Anábasis. Más que putas, ninfómanas y brujas

Nueva entrega de la Anábasis de Ad Absurdum. En esta ocasión, reflexionan sobre el papel otorgado tradicionalmente a las mujeres en la Historia.

La irrupción de nuevas opciones políticas en el contexto internacional ha puesto en duda algunos de los valores más básicos del siglo XXI, entre ellos, lo que esas nuevas (pero sumamente viejas) posturas han denominado la «ideología de género». Bolsonaro es un buen ejemplo de lo que decimos, pero no es más que eso, un ejemplo entre centenares de especímenes.

Sus discursos han calado de tal manera, que han inoculado su veneno incluso en la Historia como disciplina de conocimiento. Ya no solo se revisan los grandes mitos nacionales, ahora también se alzan voces contra los estudios históricos desde la perspectiva de género.

Afirmar, como lo hacen muchos de los acólitos de estas ideas, que este tipo de estudios no son rigurosos, que tienen una intención política o que no son necesarios es sencillamente un sinsentido.

La marginación de la mujer en los contenidos históricos ha sido un hecho desde el mismo momento en que se comenzó a escribir, y no solo porque esta fuera marginada en todos los aspectos de la sociedad, sino porque además existía una animadversión más o menos consciente que la mantuvo alejada de las páginas de la Historia. Y aunque desde la segunda mitad del siglo XX se intentó restaurar el papel de la mujer en los libros de Historia, a menudo se acudió a tópicos y simplismos.

En esta misma revista ya denunciamos la existencia de bulos en torno a un personaje tan conocido como Cleopatra, todos de naturaleza erótica o sexual, que han relegado facetas interesantísimas de su vida y obra a un segundo plano. Como ella, figuras femeninas tan estudiadas y explotadas como Isabel II de España o Catalina la Grande de Rusia han quedado en el imaginario colectivo como célebres ninfómanas. Sus habilidades como diplomáticas o gestoras son un complemento a sus habilidades como felatrices. Cosa que no podemos decir de sus homólogos masculinos, para los que su vida sexual, a pesar de haber sido estudiada en muchos casos, no deja de ser algo anecdótico.

Y es que lejos de haberse escrito «demasiado» sobre estos temas, lo cierto es que ha sido muy poco, y lo poco que se ha escrito no ha contribuido precisamente a una visión global y rigurosa. Así, por ejemplo, lo que se ha escrito acerca de la mujer en la historia de Roma ha generado la sensación de que en los dominios de la «Ciudad Eterna» tan solo había prostitutas. Cada nuevo artículo, cada nuevo libro sobre la mujer romana versaba sobre los tipos de prostitutas que existían, las prácticas que llevaban a cabo y demás.

Incluso ha habido ambiciosas publicaciones en las que se ha intentado rebuscar un modelo feminista, un precedente de mujer fuerte e independiente, y cuando la búsqueda llevaba a la Edad Moderna acababa recalando sin más remedio en la figura de las brujas. Claro, mujeres fuertes e independientes porque se apartaban de la sociedad, aprendían de la naturaleza y llevaban a cabo ritos orgiásticos…, al final siempre volvemos a lo mismo.

La mujer ha estado siempre marginada, insistimos, y no solo eso, sino que, además, cuando ha sido tratada lo ha sido desde la sexualidad y el erotismo, y ya podía ser la mismísima Cleopatra, una esclava romana o una hilandera del siglo XVIII. De ello han tenido culpa los cineastas, los literatos, los periodistas…, pero también los historiadores.

Y es precisamente cuando se empiezan a hacer publicaciones serias y rigurosas, cuando se entrega el Nobel a Svetlana Aleksiévich, que en su obra La guerra no tiene rostro de mujer (Debate, 2015) dio voz a las mujeres que lucharon en la Segunda Guerra Mundial, cuando aparecen estos indeseables para decir que se trata de un esfuerzo inútil y tendencioso. Pues nosotros decimos que no es así, que ya iba siendo hora de poner negro sobre blanco y demostrar que las mujeres, a lo largo de la historia, han sido algo más que putas, ninfómanas y brujas.

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Ad Absurdum

Isaac Alcántara Bernabé, Juan Jesús Botí Hernández y David Omar Sáez Giménez forman Ad Absurdum.

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