Antes de nada, estimado lector, repare en el título que encabeza este texto, es importante. Con calma, cada detalle cuenta. Descubrir la Historia… en Cáceres.
Como se intuye, el verbo señala la intencionalidad de correr el velo y de indagar en un mundo —o un tiempo—, oculto, difuso, como envuelto en una intensa niebla. En efecto, la Historia, con artículo determinado y en mayúscula, a menudo se nos presenta densa, translúcida y en demasía distorsionada. No nos referimos a una historia cualquiera, es decir, al relato de un acontecimiento o suceso concreto, real o imaginario, ocurrido, o no, en el pasado. Se trata, más bien, de todo el bagaje cultural acumulado a lo largo del tiempo por el ser humano en su relación con la sociedad que lo rodea y que, convertido en conocimiento, permite explicar y entender el presente. Del uso de ese conocimiento histórico depende el devenir.

La Historia no es únicamente sinónimo de pasado (lo que sería historia, en minúscula), sino también, y de manera fundamental, de memoria y de experiencia. Pues, imaginemos por un momento, ¿qué sería de una persona sin experiencia ni experiencias? ¿Y sin memoria? La respuesta parece obvia. Se comprenderá, por tanto, lo primordial que resulta conocer la Historia para el desarrollo de una sociedad, de nuestra sociedad. Consideramos por ello que descubrir la Historia es, sin temor a equivocarnos, una responsabilidad humana además de un maravilloso viaje en busca de nuestra razón de ser (humanos). La cursiva digamos que es un guiño a una revista con alma. Pocas palabras más bastan.
Ahora bien, ¿…en Cáceres? ¿Por qué? A muchos lectores les resultará extraña esta propuesta. Ciertas personas tendrán que buscar incluso su situación en el mapa. A otras, en cambio, se les dibujará en la mente el grato recuerdo de algún festival. Otras pocas, por fin, asentirán con la cabeza, sabedoras de la riqueza patrimonial que contiene la capital altoextremeña.
Sí, proponemos Cáceres por el extraordinario legado artístico y arqueológico que atesora pero también, como veremos, porque en ella se puede asimilar, paso a paso, toda la Historia de nuestra Península. Todo ello sin demasiada superficialidad ni discurso grandilocuente, debido precisamente a la enorme falta de estima y conciencia que sobre la realidad histórica de la ciudad y su región se tiene aún, incluso, entre los propios cacereños y extremeños. No digamos ya para el resto de españoles. Y es que mientras otras ciudades españolas igualmente declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO son perfectamente reconocidas e identificadas con monumentos determinados –caso de Ávila con su muralla o de Cuenca con sus casas colgadas—, no parece ocurrir lo mismo con Cáceres.

Pudiera derivar su extendido desconocimiento de su situación en la de por sí olvidada región de Extremadura, allá en el lejano oeste español, pero ello no se sostiene si pensamos que Mérida, la capital de aquella Comunidad Autónoma, sí que goza de relativo reconocimiento nacional, resonancia asociada a su magnífico teatro romano y al Festival de Teatro Clásico. Podría pensarse entonces que, a diferencia de su hermana emeritense y de otras ciudades ibéricas, Cáceres no dispusiera de un monumento particular que la hiciese especial. Pero tampoco esto es así, puesto que sí existe ese edificio histórico que la convierte en única en su contexto peninsular. Mantendremos, de momento, este enigma oculto.

Entonces, ¿cuál es la causa de la extendida ignorancia sobre una ciudad tan rica artística y arqueológicamente? No cabe duda que la marginalidad extremeña en lo que respecta a promoción y comunicaciones o la falta de costa o grandes núcleos urbanos que ejerzan como polos de atracción han ayudado tradicionalmente a su desconocimiento por gran parte de los habitantes del país. La lejanía de las grandes urbes, por suerte o por desgracia, la han mantenido de la misma manera fuera de los circuitos más frecuentados por los viajeros, al contrario de Segovia, Évora o Tarragona con respecto a Madrid, Lisboa o Barcelona. No nos engañemos tampoco, Cáceres no ha jugado el papel esencial en la Historia de España que han ejercido otras ciudades como Córdoba, Toledo, Santiago o la propia Mérida. Por consiguiente, la razón no debe ser una sino muchas, mezcla de todas las mencionadas y de alguna más, como el eterno complejo de inferioridad que parece pesar sobre los extremeños, poco conscientes aún de su Historia y de su Patrimonio.
Y, sin embargo, paradójicamente, todos estos motivos son los mismos que posibilitan hoy que Cáceres sea una de las mejores ciudades para aprender y vivir la Historia, descubriéndola, insistimos, paso a paso.
Comenzaremos por sus alrededores, donde espacios naturales como Los Barruecos o la Ribera del Marco y los restos encontrados en cuevas como Maltravieso, Santa Ana y el Conejar, nos hablarán de las comunidades humanas de la Prehistoria. Acto seguido, el campamento romano de Cáceres el Viejo y los restos arqueológicos de Norba Caesarina mostrarán el poder del Imperio de Roma. Más adelante, las sociedades de frontera que caracterizan la Edad Media ibérica, cristiana e islámica, podrán ser explicadas analizando el magníficamente preservado recinto amurallado andalusí y el surgimiento de la Orden de Santiago, nacida en suelo cacereño en el siglo XII.
Continuaremos el camino hacia la modernidad viendo cómo nobles y eclesiásticos erigieron iglesias, conventos y casas palaciegas por doquier en Cáceres. También habrá tiempo para conocer los motivos de la expulsión de judíos, moriscos y jesuitas del solar hispánico, pues sus ecos aún perduran en estas tierras. Entenderemos las consecuencias de la eterna frontera con Portugal y de las epopeyas extremeñas, ibéricas, en América. Por último, el desarrollo de la villa cacereña a partir de la creación de la Real Audiencia de Extremadura llevará a convertirla en capital provincial y en centro receptor de gentes e ideas contemporáneas. Ejemplo español de ciudad provinciana (contextualícese el adjetivo), aparecerá la industria minera, el ferrocarril, el título de ciudad, una incipiente élite intelectual y, más recientemente, la Universidad.

Dará tiempo también a reflexionar sobre el porvenir de las ciudades patrimoniales como focos receptores de visitantes muy variados, unos viajeros y otros turistas. En los albores del siglo XXI estas deliberaciones son necesarias para que nuestros centros históricos no se conviertan en parques temáticos. Cáceres no es solamente una ciudad preciosa, digna de fotografiar o de actuar como plató de cine y televisión. Cáceres es, sobre todo, un lugar donde el Patrimonio ha de ejercer como eje del desarrollo cultural de nuestra sociedad.
Ha llegado el momento de descubrir la Historia… en Cáceres.
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