Ricardo Artola: «La carrera espacial terminó con la llegada a la Luna»

Hablamos con el historiador Ricardo Artola sobre la llegada del hombre (o de la humanidad) a la Luna en el 50º aniversario de aquel hito, pero también sobre la interesante carrera espacial.

Ricardo Artola (1962) es licenciado en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid. Es el fundador y editor de Arzalia Ediciones, sello centrado en temas de historia que nació en octubre de 2017. No es su única experiencia editorial, ya que tiene una amplia experiencia como editor en Alianza Editorial, Editorial Planeta, Ediciones B y Kailas.

Un encargo editorial de Espasa Calpe le hizo aterrizar (literalmente) en en los temas espaciales. Ese encargo dio lugar a una edición anterior de su libro con el título de La conquista de la Luna.

Para poder abordar el tema en una época pre-Amazon y casi en un momento de menor desarrollo de la informática e internet, se fue a investigar a la sede central de la NASA en Washington, donde pasó dos semanas de intenso y fructífero trabajo encuadrado en la Oficina del Historiador de la NASA. Fue el año de los atentados de Al Qaeda contra las embajadas estadounidenses de Nairobi y Dar es Salaam (1998) y las medidas de seguridad para entrar en la NASA estaban especialmente reforzadas.

Se han cumplido 50 años de la llegada de los que, sin considerarse a sí mismo héroes, representaron a la humanidad, que pisaba la Luna por primera vez. Imaginada y fuente constante de inspiración para los seres humanos, el 20 de julio de 1969 se cumplió ese sueño (anunciado como proyecto nacional por el presidente Kennedy en 1962) gracias al desarrollo técnico y a un enorme esfuerzo presupuestario.

Pregunta—Serguéi Korolev, el gran artífice de los logros soviéticos en la carrera espacial. ¿Era libre de llevar a cabo sus proyectos en base a decisiones técnicas y científicas o su trabajo estaba supeditado a decisiones militares y del partido?

Respuesta—Me parece una pregunta interesante. Korolev fue uno de tantos que padeció el Gran Terror de 1937, desencadenado por Stalin. Curiosamente, años después llegó a departir con él en virtud del embrión del programa espacial soviético y, por lo que se sabe, sentía cierta admiración hacia su figura.

Como tantos pioneros de la era espacial sentía el impulso de poner naves en el espacio, con el objetivo último de llegar a la Luna. Fue uno más de los que sintieron la inspiración en la obra de Julio Verne. 

P—¿Quién le debe más, la NASA a Wernher von Braun o Roscosmos a Sergei Korolev? O, dicho de otra manera, ¿Estados Unidos habría llegado a la Luna sin von Braun y la Unión Soviética habría puesto en órbita a Yuri Gagarin sin Sergei Korolev?

R- Otra pregunta interesante. A mí no me gustan los contrafácticos del tipo «¿Hubiera ganado la guerra Hitler si no hubiera invadido la URSS?», por ejemplo.

Lo que sí es cierto es que se trata de dos figuras que brillan con luz propia en sus respectivos programas espaciales. La capacidad de cohetes de Estados Unidos en el momento del primer Sputnik era muy cuestionable, incluyendo algunos fallos clamorosos. La llegada de Von Braun al frente de este aspecto de la era espacial fue muy relevante y seguirá siéndolo hasta el final del programa Apolo. Probablemente Estados Unidos, como primera potencial mundial, hubiera encontrado su camino, aunque le hubiera costado más.

En el caso de Sergei Korolev influyó su muerte a una edad temprana en la continuidad de los programas que estaba desarrollando. Además, existe la diferencia entre ambas potencias a efectos de conocer los costes de sus respectivos programas espaciales. En Estados Unidos se sabía al céntimo puesto que tenía que aprobarse todos los años en el Congreso, mientras que en la Unión Soviética se trabajaba a ciegas en este sentido.

P—¿Quién fue mejor de los dos?

R– Von Braun fue un auténtico niño prodigio. En ambos casos, cuando revisas su biografía y compruebas a qué edades hicieron lo que hicieron, piensas que estaban llamados a grandes logros en la ingeniería espacial, no era casual. Von Braun estaba construyendo y lanzando cohetes rudimentarios antes de cumplir veinte años, cuando se trataba de una tecnología experimental. 

P—¿Cómo era el Centro de Mando de la agencia espacial de la Unión Soviética? ¿Estaba formado solo por científicos e ingenieros?

R- Hay que tener en cuenta que el programa espacial soviético estaba rodeado de misterio, en virtud de la paranoia de ese país respecto al posible espionaje por parte de Estados Unidos. En este sentido llama la atención que la propia figura de Korolev era deliberadamente desconocida para evitar que fuera secuestrado. Se le conocía en la prensa como Diseñador Jefe y el público se enteró de su identidad por la noticia de su muerte en Pravda.

El principal lugar de lanzamiento de cohetes soviéticos era Baikonour, aunque el emplazamiento real está en Tiuratam, a unos cientos de kilómetros, también para evitar el posible espionaje. 

P—En cuanto a las misiones lunares, sabemos de la cobertura de comunicación de la NASA, mientras que no sabemos nada de lo que harían los soviéticos cuando la posición de las naves no estuviese «a la vista». Los estadounidenses tenían California, Australia y España… ¿Ellos Cuba y…?

R- Gracias a la enorme extensión de la Unión Soviética podían lograr desde su propio territorio una enorme «horquilla» de comunicación. Además, al no tener un programa tripulado para ir a la Luna no necesitaban cubrir toda la superficie terrestre como sí fue el caso de Estados Unidos, de ahí las tres estaciones que mencionas. 

P—Sobre Armstrong, ¿por qué su silencio en todos los documentales posteriores que se han hecho, mientras sus compañeros sí participaron en varios?

R- Creo que, simplemente, es una cuestión de personalidad. Me da la impresión de que Armstrong era una persona más bien callada, además de haber demostrado tener un temple de acero en sus misiones previas.

En los casos de Collins y Aldrin (y en los de los siguientes astronautas que fueron a la Luna) creo que se trataba de una misión muy exclusiva que debía tener un impacto emocional importante, que podía llevar a una reflexión filosófica sobre la vida, la religión, el lugar del hombre en el cosmos, etc. Y todo ello pudo modificar el carácter de los pioneros de la Luna.

 P—Y también sobre Armstrong, ¿la visión que de él se da en la película First man es correcta? Y, si fuese así: ¿cómo un hombre, deprimido por la muerte de su hija pequeña, pudo ir a la Luna pasando las pruebas psicológicas?

R- No he visto la película, pero conozco el género en manos de Hollywood. Personalmente nunca me ha interesado este aspecto de la historia, creo que no es relevante, sino herramientas propias de lo que se llaman bioclips, es decir, biografías pasadas a la gran pantalla y para el gran público.

En todos los programas de selección de astronautas, empezando por el primero y más famoso (Mercury) sus miembros se vieron sometidos al mayor proceso de selección y entrenamiento de la historia, superior al de los militares más sofisticados. Y eso incluía un profundo análisis de la personalidad.

Ricardo Artola.

P—El gran héroe de la llega a la Luna fue Neil Armstrong, siendo el gran protagonista en los medios de comunicación. ¿Esto pudo provocar algún sentimiento negativo en Collins, Aldrin o alguno de los demás astronautas que llegaron a la Luna después?

R- Creo que donde había una gran competitividad era por formar parte de la primera misión tripulada con el objetivo de ir a la Luna, porque todos eran conscientes de que esa era la gran misión, con diferencia. La 8 fue la primera vez que los astronautas viajaron a la Luna y regresaron. Al terminar de dar la vuelta al satélite, y ya de regreso a la Tierra, contemplaron (y fotografiaron) una imagen icónica de la era espacial que ha influido en nuestra percepción de nuestro lugar en el mundo: la Tierra vista desde el espacio.

Sin embargo, las misiones 9 y 10, y después de la 12 a la 17 fueron mucho menos atractivas para los astronautas que las dos mencionadas. La 13 se convirtió en excepcional por las circunstancias del accidente y porque se puede decir que rozó el milagro que los astronautas volvieran sanos y salvos.

Al que sí le pudo afectar es a Collins, que tenía asignado quedarse en el Módulo de Mando, orbitando la Luna, mientras sus compañeros descendían. Tuvo unas cuantas horas para reflexionar que había llegado tan cerca y, sin embargo, no podía descender sobre la Luna. Es un aspecto psicológico interesante del Apolo 11.

P—Los héroes soviéticos y americanos que arriesgaron (o perdieron) sus vidas, ¿lo hicieron de manera voluntaria y consciente del peligro al que se enfrentaban o fueron obligados o engañados a ser conejillos de indias de tecnologías apenas probadas?

R—Yo no creo que fueran engañados, creo que todo el mundo era muy consciente en aquella época de que formaba parte de un colectivo muy exclusivo y que eran unas misiones donde indudablemente existía el peligro. Todos ellos eran militares y el militar sabe que su vida, aunque no sean tiempos de guerra, siempre está en peligro. Globalmente sí son conejillos de indias, pero a sabiendas, tanto los americanos como los soviéticos. Es que no se sabía nada. Ahora hay cosas que nos llaman la atención porque hemos visto a cosmonautas, sobre todo, pasar meses y meses, hasta un año, en el espacio con lo que ello supone, como la pérdida de masa muscular y todas las cosas que pasan. Pero es que cuando empezó la era espacial no se sabía ni siquiera si podían ir al espacio cinco minutos sin morir o sin tener secuelas graves. Todo hubo que aprenderlo a base de hacerlo. Se descubrieron un montón de cosas que no se conocían porque nunca se habían hecho. Pero no fue en el sentido de que los mandatarios de uno o otro país supieran que estaban conduciéndoles a una muerte segura o a una misión muy arriesgada y se lo ocultaran. Eso no era así.

P—Hoy en día, ¿podemos decir que asistimos a una nueva carrera espacial con motivo de la competencia estatal y privada en el despliegue de satélites, estaciones espaciales, la llegada a Marte o la vuelta a la Luna?

R—Yo defino que la carrera espacial es una cosa que empezó el 5 de octubre de 1957 y acabó el 20 de julio del 1969. Es decir, empieza cuando los soviéticos lanzan el Sputnik y acaba cuando los estadounidenses llegaron a la luna con éxito. O, si quieres, el 24 de julio cuando vuelven sanos y salvos. Yo creo que los periodistas confunden era espacial con carrera espacial. Es decir, siguen hablando de carrera espacial, y yo creo que la carrera espacial se acabó ese día y no pasa nada. Es como decir que va a seguir habiendo guerras, pero que la Segunda Guerra Mundial acabó en 1945. Yo creo que lo que sí hay es que luego sigue la era espacial. La era espacial es todo lo que viene después del Sputnik, y eso va a seguir mientras siga habiendo actividad en el espacio.

Respecto al futuro, aunque a los historiadores no les corresponde elucubrar, está claro que Rusia, como heredera de la Unión Soviética, ha perdido mucha fuerza como segunda potencia espacial. China sí puede convertirse en la segunda, a la sombra de Estados Unidos. Y Europa, que también ha sido (y es) una potencia espacial.

P—La famosa frase «Ese es un pequeño paso para el Hombre, un salto para la Humanidad» («That’s one small step for Man, one giant leap for mankind»), ¿es realmente lo que dijo Armstrong al pie del módulo lunar, o fue realmente «Ese es un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad» («That’s one small step for a man, ¿one giant leap for Mankind»)?

R—Sí, efectivamente esa es una cosa que se ha comentado. Evidentemente es una frase preparada. Cuando tú llegas allí lo que no puedes hacer es, encima, ponerte a hacer frases redondas. Había un departamento de prensa de la NASA muy importante y lo que se dijo seguramente estaba previsto y trabajado. Con los nervios y la excitación de ese momento, Armstrong se comió una palabra. Además, si lo escuchas es un audio entrecortado, como jadeante. Se come el «a», y dice «for man», pero se lo come por un error. Igual que en los libros hay erratas. Lo que quería decir obviamente era eso, y hemos rellenado la línea de puntos.  

Preguntas propuestas por Arturo Barranco Ríos y Juan José Narváez Rueda. Transcripción realizada por Gala Yagüe Narváez.

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Álvaro López Franco

Periodista. Director de 'Descubrir la Historia'. Mi ámbito de especialización es la historia contemporánea y la historia de la comunicación social, periodos en los que centro mi actividad investigadora.

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