Stalingrado (1943): punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial

La batalla de Stalingrado, ciudad soviética bañada por el río Volga —la actual Volgogrado—, se inició en agosto de 1942 y finalizó en febrero de 1943. La capitulación del VI ejército alemán, comandado por el general Paulus, supuso la mayor derrota sufrida hasta entonces por la Alemania nazi desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

La decisión de Hitler de comenzar la invasión de la Unión Soviética en junio de 1941 se iba a convertir en el mayor de los fracasos cosechados por el ejército alemán.

Hitler y Stalin habían suscrito en agosto de 1939 un Tratado de no agresión (Pacto Ribbentrop-Molotov) que entre sus cláusulas secretas contemplaba el reparto de Polonia y la ocupación soviética de los Países Bálticos, Finlandia y dos regiones rumanas (Besarabia y Bucovina). A los pocos días de la firma, el día 1 de septiembre de 1939, la Wehrmacht iniciaba la invasión de la mitad occidental de Polonia, y dos días después, Reino Unido y Francia le declaraban la guerra a Alemania, iniciándose así de nuevo la guerra en Europa, que acabaría siendo también, como la Gran Guerra anterior, de alcance mundial.

Tras la rápida ocupación de los países nórdicos (Dinamarca y Noruega, ya que Suecia se pudo mantener neutral), luego de Holanda, Bélgica y finalmente Francia (donde se constituyó un gobierno colaboracionista en Vichy al mando de general Pétain), Hitler fracasaría en su intento de cruzar el Canal de la Mancha y asaltar las islas británicas. Así que decidiría emprender la «Operación Barbarroja» de invasión de la Unión Soviética, territorios que consideraba vitales en su teoría del «espacio vital» germánico, por las materias primas y la producción de cereal que podría aportar. Además consideraba a los pueblos eslavos racialmente inferiores.

La ofensiva inicial fue fulminante. Más de 3 millones de soldados de tres cuerpos de ejército de la Wehrmacht participaron en la invasión. En pocas semanas los ejércitos alemanes conquistaron Ucrania y su capital Kiev, donde iban a encontrar grupos colaboracionistas para la persecución y matanza de la población judía, llegando hasta las puertas de Leningrado y Moscú. Pero la irrupción del «general invierno» paralizaría la ofensiva final. Las duras condiciones climatológicas permitieron, sin embargo, contraatacar a los soviéticos y hacer retroceder a las líneas alemanas, que además se iban a ver hostigadas en la retaguardia por la formación de guerrillas partisanas, cuyo campo de operaciones se extendió a Ucrania.

«En Stalingrado todo aquel que todavía tenía cabeza y manos, tanto hombres como mujeres, seguía luchando».

Beevor; 2012, pág. 216.

Ante la necesidad de suministro energético para sus tanques y vehículos de transporte, el mando alemán decidió iniciar una ofensiva hacia el Cáucaso, en busca del petróleo de Bakú, en cuyo camino se interponía Stalingrado, la ciudad bañada por el río Volga.

La resistencia de la población soviética en Stalingrado fue numantina y con la llegada del invierno las tropas alemanas se vieron de nuevo paralizadas. Capitulando finalmente en enero de 1943. A partir de ese momento, el ejército alemán se iba a batir en retirada. Hubo un intento de contraataque en Kursk en el verano de 1943, pero los tanques y vehículos acorazados alemanes sucumbieron ante el empuje de los soviéticos, resultando ser la confirmación de la derrota anterior en Stalingrado.

El gran director de cine norteamericano, Oliver Stone, que presentó en el Festival de San Sebastián de 2013 una serie documental de 10 capítulos titulada La Historia que jamás se contó en EEUU, señala que a los norteamericanos se les ha inculcado la idea de que la derrota de la Alemania nazi se debió a la intervención del ejército de los EEUU, pero en el documental se afirma que eso no fue así. Se señala que la derrota de la Alemania nazi fue obra, en primer lugar, del pueblo ruso, que con un espíritu solidario y de entrega infinita resistió en condiciones durísimas. Volcándose como «un sólo hombre» hasta derrotar a la poderosísima maquinaria de guerra alemana. Y Stalingrado, pero también Leningrado y Moscú, representan los iconos de esa resistencia y voluntad de victoria del pueblo ruso. Esta idea queda magníficamente recogida en el capítulo 1 de la serie documental que RTVE retransmitió hace unos años en La 2.

Esta apreciación de Stone es también magníficamente descrita por el historiador británico Antony Beevor cuando transcribiendo la carta de un cabo alemán a su familia señala: «En Stalingrado todo aquel que todavía tiene cabeza y manos, tanto hombres como mujeres, sigue luchando» u otro que dice: «estos perros soviéticos pelean como leones» (Beevor; 2012, pág. 516).

Vamos a tratar de analizar en las páginas siguientes cómo se llegó al estallido de la Segunda Guerra Mundial, cuál fue su desarrollo militar y qué consecuencias tuvo para la conformación política internacional de la posguerra, en la que un nuevo actor mundial iba a pasar a ocupar un papel protagonista, la Unión Soviética, anticipando la conformación de un mundo bipolar que iba a ser dominado durante décadas por EEUU y la URSS. Antes, quisiera agradecer al profesor de Historia de secundaria, Juan Pedro García de las Heras, su generosa colaboración en la elaboración de algunos epígrafes del presente artículo.

Una brutal destrucción

Nunca en la historia de la humanidad se había dado un grado de destrucción tan grande como el que provocó la Segunda Guerra Mundial. Europa continental resultó prácticamente arrasada. Hubo cerca de 60 millones de víctimas, la mayoría de ellas civiles, bien por efecto directo de las acciones bélicas, o también como resultado de la política de exterminio aplicada por el régimen nazi que se cebó sobre todo en la población de la Europa Oriental. Sin olvidar la devastación y el elevado número de víctimas, en su mayoría también civiles, producido por la utilización por parte de los norteamericanos de las primeras bombas atómicas sobre Japón. O las víctimas chinas ocasionadas por la invasión japonesa anterior. Millones de personas se vieron desplazadas de su hábitat habitual, como consecuencia de la destrucción de un elevadísimo número de ciudades. También quedaron inutilizables buena parte de las infraestructuras, tales como puentes, ferrocarriles, fábricas, etc. El arrasamiento de muchos campos de cultivo y las pérdidas de ganado provocaron una enorme falta de alimentos.

Estas fueron para la población algunas de las secuelas más dramáticas de la guerra, que tardarían años en poder ser superadas en lo que respecta a los aspectos materiales, aunque nunca cerradas del todo en el recuerdo ni en el plano emocional. Pero además, el final de la Segunda Guerra Mundial trajo una modificación sustancial de las relaciones internacionales existentes durante el período de entreguerras, con un cambio de calado en cuanto a los actores principales, tal y como veremos en las páginas siguientes.

Antecedentes de la guerra

El origen de la Segunda Guerra Mundial hay que buscarlo, sin duda, en las dificultades que se produjeron para cerrar el conflicto precedente de 1914-1918. Este hecho, al igual que el posicionamiento con uno u otro bando de las principales fuerzas beligerantes, ha llevado a algunos autores, como el historiador británico Paul Preston, a hablar de un conflicto de 30 años con 20 años de tregua precaria. Más allá del acuerdo, o no, con esta tesis controvertida, es indudable que la Segunda Guerra Mundial fue una continuación de la Primera.

Tras llegar a la cancillería en 1933, Hitler estableció una dictadura institucional con el respaldo de Hindenburg y el apoyo de la derecha, incluido el Zentrum Católico, gracias a las gestiones del Vaticano.

Entre las causas que contribuyeron a su estallido, la mayor parte de los historiadores coinciden en señalar varios aspectos directamente relacionados con el cierre en falso que se produjo con la Conferencia de París de 1919 y los subsiguientes tratados de paz, que generaron muchas frustraciones y resentimientos, y de cuyo peligro ya advirtieron algunos de los que participaron en esa conferencia, como el economista británico Keynes:

  • El Tratado de Versalles (1919) fue a todas luces humillante para Alemania por las pérdidas territoriales que implicaba, unas de carácter definitivo y otras de carácter temporal; por la drástica reducción de su ejército, convertido en una fuerza policial; por el montante de las reparaciones que eran claramente imposibles de asumir como país, salvo que quedara sumido en la más absoluta ruina económica y social. Este tratado iba a favorecer que brotara un sentimiento nacionalista de revancha que situaría la responsabilidad de todos los males en los dirigentes políticos que lo firmaron, representantes de la República de Weimar (concepto puramente historiográfico, ya que el estado alemán siguió denominándose oficialmente Deutsches Reich, es decir, Imperio alemán), lo que acabaría dando alas para que el nazismo pudiera estructurarse como un movimiento de masas capaz de encuadrar, en buena medida, a las decenas de miles de combatientes desmovilizados pero que siguieron durante un tiempo estructurados en los freikorps, comandados por antiguos oficiales y que jugaron un papel decisivo en el aplastamiento de la revolución obrera de 1918-1919.
  • De igual manera, los otros tratados derivados de la Conferencia de París (Saint Germain, Trianon, Neuilly y Sèvres) también iban a dejar insatisfechos, tanto a los países ganadores, como a los países derrotados. Como fue el caso de Italia, que pese a ser firmante de la Triple Alianza con Alemania y Austria-Hungría antes de la guerra, se mantuvo neutral en el momento del estallido. Y cuando entró en la guerra lo hizo del lado de la Entente aliada por las promesas territoriales que le hicieron de expansión en el Adriático. Promesas expansionistas que se vieron frustradas, pero que habían permitido a Mussolini, con financiación británica y francesa, agitar a favor de la de la entrada de Italia en la guerra desde el periódico Il Popolo d’Italia, y estructurar más tarde el movimiento fascista, que combinaba la acción de fuerza contra el movimiento obrero y campesino, con la reivindicación del irredentismo (de irredento, es decir, no liberado), nacionalismo italiano que reclamaba ocupar ciertos territorios del liquidado Imperio austrohúngaro, como Dalmacia, Istria y Trentino.
  • Además, el instrumento institucional que debía garantizar la paz, diseñado por iniciativa del presidente demócrata de los EEUU, Wilson, la Sociedad de Naciones (SdN), resultó un verdadero fiasco, pues el Senado norteamericano, de mayoría republicana, desautorizó la incorporación de los EEUU —la potencia hegemónica mundial— a dicha sociedad, dejando a la institución realmente debilitada. Si a esto añadimos que Alemania quedó fuera hasta que se comprometiera a aceptar las nuevas fronteras y a pagar las reparaciones impuestas por Versalles, y que la Unión Soviética también quedó excluida al ser considerada «traidora» por firmar en Brest-Litovsk (marzo de 1918) la paz por separado con los Imperios centrales, se entenderá la debilidad política con la que iba a nacer desde el principio la Sociedad de Naciones.
  • También se iba a añadir un nuevo actor internacional en el Lejano Oriente, Japón. Su participación en la Primera Guerra Mundial fue poco relevante. Pero sí estuvo atento para apropiarse de las colonias alemanas en Oriente y dispuesto para intervenir contra la República de los Sóviets, aportando uno de los mayores contingentes militares (unos 70.000 soldados). Hasta el punto de que el presidente norteamericano Wilson, alarmado por la expansión japonesa en el área de Asia-Pacífico, incluyó en sus 14 puntos uno relativo a la retirada de las tropas de intervención en la Rusia Soviética, lo que, sin duda, ayudó a la consolidación del gobierno bolchevique, aunque su victoria en la guerra civil ya estaba prácticamente asegurada cuando se produjo la retirada de las tropas aliadas.
Tropas japonesas invaden Manchuria (Wikimedia).
Tropas japonesas invaden Manchuria (Wikimedia).

La combinación de todos estos factores no podía llevar de inmediato al estallido del conflicto, pues los países estaban agotados por el esfuerzo bélico y las secuelas de destrucción que había dejado. No obstante, se dieron situaciones críticas como la ocupación por tropas franco-belgas de la cuenca del Ruhr en enero de 1923, favoreciendo el estallido la hiperinflación y la consiguiente agudización de la crisis social y política en Alemania. La situación se pudo contener in extremis gracias a los cambios políticos que se produjeron en Reino Unido y Francia hacia opciones políticas menos conservadoras, que favorecieron el entendimiento con Alemania, y a la ayuda financiera de los EEUU. Hacia finales de 1923 se pudo alcanzar una cierta estabilización económica, social y política en Europa, pero sin embargo, la crisis de 1929, y la Gran Depresión que le siguió, iba a romper el andamiaje que tan difícilmente se había levantado en los años anteriores para evitar el estallido del conflicto:

  • Japón, al observar a EEUU sumido en una impresionante crisis económica y social iba a entender que había llegado la ocasión ideal para pasar a la acción en Asia y poner en marcha su política expansiva y militarista. En septiembre de 1931 invadiría Manchuria, estableciendo un estado vasallo de Japón, el Manchukuo. La condena de la Sociedad de Naciones (SdN), llevó a que Japón decidiera abandonar la institución en 1933 (materializada en marzo de 1935) para estar libre de toda atadura.
  • El ascenso de Hitler a la cancillería en 1933 y el rápido paso a una dictadura institucional con el respaldo del presidente Hindenburg y el apoyo de la derecha alemana, incluido el Zentrum Católico —gracias a las gestiones del Vaticano—, favorecería que Hitler, que rechazaba el Tratado de Versalles, dejara de pagar las reparaciones, remilitarizara Renania e iniciara un programa general de rearme y de ampliación del ejército, rompiendo con la Sociedad de Naciones y abandonándola en octubre de 1933.
Cartel electoral del Zentrum Católico (Wikimedia).
Cartel electoral del Zentrum Católico (Wikimedia).
  • Mussolini, por su parte, decidiría conquistar Abisinia (Etiopía) en octubre de 1935. La capital, Addis Abeba, caería en manos italianas el 5 de mayo de 1936. Ante la condena de la Sociedad de Naciones, y a pesar de que las sanciones contra Italia fueron retiradas a mediados de 1936, Mussolini decidió también abandonarla en diciembre de 1937 (materializada en diciembre de 1939).

Vemos pues, cómo la institución que tenía encomendada la misión de garantizar la paz, la Sociedad de Naciones, muy debilitada desde sus inicios por no haber podido contar con la presencia norteamericana, iba a ser finalmente herida de muerte tras el abandono sucesivo de las tres potencias que constituirían el conocido como Eje Berlín, Roma, Tokio, que se habían lanzado al rearme para pasar inmediatamente a poner en marcha su política de expansionismo militar.

Palacio de las Naciones sede de la SDN en Ginebra (Wikimedia).
Palacio de las Naciones sede de la SDN en Ginebra (Wikimedia).

Acontecimientos que precipitaron el conflicto

Por su parte, las dos principales potencias aliadas de Europa, Reino Unido y Francia, habían ido girando políticamente hacia posiciones más conservadoras:

  • En Reino Unido, tras seis años (1929-1935) de gobiernos presididos por el laborista Ramsay MacDonald —no sin conflictos, pues el laborismo iba a quedar escindido en dos partidos desde 1931—, los conservadores accedieron a la presidencia con Stanley Baldwin (1935-37), al que sucedió Naville Chamberlain (1937-40). Años después, Winston Churchill también conservador, llegaría a afirmar que «el comportamiento conciliador de Baldwin frente a Hitler le dio al dictador alemán la impresión de que Gran Bretaña no lucharía en caso de ser atacada».
  • En el caso de Francia el giro conservador, lo encarnaría el radical Édouard Daladier. Éste, después de haber integrado los gobiernos de Frente Popular dirigidos por el socialista (SFIO) y judío Léon Blum (junio de 1936 a junio de 1937), que contaba con el apoyo de los comunistas (PCF), había accedido a la presidencia del gobierno (1938-40), tras un interregno dirigido por otro primer ministro radical y la fracasada tentativa de regreso de Léon Blum. Desde la jefatura del gobierno trató de desmontar muchos de los avances sociales del Frente Popular, lo que acabó por desencadenar en noviembre de 1938 una huelga general convocada por el sindicato CGT, cuya represión, que tuvo como consecuencia el despido de decenas de miles de trabajadores, llevó a la definitiva liquidación del Frente Popular. La deriva conservadora de Daladier le llevó a adoptar medidas políticas contra los inmigrantes y fue su gobierno el que instaló a los centenares de republicanos españoles que huyeron por la frontera francesa en campos de concentración en las playas del sur de Francia. Algunos historiadores hablan de un «Vichy antes de Vichy» para referirse al gobierno Daladier.
Guerra civil española, 1937 (Wikimedia).
Guerra civil española, 1937 (Wikimedia).

El caso es que los nuevos gobiernos más conservadores, británico y francés, adoptaron una política exterior de «apaciguamiento» hacia la Alemania nazi y la Italia fascista, lo que, como veremos más adelante, tuvo sus consecuencias. Pero los gobiernos precedentes, tanto el británico del laborista MacDonald, como el francés de Frente Popular de Léon Blum, adoptaron también unas políticas erráticas en el exterior, marcadas también por el temor a la Alemania nazi:

  • Así, el gobierno laborista británico de MacDonald, con el objetivo de contener la expansión alemana hacia Austria (Anschluss), llegó a pactar con Mussolini en Stresa (abril de 1935), junto con el ministro francés de exteriores Pierre Laval (que, desde posiciones socialistas, conoció una deriva política-ideológica que le llevó a ser jefe del gobierno de Vichy de colaboración con el nazismo). Aunque dicho pacto se rompió con la invasión italiana de Etiopía, ocurrida meses después, y abandonar Italia la Sociedad de Naciones tras la condena de la invasión y la imposición de sanciones.
  • Tras el golpe militar en España y la Guerra Civil (1936-39) que se desencadenó, la República española iba a resultar especialmente perjudicada por esta política de temor a la Alemania nazi. En este caso, no sólo fue el gobierno conservador británico el que desarrolló una política de «apaciguamiento», sino que el gobierno de Frente Popular de Léon Blum se vio también arrastrado por la llamada política de «no intervención», que llevó a bloquear en la frontera francesa la ayuda militar que iba dirigida a la República, pese a la masiva ayuda militar que la Italia fascista y la Alemania nazi prestaban a los sublevados. Esta política sólo sirvió para que Hitler y Mussolini acercaran posturas con el apoyo al bando franquista en la Guerra Civil Española, consolidándose el Eje Roma-Berlín con el Pacto de Amistad y Alianza entre Alemania e Italia, suscrito en mayo de 1939 en Berlín, también conocido como «Pacto de Acero». La República, por su parte, sólo iba a poder contar con la llegada de voluntarios de las Bridas Internacionales y los suministros militares de la Unión Soviética de Stalin, que, a cambio, trataría de imponer sus objetivos políticos a través del Partido Comunista de España (PCE) y los responsables de la Internacional Comunista, como sería el apartamiento de Francisco Largo Caballero de la presidencia del gobierno y el ascenso de Juan Negrín tras los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona.
  • El punto álgido de la política de «apaciguamiento», ya habiéndose dado el giro conservador, tanto en Reino Unido, como en Francia, se iba a producir tras la ocupación de Austria por Alemania el 12 de marzo de 1938 y pasar Hitler a reclamar a continuación la región checoslovaca de los Sudetes. Chamberlain y Daladier sellarían un acuerdo con Hitler en Munich (septiembre de 1938), al que también se incorporó Mussolini, que avalaba la ocupación alemana de los Sudetes (que se produjo en los primeros días de octubre de 1938). Como consecuencia de estos hechos, Stalin iniciará un giro en su política internacional, buscando el acuerdo con la Alemania nazi, lo que le llevará a la sustitución en mayo de 1939 del Ministro de Asuntos Exteriores Litvínov (además judío) por Molotov. Tras varias reuniones secretas entre diferentes representantes diplomáticos, se plasmaría el 23 de agosto de 1939 en Moscú con la firma del Tratado de no agresión germano-soviético, también conocido como Pacto Ribbentrop-Molotov por el nombre de los ministros de Asuntos Exteriores alemán y soviético, respectivamente. Este acuerdo, que incluía una serie de cláusulas secretas que suponían el reparto de Polonia, la ocupación de Finlandia y los Países Bálticos por los soviéticos, así como de dos regiones fronterizas rumanas de la Besarabia y el norte de la Bucovina, contribuyó a precipitar el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Pacto de Acero Berlín (mayo 1938). Ciano, Hitler y Ribbentrop (Wikimedia).
Pacto de Acero Berlín (mayo 1938). Ciano, Hitler y Ribbentrop (Wikimedia).

Efectivamente, el detonante fue el comienzo de la ocupación alemana del corredor de Danzig (1 de septiembre de 1939), que el Tratado de Versalles le había atribuido a Polonia, y a continuación la ocupación de la mitad occidental de Polonia. Tan sólo unas semanas después los rusos se desplegaban en la parte oriental según lo pactado. Cuando en aplicación también del pacto trató la Unión Soviética de ocupar Finlandia, fue expulsada en diciembre de 1939 de la Sociedad de Naciones, en la que había ingresado en 1934. La invasión alemana de Polonia llevó a las potencias aliadas, Francia y Reino Unido a declarar el 3 de septiembre de 1939 la guerra a Alemania, iniciándose así una cruenta guerra que asolaría a Europa y a otras muchas regiones del mundo durante cerca de 6 años.

Pacto germano-soviético. Molotov en primer plano. Ribbentrop detrás junto a Stalin (agosto 1939) (Wikimedia).
Pacto germano-soviético. Molotov en primer plano. Ribbentrop detrás junto a Stalin (agosto 1939) (Wikimedia).

Desarrollo y fases de la guerra

Podríamos hablar de tres grandes fases en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Una primera fase marcada por la ofensiva alemana en Europa, cuya duración podríamos extender desde la invasión de Polonia, en septiembre de 1939, hasta el verano de 1941, momento en el que se pasaría a una nueva fase caracterizada por la mundialización del conflicto con la invasión de la Unión Soviética y el ataque japonés en diciembre de 1941 a la flota norteamericana del Pacífico. Finalmente, desde finales de 1942, el curso de la guerra conocería un claro cambio de tendencia. Por un lado, el Áfrika Korps iba a ser derrotado en el norte de África (batalla del Alameín), pero, sobre todo, iba a ser la derrota del VI ejército alemán en la batalla de Stalingrado (invierno de 1942-43) lo que iba a representar un viraje total en la contienda.

Primera etapa: 1939-1941. Avance del Eje

El 1 de septiembre Alemania invadió Polonia y dos días después Gran Bretaña y Francia le declararon la guerra. De esta forma iba a dar comienzo la Segunda Guerra Mundial. Pero pese a la declaración de guerra de los aliados anglo-franceses, el enfrentamiento con Alemania no iba a ser inmediato. Hasta la primavera del año siguiente (1940), el ejército alemán no se lanzó sobre Dinamarca y Noruega desplegando la conocida guerra relámpago (Blitzkrieg). Al parecer, el objetivo alemán era garantizarse la salida al Atlántico para eludir el posible bloqueo naval británico sobre el Mar del Norte, tal y como se dio en la Primera Guerra Mundial. De hecho, representaba una importante variación sobre el Plan Schlieffen de la Gran Guerra. De la misma manera, antes de atacar a Francia, ocupó Holanda y Bélgica para asegurarse el dominio de la costa frente a Gran Bretaña (rectificando así el fracaso que supuso no poder llegar a los puertos de Dunkerque y Calais en la Primera Guerra Mundial). En los meses siguientes (mayo y junio) lograría doblegar la resistencia de Francia, ocupando París y toda la fachada atlántica, controlando de esta forma toda la zona de costa frente a Gran Bretaña, y pactando la formación de un gobierno colaboracionista en la mitad sur, con salida al Mediterráneo y capital en Vichy, presidido por el mariscal Pétain y que se iba a hacer cargo de las colonias francesas en el norte de África (protectorado francés en Marruecos, Argelia y Túnez).

Hitler había ordenado que «en el momento de la entrada en Stalingrado, fuera eliminada toda la población masculina de la ciudad, por ser comunistas convencidos».

Beevor; 2012, pág. 502.

Sin embargo, la aviación alemana iba a fracasar durante la llamada «batalla de Inglaterra» lo que haría imposible llevar a cabo el objetivo de invadir Gran Bretaña. Igualmente, la decisión de la Italia fascista de atacar a los británicos en Egipto, tomando como base sus colonias africanas (Libia, Etiopía y Somalia), o la de ocupar Grecia, obligaron a los alemanes, ante las dificultades de los italianos, a acudir en su ayuda, encontrándose militarmente comprometidos en nuevos frentes, como el de los Balcanes, que no estaba previsto inicialmente, aunque la intervención fuera exitosa militarmente.

Segunda etapa: 1941-1942. Mundialización del conflicto

Tras el fracaso del plan de invasión de Gran Bretaña, Hitler cambiaría de objetivo, decidiendo la invasión de la Unión Soviética a lo que el mando alemán denominaría «Operación Barbarroja» y en la que participarían tres grandes cuerpos de ejército de la Wehrmacht con más de tres millones y medio de hombres en total. El avance inicial sería fulgurante. Ocuparía Ucrania con su capital Kiev, llegando casi a las puertas de Leningrado y Moscú. Pero la resistencia soviética y la llegada del duro invierno ruso paralizarían la ofensiva alemana a finales de 1941. Coincidiendo con el bloqueo alemán en la URSS, Japón iba a atacar a la flota norteamericana del Pacífico (Pearl Harbor) provocando la declaración de guerra de EEUU contra Japón, que inmediatamente llevó a que Hitler, debido a sus acuerdos con Japón, declarase la guerra a EEUU, tomando el conflicto, a partir de ese momento, un carácter mundial, en el que se enfrentarían, por una parte, el bloque aliado, formado principalmente por EEUU, Gran Bretaña, Unión Soviética y el gobierno en el exilio de Francia encabezado por el general De Gaulle, frente a las tropas del Eje formado por Alemania, Italia y Japón. Evidentemente, cada bando, incluiría toda una serie de estados militarmente aliados.

El ejército alemán cruzando la frontera polaca el 1 de septiembre de 1939 (Wikimedia).
El ejército alemán cruzando la frontera polaca el 1 de septiembre de 1939 (Wikimedia).
Rendición del mariscal Paulus ante el Ejército Rojo en Stalingrado el 31 enero 1943 (Wikimedia).
Rendición del mariscal Paulus ante el Ejército Rojo en Stalingrado el 31 enero 1943 (Wikimedia).

Tercera etapa: 1943-1945. Avance aliado y derrota del Eje

A finales de 1942 y comienzos del año 1943 se produjo un giro decisivo en la guerra. En la Unión Soviética el contraataque ruso había permitido recuperar algunos territorios, lo que había contribuido a aliviar el cerco sobre Moscú y daba una nueva perspectiva de esperanza al que sufría Leningrado casi desde el comienzo de la invasión. Buscando el mando alemán asegurarse el aprovisionamiento de combustible, que comenzaba a escasear, emprendió rumbo al Cáucaso para hacerse con el petróleo de Bakú. Pero en su marcha se interponía la ciudad de Stalingrado, bañada por el río Volga (actual Volgogrado). En el intento de asalto a Stalingrado, el ejército alemán encontró una resistencia numantina, y no pudo conquistarlo antes de la llegada del durísimo invierno, lo que llevó al empantanamiento del VI ejército alemán, una tropa de élite de la Wehrmacht al mando del general Paulus, que finalmente se vio obligada a capitular el 31 de enero de 1943, con centenares de miles de bajas. Esta derrota del ejército alemán iba a marcar, sin lugar a dudas, un viraje en el curso de la guerra. A partir de este momento, el ejército alemán se iba a batir en retirada frente al empuje del Ejército Rojo (el general alemán Model, favorito de Hitler, describiría la situación en el frente oriental como una «lucha marcha atrás», Beevor; 2012, pág. 723). Además, esta derrota en Stalingrado vino precedida unos meses antes por la derrota del Afrika Korps de Rommel en el Alameín, y el desembarco anglo-norteamericano en el norte de África, que se saldó con la capitulación de alemanes e italianos en Túnez y el control de todo el norte de África por parte de los aliados. Unos meses después, el intento desesperado de los alemanes de contraatacar en Rusia, supuso otra terrible derrota en la batalla de Kursk (agosto de 1943).

Los dirigentes soviéticos habían venido insistiendo desde la ofensiva alemana contra la Unión Soviética en la necesidad de apertura de un segundo frente en Francia. Pero ese hipotético segundo frente se había ido posponiendo sine die. Pero tras el punto de inflexión que supuso Stalingrado, luego confirmado en Kursk, los aliados británicos y norteamericanos, reunidos con los soviéticos, decidieron finalmente abrirlo en la Conferencia de Teherán (celebrada entre noviembre y diciembre de 1943), aunque la fecha barajada fue el mes de mayo de 1944, luego se acabó aplazando al mes de junio. Algunos historiadores aprecian en este cambio de los aliados anglo-norteamericanos un intento de llegar a Alemania antes de que lo hiciera el Ejército Rojo. De hecho, una de las alternativas barajadas propuesta por los británicos y luego descartada, fue el desembarco en los Balcanes, para así acelerar la llegada a Alemania cerrando el camino a la expansión soviética (ver capítulo 2 del documental de Oliver Stone y también en Beevor; 2012, pág. 600 y pág. 718-720).

Finalmente, en junio de 1944, Gran Bretaña y los Estados Unidos abrieron un segundo frente al realizar un importante desembarco aeronaval en Normandía. Al mismo tiempo, el ejército soviético avanzaba en el este de Europa y en mayo de 1945 las tropas soviéticas ocupaban Berlín (días antes, el 30 de abril, Hitler se había suicidado). De esta forma concluyó la Segunda Guerra Mundial en Europa (8 de mayo de 1945). Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial continuó en el Pacifico. Japón se rendiría ante los aliados tras el lanzamiento de dos bombas atómicas por parte de los Estados Unidos contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, que ocasionaron centenares de miles de muertos entre la población civil. El 2 de septiembre de 1945 Japón capituló y de esta forma la Segunda Guerra Mundial concluyó también en Asia y en el Pacífico.

Europa bajo la ocupación alemana

La ocupación de gran parte de Europa por las tropas alemanas tuvo una serie de consecuencias importantes para el desarrollo de la guerra:

  • Se organizó la explotación económica de los territorios ocupados por el ejército alemán. En 1942, Alemania ya no tenía capacidad para mantener, solo con sus recursos, el inmenso esfuerzo que exigía la guerra en tantos frentes. Por ello, los alemanes diseñaron un sistema de explotación y saqueo de los recursos humanos y económicos de los países ocupados mediante la requisa de materias primas, productos industriales y alimentos, así como la expoliación de los bienes judíos. El régimen de ocupación fue especialmente duro en Europa oriental, donde se establecieron miles de campos de trabajo, en los que las SS y las grandes empresas alemanas explotaban mano de obra esclava. Unos ocho millones de civiles y prisioneros de guerra (especialmente soviéticos) fueron deportados y empleados en las fábricas de armamento.
  • Hubo gobiernos y organizaciones que no solo aceptaron la ocupación alemana, sino que colaboraron activamente con los ocupantes. Y lo hicieron por diversas razones, por afinidad ideológica, por el rechazo y temor al comunismo o incluso por puro oportunismo. Entre los regímenes colaboracionistas con los alemanes destacaron el régimen francés de Vichy, dirigido por el mariscal Pétain, y el régimen ustacha de Croacia, dirigido por Ante Pavelic. También hubo sectores colaboracionistas de importancia en Hungría, Eslovaquia, Ucrania o Serbia.
  • Se organizaron grupos de guerrilleros, conocidos como partisanos, para hacer frente a la ocupación alemana. En algunos países, como en Yugoslavia, Italia o Grecia, se crearon núcleos importantes de resistencia. En Yugoslavia, la guerrilla, de orientación comunista, dirigida por Tito, jugó un papel destacado en la liberación del país. Igualmente ocurrió en Grecia, también con una guerrilla partisana de orientación comunista. En el caso de Francia, los grupos guerrilleros, llamados maquis, en los que los republicanos españoles jugaron un importante papel, solo cobraron importancia a partir de 1944. En todos los países donde surgieron grupos de resistencia la respuesta de los ocupantes alemanes fue la represión feroz.
  • Se desplegó una política de germanización (o arianización) que condujo al genocidio de ciertos grupos étnicos. En Europa oriental se desplazó a pueblos eslavos, considerados pueblos inferiores, para dejar espacio para las poblaciones alemanas. Pero la faceta más cruel de la política racial nazi fue la política de exterminio de los judíos, conocido como Holocausto. En 1941 Hitler encargó un plan para la eliminación de todos los judíos de Europa (más de 11 millones). El primer paso fue la deportación a guetos o barrios donde hacinaban a la población hebrea. El siguiente paso fue internarlos en campos de concentración. Desde enero de 1942 empezó el exterminio masivo y planificado de los judíos en el marco de la llamada «Solución Final». En tres años fueron asesinados más de 6 millones de judíos y cientos de miles de gitanos, homosexuales y opositores políticos (comunistas, socialistas, etc.).
Mapa Francia Vichy (1940-42) (Wikimedia).
Mapa Francia Vichy (1940-42) (Wikimedia).

Consecuencias internacionales de la guerra: hacia un mundo bipolar

Una de las consecuencias derivada de la Segunda Guerra Mundial sería la conformación de un mundo donde dos grandes superpotencias, EEUU y la Unión Soviética (URSS), iban a acabar hegemonizando el sistema de relaciones internacionales.

Liberación del campo de Mauthausen, 5 mayo 1945 (Wikimedia).
Liberación del campo de Mauthausen, 5 mayo 1945 (Wikimedia).

EEUU ya había salido muy reforzada en su papel de gran potencia tras la Primera Guerra Mundial, pero ante la devastación que conocía Europa, que había perdido la mitad de su potencia industrial anterior a la guerra, su importancia relativa de se vería todavía acrecentada. Pero la verdadera novedad sería el importante papel que iba a alcanzar la URSS. Para comprender cómo se llegó a esta situación sería importante incidir de nuevo en algunos aspectos relevantes:

  • Por un lado, la débil resistencia que las potencias europeas con regímenes parlamentarios opusieron al expansionismo alemán dentro del continente, como quedó de manifiesto con la rápida ocupación de Francia. Esta debilidad manifestada en el plano militar, también se había manifestado antes de la guerra en el plano político y diplomático, cuando fueron haciendo significativas concesiones al régimen nazi alemán, como la política de «no intervención» en la Guerra Civil Española o la de «apaciguamiento», que les llevó a aceptar la ocupación de la región de los Sudetes y luego de toda Checoslovaquia, sin que por ello pudieran evitar finalmente el estallido de la guerra.
  • En este contexto, la Unión Soviética, buscando también por su parte el «apaciguamiento» alemán, firmó el Tratado de no agresión germano-soviético (agosto 1939), que permitió a la maquinaria de guerra alemana, tras ocupar la mitad de Polonia, lanzar la ofensiva hacia el oeste europeo manteniendo las espaldas cubiertas. Aunque una vez que estuvo estabilizado el frente occidental tras la ocupación de Francia y la creación del régimen colaboracionista de Vichy —uno de cuyos subsecretarios de Estado, Robert Schuman, que como diputado había votado favor de la concesión de plenos poderes a Pétain, sería uno de los «padres fundadores» de la actual UE—, y descartada la posibilidad de invasión de las Islas Británicas, se lanzó a la invasión de la Unión Soviética en junio de 1941, cuyo desenlace sería decisivo para el transcurso de la guerra.
  • Finalmente, habría que señalar la posición adoptada por la gran potencia estadounidense que solo se implicó directamente en la guerra cuando su flota del Pacífico fue atacada por el ejército japonés en diciembre de 1941, más de dos años después de iniciarse el conflicto en Europa.

Todos estos elementos iban a ser determinantes para las nuevas relaciones que se iban a establecer entre los países aliados (incluyendo a la URSS) en la etapa final de la guerra.

Sin lugar a dudas, el hecho más relevante para entender el protagonismo alcanzado por la URSS, fue la severa derrota que el ejército alemán sufrió en el intento de ocupación de la ciudad rusa de Stalingrado (hoy Volgogrado). Una batalla que duró desde agosto de 1942 hasta febrero de 1943 y que se saldó con más de un millón de víctimas, tanto civiles, como militares por parte soviética, pero que supuso el colapso del VI ejército alemán al mando del general Paulus, con más de 700.000 de bajas entre muertos, heridos y prisioneros. A partir de este momento, el ejército alemán comenzó a batirse en retirada, pasando a la ofensiva el Ejército Rojo. Lo que iba a tener importantes consecuencias de cara a las futuras relaciones internacionales.

Tras el inicio de la ofensiva alemana contra la Unión Soviética, en junio de 1941, el gobierno soviético había venido solicitando reiteradamente a las potencias aliadas (EEUU y Gran Bretaña) la apertura de un segundo frente occidental en Francia, requerimiento al que habían ido dando largas. Sin embargo, en el momento en que ya se vislumbraba el colapso del ejército alemán en la campaña soviética, Churchill y Roosevelt se reunieron en Casablanca (enero de 1943) y discutieron ya de una posible invasión de Francia, que los mismos mandatarios confirmaron en Washington (mayo de 1943) y de nuevo en Quebec (agosto de 1943), donde ya se estableció una fecha, la del 1 de mayo de 1944 (que finalmente se retrasaría hasta el 6 de junio de 1944). Así pues, lo que hasta ese momento habían sido dilaciones para la apertura de un segundo frente, tras la derrota alemana en Stalingrado (vuelta a confirmar luego en la batalla de Kursk), pasa a tomar un carácter de urgencia ante el avance imparable del Ejército Rojo hacia Alemania. De hecho, los desembarcos realizados en el verano de 1943 en Sicilia y en el sur de Italia podrían ser considerados una especie de ensayo a pequeña escala de lo que se estaba preparando.

La nueva situación que se estaba produciendo en el frente oriental con el avance soviético, propició que la siguiente cumbre de mandatarios en Teherán (celebrada entre noviembre y diciembre de 1943) fuera a tres bandas, Churchill, Roosevelt y Stalin, y se establecieran ya planes conjuntos para la ocupación de Alemania desde dos frentes. Cobrando progresivamente un mayor protagonismo la URSS como potencia internacional.

La experiencia que se tenía sobre las consecuencias del final de la Primera Guerra Mundial (1914-18), cuando por toda Europa se abrieron procesos revolucionarios (Revolución Rusa, consejos obreros en Alemania, sóviets en Hungría, ocupaciones de fábricas y de tierras en Italia, guerra de independencia de Irlanda, etc.), favorecieron el entendimiento entre los mandatarios norteamericano, inglés y soviético. De hecho, Stalin, como gesto hacia sus interlocutores, disolvió la Internacional Comunista en mayo de 1943, meses antes de la conferencia de Teherán (y simbólicamente se sustituyó La Internacional como himno soviético por otro de carácter nacionalista).

Este marco de entendimiento había propiciado la convocatoria de la conferencia de Bretton Woods (julio de 1944) en la que se decidió la constitución del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial y que contó con la participación de la URSS (aunque no llegó a ratificar los acuerdos). Al mes siguiente, en Washington (agosto de 1944), el ministro soviético de exteriores, Gromiko, selló con sus homólogos americano e inglés el acuerdo para la creación de la ONU.

Incluso fue significativo que, ante la situación que se vivía en Grecia, bajo control de las milicias comunistas partisanas, Churchill viajara a Moscú (octubre de 1944) y obtuviera de Stalin un acuerdo verbal de reparto por el que Grecia quedaba bajo influencia occidental y Yugoslavia al 50%, quedando a cambio otros países, como Rumania, bajo la influencia soviética. Este acuerdo de reparto desencadenaría un primer choque civil en Grecia en diciembre de ese mismo año que, tras la intervención británica, se saldaría con el desarme y represión de la milicia partisana. En este mismo marco cabría entender la colaboración de los poderosos partidos comunistas francés e italiano, que lideraban las respectivas guerrillas partisanas (maquis en Francia), y que se integraron en los gobiernos de concentración tras la retirada alemana de Francia y la caída del régimen fascista en Italia.

Conferencia de Yalta. Febrero de 1945. Churchill, Roosevelt y Stalin

Los acuerdos de colaboración entre EEUU, Gran Bretaña y la URSS en el final de la Segunda Guerra Mundial se sellarían en Yalta (febrero de 1945), donde se ratificó la convocatoria de la conferencia constitutiva de la ONU en San Francisco (realizada entre abril y junio de 1945) y, finalmente, ya tras la capitulación alemana del 8 de mayo de 1945, se celebraría en Potsdam (ciudad próxima a Berlín, entre julio y agosto de 1945) la última de las conferencias entre los mandatarios de las tres potencias, siendo sustituido el fallecido Roosevelt por Truman, y Churchill por Attlee tras la victoria laborista en las elecciones británicas. En esta conferencia se acordó la división de Alemania en cuatro zonas de ocupación y las pérdidas territoriales alemanas en favor de Polonia. Vemos pues cómo en el transcurso de los últimos años de la guerra, y sobre todo a partir de la batalla de Stalingrado, se iba a ir consolidando el papel de la URSS como gran potencia, participando en el diseño de la posguerra.

Conferencia Potsdam Febrero 1945 Attlee Truman Stalin (Wikimedia).
Conferencia Potsdam Febrero 1945 Attlee Truman Stalin (Wikimedia).

Las Naciones Unidas (ONU)

Siguiendo el espíritu que al final de la Primera Guerra Mundial inspiró la creación de la Sociedad de Naciones (SdN), se convocó por parte de las potencias aliadas la Conferencia de San Francisco, celebrada entre abril y junio de 1945, en la que se aprobó la Carta de constitución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que proclamaba como objetivos principales el mantenimiento de la paz, la cooperación internacional, el respeto a los derechos humanos y el derecho de autodeterminación de los pueblos, a la vez que otorgaba una serie de prerrogativas, como el derecho de veto, a las potencias vencedoras (las cuatro ocupantes de Alemania, más China). Desde 1951 su sede central se ubicó en Nueva York.

El esquema de organización de Naciones Unidas estaría integrado por la Asamblea General, donde participarían todos sus miembros, pero se iba a requerir una mayoría cualificada para adoptar resoluciones, aunque éstas no iban a tener un carácter ejecutivo. Las resoluciones ejecutivas serían competencia exclusiva del Consejo de Seguridad, en el que las potencias vencedoras (EEUU, Gran Bretaña, Francia, URSS y China) que serían miembros permanentes, tendrían además capacidad de veto, es decir, capacidad para bloquear la aplicación de cualquier acuerdo que se adoptara, aunque fuera por mayoría. Junto con los miembros permanentes, se integrarían en el Consejo otros seis países elegidos por la Asamblea General de forma rotatoria (que en 1963 se aumentaron a 10). Pero cualquier resolución, para llegar a ser ejecutiva, iba a necesitar al menos 7 votos favorables (9 a partir de 1963, sin ningún veto de los cinco países miembros permanentes). La Asamblea, a propuesta del Consejo de Seguridad, iba a elegir a un Secretario General, que representaría a la organización y coordinaría sus actividades. También iba a crearse un órgano jurisdiccional, la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya.

Iban a formar también parte del sistema de Naciones Unidas toda una serie de organismos económicos y sectoriales que se irían conformando en diferentes momentos. Entre ellos estarían el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), constituidos en la Conferencia de Bretton Woods en julio de 1944. La no ratificación de sus acuerdos por parte de la Unión Soviética y la retirada de los países del Este, hizo que estas instituciones no fueran percibidas como parte del esquema de Naciones Unidas, quedando más bien vinculadas al mundo capitalista occidental. No sucedió así con otros organismos que sí fueron acordados por todas las partes, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT, con sede Ginebra y que ya existía con anterioridad pero que se convirtió en 1946 en una agencia especializada), la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO, con sede en Roma), la Organización Mundial de la Salud (OMS, con sede en Ginebra), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, con sede en París), y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR, con sede en Ginebra), etc.

Uno de los primeros documentos aprobados por las Naciones Unidas fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos (10 de diciembre de 1948), al que siguieron otros documentos sobre los derechos económicos, sociales y culturales, y otros más sobre derechos civiles y políticos.

A modo de conclusión

La Segunda Guerra Mundial fue el primer conflicto bélico en el que murieron más de civiles que militares. Este hecho se debió a la desaparición del concepto retaguardia, pues cualquier región de los países en conflicto podía ser objeto de bombardeos aéreos, y también por el exterminio de grupos étnicos llevados a cabo por alemanes y japoneses. El número de víctimas se puede cifrar en unos 60 millones de muertos y 35 millones de heridos. Los países que padecieron el mayor número de fallecidos fueron: la Unión Soviética, con 26 millones de muertos (de ellos, 18 millones civiles); China con 13 millones de víctimas (de los cuales, más de 11 millones eran civiles) y Alemania con 6 millones (de los que 4 millones eran militares).

También se produjeron grandes desplazamientos de población, tanto durante el conflicto, como en la inmediata posguerra. En Europa, durante la guerra muchos habitantes huyeron ante las atrocidades cometidas por las fuerzas de ocupación alemanas. Pero al finalizar la contienda unos 13 millones de alemanes que vivían en el este de Europa tuvieron que abandonar sus hogares y refugiarse dentro de las fronteras de Alemania.

Para poder condenar a los jerarcas nazis en los juicios de Núremberg fue decisivo el testimonio del fotógrafo español, Francesc Boix, que había estado internado en el campo de Mauthausen.

La intensidad de la contienda y la larga duración de la misma provocaron un intenso trauma en gran parte de la población europea y asiática. Hubo cotas de crueldad y salvajismo pocas veces alcanzadas en la historia. Ejemplos de ello serían la «Solución Final» perpetrada por los nazis contra los judíos; las matanzas de población China cometidas por tropas japonesas (como la de Nankín, donde fueron asesinados entre 100.000 y 300.000 civiles); el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, que provocaron la muerte inmediata de centenares de miles de civiles y de otros muchos más en los años siguientes, como consecuencia de la radioactividad; o las matanzas de Katyn en Polonia, donde más de 4.500 oficiales polacos fueron asesinados por el régimen estalinista soviético.

Para juzgar algunas de estas matanzas se creó el concepto de «crímenes contra la humanidad» y se constituyeron tribunales internacionales. Entre 1945 y 1946 tuvo lugar el juicio de Núremberg (Alemania), en el que se juzgó a 21 jerarcas del régimen nazi, de los que 12 fueron condenados a muerte. En este juicio, el testimonio de un fotógrafo español, Francesc Boix, republicano y comunista que estuvo internado en Mauthausen, constituyó una de las pruebas acusatorias más contundentes (y del que un magnífico documental dirigido por Llorenç Soler narra su historia).

La Segunda Guerra Mundial, además de todas las secuelas de destrucción y muerte que provocó, abrió pasó, en el terreno de las relaciones políticas internacionales, a un nuevo mundo dominado por dos potencias hegemónicas, EEUU y la URSS. Tras unos años en los que primó la colaboración entre ellas (últimos años de la guerra y primeros de la posguerra), se pasó a un período de confrontación en los ámbitos político, económico y militar, aunque no llegó a derivar en un enfrentamiento directo entre ellas. A este período se le conocería como la Guerra Fría.

Para saber más

Antony Beevor (2012). La Segunda Guerra Mundial. Barcelona: Pasado y Presente

Antony Beevor (2000). Stalingrado. Barcelona: Crítica.

Monográfico de Historia16 (1983). Siglo XX nº 17. La derrota nazi. De Stalingrado a Berlín (1943-45).

Monográfico de Historia16 (1983). Siglo XX nº 19. La paz virtual. Planes para después de una guerra.

Pierre Renouvin (1990). Historia de las relaciones internacionales. Siglos XIX y XX. Madrid: Akal.

Josep Fontana (2017). El siglo de la revolución. Una historia del mundo desde 1914. Barcelona: Editorial Planeta.

Josefina Martínez (coordinadora) (2006). Historia Contemporánea. Valencia: Tirant lo Blanch.

Oliver Stone (2012). Serie documental (10 capítulos) La Historia no contada de EEUU. Festival de S. Sebastián 2013: Capítulo 01: La Segunda Guerra Mundial. Capítulo 02: Roosevelt, Truman y Wallace. Capítulo 03: La bomba atómica.

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Jesús de Blas Ortega

Doctor en Ciencias Económicas y profesor de Secundaria de Geografía e Historia.

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