«No conté ni la mitad de cuanto vi, sabiendo que no me creerían»
Con esta cita de Marco Polo comienza uno de los juegos que más me han marcado a nivel personal: Uncharted 2: El Reino de los Ladrones. Este juego, lanzado en 2009, narra la búsqueda de la mítica ciudad de Shambhala por el cazatesoros Nathan Drake siguiendo los pasos del famoso comerciante veneciano Marco Polo. A simple vista, ¿qué importancia pueden tener los videojuegos que, como Uncharted, tratan, de algún modo, la Historia? Ninguno. Sin embargo, si lo pensamos fríamente, quizás nos demos cuenta del error que supone quitarles valor.
La Historia es una materia que, para los que nos dedicamos a ella, resulta atractiva, entretenida, apasionante. Sin embargo, para aquellos que la desconocen puede resultar aburrida y tediosa. ¿Por qué? Es posible que hayan tenido la mala suerte de toparse con profesores sin pasión, que no eran capaces de transmitir la belleza de la materia. Es posible, también, que relacionen la Historia con largos periodos de investigación, libros toscos y horas y horas de lectura obligatoria. Por eso, muchos de ellos rechazan la Historia, sosteniendo que «no les gusta».
Si nos paramos a analizar las series, libros y películas que tenemos a nuestro alcance, observaremos que muchos de ellos están basados en hechos reales, son históricos, y han tenido una fama y un éxito atronadores, como, por ejemplo, Gladiator, Doctor Zhivago, Vikingos, Isabel, El Nombre de la Rosa o Yo, Claudio. Así, es imposible sostener la afirmación de que, a la gente, en general, no le gusta la Historia. No, la Historia gusta. Simplemente, no todo el mundo está hecho para leer artículos y libros científicos. Los aficionados a la Historia necesitan otro tipo de medio mediante el que ponerse en contacto con ella. Cuando las series y las películas no son suficientes o cuando los libros no generan suficiente interés en una parte de la sociedad, los videojuegos entran en escena.
El mundo de los videojuegos es inmenso, diverso y atractivo. En él, podemos encontrarnos multitud de géneros, como aventura, terror, rol y plataformas. Todos ellos con sus características específicas y su amplísimo público. Muchos de estos géneros, aunque no todos, introducen en sus juegos una historia, un argumento, que encauza y guía al jugador. La característica principal de estos videojuegos, y que más atañe en este caso, es la inmersión que proporciona ese argumento.
Aquel que sea lector sabrá de primera mano lo que se siente cuando se empatiza con un personaje de una novela, cuando nos sentimos identificados con él. En algunas ocasiones, cuando el vínculo que se crea con un personaje es fuerte, el lector siente y padece las alegrías y desgracias del protagonista. En los videojuegos, este vínculo se ve multiplicado. La razón es simple: el jugador controla al personaje principal. Lo hace suyo, así como sus experiencias y su mundo. Por ello, si, por ejemplo, nuestro personaje es un florentino del Renacimiento, no será él, sino nosotros, los jugadores, los que paseemos por la Florencia de Leonardo, los que conozcamos a Lorenzo de Médici o los que presenciemos la consumación de la llamada Conspiración de los Pazzi. Así, algunos videojuegos nos permiten no sólo acercarnos a la Historia, sino vivirla de primera mano.
Y es esta experiencia, de vivir la Historia, la que hace que una saga en particular, Assassin’s Creed, sea un auténtico lujo para cualquier amante de la materia. La saga nos transporta a multitud de lugares a lo largo de la Historia: Tierra Santa durante las Cruzadas, la Italia que acabamos de mencionar del Renacimiento, Estados Unidos durante la guerra de Independencia, París durante la Revolución francesa, Egipto durante el reinado de Cleopatra o Grecia durante la guerra del Peloponeso. El jugador se pondrá en la piel de un personaje, ficticio, que se relacionará con personajes tan importantes como Napoleón, Ricardo Corazón de León, Julio César o Pericles, entre otros, y será testigo, algunas veces incluso partícipe, de grandes acontecimientos. Y, volvemos a la pregunta principal: ¿qué valor tiene presenciar estos acontecimientos y conocer a estos personajes? Para responder a esta pregunta, voy a utilizar el mejor ejemplo que la industria nos ha ofrecido: el Modo Descubrimiento de Assassin’s Creed Origins.
Esta entrega de la saga, que salió a la venta en 2017, está ambientada en el Egipto de Cleopatra, en pleno conflicto romano entre Pompeyo y Julio César. Su amplísimo mapa nos lleva desde la maravillosa Alejandría, con el estilo propio de las ciudades griegas al haber sido fundada por el gran Alejandro, hasta Menfis, capital del Imperio Antiguo. Este Modo Descubrimiento nos permite visitar todas las localizaciones del mapa para conocer la historia y la vida cotidiana de la época, sin los peligros que supondría hacerlo jugando la historia principal. Así, podremos visitar las pirámides, la esfinge, los templos, la Biblioteca de Alejandría, pasear por los emplazamientos y observar los detalles con los que han sido recreados. También podremos, por ejemplo, observar y apreciar la policromía de los templos antiguos, aquella que hoy en día ha desaparecido, pero que siempre escuchamos comentar.
Y no es lo mismo escuchar, o leer, que ver. Cuando un jugador ve esos templos, escala por sus paredes, y salta desde sus columnas, ya nunca le sorprenderá escuchar sobre la policromía de esos templos. Por supuesto que no: los ha visto. Lo mismo ocurre con la última entrega de esta saga, Assassin’s Creed: Odyssey, ambientada en Grecia durante
la guerra del Peloponeso. De entre las numerosas localizaciones que se pueden observar, hay una que es especialmente importante: la Acrópolis de Atenas. Estando destruida como está hoy, ver el Partenón en todo su esplendor, con sus policromías, frisos y estructuras intactas es un verdadero lujo. Huelga decir el placer que supone ver la grandiosa obra crisoelefantina de la Atenea Parthenos, escultura desaparecida en la actualidad.
Este ver es fundamental. Las personas retenemos las cosas mejor si las hemos visto. Os pondré un ejemplo personal, ajeno en este caso a los videojuegos. Mientras estudiaba la carrera, tuve una asignatura que se llamaba Historia de la España de los Austrias. Recuerdo que, cuando estudiábamos la familia de Carlos V, muchos de mis compañeros confundían los nombres de los hijos, hermanos y sobrinos. Sin embargo, gracias a haber visto la serie Carlos, Rey Emperador, yo no era capaz de confundirme porque, para mí, no eran meros nombres, sino que todos ellos tenían cara. Y una cara es mucho más difícil de olvidar que un nombre. Con los videojuegos pasa exactamente lo mismo. Alguien que haya jugado a Assassin’s Creed no olvidará nunca quién fue Nicolás Maquiavelo, Pericles o Jacques de Molay, porque les ha visto, es capaz de ponerles cara, incluso si los eventos en los que se ven envueltos en las entregas no son históricamente precisos.
Existe otro tipo de videojuego histórico que, en vez de llevarnos al pasado, están ambientados en el presente, pero en los que se tratan acontecimientos o personajes históricos. Dos buenos ejemplos son Uncharted y Tomb Raider. En ambos, el protagonista es un pseudoarqueólogo que se dedica a buscar y descubrir ciudades antiguas, perdidas, y que suelen terminar con su destrucción y saqueo. No debe confundirse con la labor de un arqueólogo —de hecho, resultan confusos en este aspecto—, pero nos puede acercar de otra manera a la historia. En mi caso, como he mencionado al principio de este artículo, Uncharted tuvo una gran influencia ya que, gracias a él, me decidí a estudiar Historia. Naturalmente, sabía que mi vida profesional no iba a ser como la retrataban (para empezar, porque el protagonista no es historiador) pero ver cómo alguien habla con pasión de la Historia y cómo dedica su vida a ella me resultó inspirador.
Esta saga centra cada una de sus entregas en distintos personajes históricos: Sir Francis Drake, Marco Polo, Lawrence de Arabia y el pirata Henry Avery; y en la búsqueda de una ciudad mítica: El Dorado, Shambhala, Iram y Libertalia, respectivamente. Aportando datos sobre la vida de estos personajes y leyendas sobre estas ciudades míticas, el valor que tienen estos juegos es despertar el interés del jugador que, como yo, llevado por la curiosidad, es posible que quiera leer y profundizar sobre estos personajes.
A pesar de que todos estos juegos citados, y muchos más que han quedado sin citar, se tomen sus licencias, no deben ser despreciados: su labor es muy importante. Moldeando la Historia para acercarla al público, para amenizarla cuando sea necesario, introduciendo misterio, romance o aventura, acercarán la Historia a los que la busquen y ayudará a descubrirla a aquellos a los que, de primeras, pueda aborrecerles. Puede que ayude a alguien que, como yo, no se atrevía a dar el paso y le dé el empujón que necesita para hacer de esta preciosa materia una compañera de por vida.
Para saber más
Chapman, A. (2016). Digital Games as History. How Videogames Represent the Past and Offer Access to Historical Practice. Oxon/New York: Routledge.
Kapel, M, y Elliott, A. (eds.) (2013). Playing with the Past. Digital Games and the Simulation of History. London/New York: Bloomsbury.
Venegas, A. (2018). Uncharted: el peso de la Historia. Sevilla: Héroes de Papel.