió a la comunidad internacional desvelando que también tenía la bomba nuclear: otras cinco cabezas fueron detonadas, esta vez en la desértica provincia de Balochistán. Con dos potencias nucleares mostrando músculo y confirmando su enemistad, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas firmó la Resolución 1172, condenando ambos ensayos. Mientras que Irán, China y Turquía felicitaron a Pakistán por sus avances nucleares, las potencias occidentales se alinearon con la India.

Todos los ingredientes hacían temer lo peor cuando a principios de mayo de 1999 un grupo de soldados pakistaníes se disfrazaron de milicianos cachemires y atravesaron la Línea de Control. Al ser descubiertos por el ejército indio estalló la cuarta guerra entre Pakistán y la India. En esta ocasión el conflicto duró poco más de cinco meses y se desarrolló enteramente en la frontera. La llamada Guerra de Kargil terminó el 10 de julio y dejó un total de mil muertos, si bien las cifras varían de manera notable en función de la fuente consultada. Inmediatamente tras el conflicto, que se saldó con la victoria india y la recuperación del Valle de Kargil, ambos países iniciaron una congelación de sus relaciones y movilizaron a sus ejércitos para proteger la frontera.

En 2001 dos de los grupos terroristas más activos en la India, Lashkar-e-Taiba (LeT) y Jaish-e-Mohammed (JeM), ambos con base en Pakistán, unieron fuerzas para atacar el mismísimo parlamento indio en Nueva Delhi. El 13 de diciembre cinco asaltantes mataron a varios policías antes de ser abatidos. LeT siguió atacando en suelo indio con fuerza durante los siguientes años. En febrero de 2007 terroristas del LeT detonaron varias bombas en dos vagones del Samjhauta Express, matando a setenta pasajeros, y en noviembre de 2008 perpetraron su mayor atentado, sorprendiendo a todos con su organización y planificación. El ataque comenzó el miércoles 26 y se alargó hasta el día 29. Los atacantes eran únicamente diez, pero su coordinación les permitió realizar hasta doce tiroteos en seis localizaciones diferentes del centro de Bombay. Sembraron el caos en el Taj Mahal Palace Hotel, en varias cafeterías e incluso en un hospital. Cuando la policía consiguió abatirles en la noche del sábado habían dejado un sangriento rastro de 166 muertos.

Entrenados en varios campamentos en Pakistán, los milicianos del LeT demostraron con sus ataques en Bombay contar con medios materiales profesionales. India pidió a Pakistán que extraditara a varios sospechosos de la organización para juzgarlos, pero la República islámica se negó. El Gobierno indio mantiene desde entonces la denuncia pública de que el Gobierno pakistaní está apoyando directamente a este tipo de grupos terroristas, una acusación muy seria a la que se suman otros países como Reino Unido o Francia.

Tras unos años de tensiones puntuales repetidas, con ataques islamistas pakistaníes y bombardeos de la aviación india sobre supuestos campamentos terroristas, en 2019 las relaciones se volvieron a congelar. El ataque perpetrado el 14 de febrero por JeM en la ciudad de Pulwana, en el Estado de Jammu y Cachemira, provocó el cese de los intercambios comerciales y las relaciones diplomáticas entre India y Pakistán. El atentado se saldó con la muerte de 40 soldados, la mayor matanza contra las fuerzas indias realizada por la insurgencia musulmana. El 26 de febrero la aviación india cruzó la Línea de Control y bombardeó varias posiciones en territorio pakistaní, y al día siguiente el Ejército pakistaní respondió bombardeando Jammu y Cachemira.

Las que son las primeras incursiones aéreas militares desde la guerra de 1971 no parecen indicar que el conflicto indo-pakistaní esté resolviéndose. El clima que se ha vivido en 2019 ha sido especialmente tenso y violento, y ahora mismo las dos potencias nucleares no mantienen comunicación diplomática. El escenario no puede ser peor. Sin duda estamos ante la vecindad más peligrosa que existe en el mundo actualmente, en la que chocan tres de las dimensiones de la vida más importantes para muchas personas: la nación, la religión y la tierra.

Para saber más

—Powers, T. (2018). «The War without End», The New York Review of Books, vol. 65, núm. 7.

—Budania, S. M. (1995). «India’s Pakistan Policy: A Study in the Context of Security» South Asian Studies, vol. 30, núm. 2

—Sumantra, Bose (2003). Kashmir: Roots of Conflict, Paths to Peace. Harvard University Press.

—Snedden, Christopher (2013) Kashmir: The Unwritten Story, HarperCollins

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Juan Pérez Ventura

Profesor de Geografía e Historia. Máster en Relaciones Internacionales. Divulgador y cartógrafo. Fundador de la página web multidisciplinar VENTURA.

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