Una de las disputas fronterizas más antiguas es la que mantienen Bolivia y Chile en la borrosa zona del desierto de Atacama. Sus dunas de arena y su clima seco no permitieron el asentamiento de ninguna población importante y, olvidada lejos de las capitales, la región quedó sin delimitar. No existían cartografías ni documentos oficiales que aclararan la soberanía de cada palmo de arena, hasta que el interés económico motivó que los dos países reclamaran el derecho a explotar los ricos depósitos de plata, salitre y guano que se escondían en estas tierras.
Nuestra historia comienza con la independencia de Chile y Bolivia en los años 1818 y 1825 respectivamente. Liberados del colonialismo español, las dos nuevas repúblicas celebraron la autonomía sin preocuparse por la delimitación de sus propias fronteras. Ambas habían formado parte del Imperio español, sin embargo, el territorio de Chile se había integrado dentro de la llamada Capitanía General de Chile y, Bolivia, en la provincia de Charcas. Estas dos entidades territoriales disfrutaron de una extensa línea de costa en el océano Pacífico, pero sus fronteras, bien delimitadas en su momento por la Corona española, no coinciden exactamente con el nuevo espacio que ocupan ahora los dos países.
Tras dos décadas sin advertir esta situación, cada república siguió con su proceso de construcción nacional. Bolivia trató de poblar la costa pacífica, pero la presencia del desierto y la histórica relación con el puerto peruano de Arica, mucho mejor conectado con las minas de oro de Potosí, hicieron que desde La Paz se olvidara la ocupación de la zona. En cambio, Chile, siguiendo su natural expansión costera, sí se fijó en este territorio y creó la llamada provincia de Atacama en 1843. Fue entonces cuando tuvo lugar la primera discusión: Bolivia recordó a su vecino que esta nueva provincia chilena se adentraba en territorio boliviano y que la frontera se situaba en el paralelo 25ºS, mucho más al sur del cerro Mejillones, zona en la que Chile estaba explotando recursos guaneros.
El guano es, tras los dos países involucrados, el gran protagonista de esta historia. Su origen puede parecer menos trascendental de lo que en realidad es: el guano surge de la acumulación de excrementos y es uno de los abonos más eficaces debido a su gran contenido en fósforo y potasio. En entornos marinos y secos, con grandes poblaciones de aves y focas, el guano aparece cubriendo peñones e islotes. Es el caso de la costa del Atacama, que se descubrió como importante zona de producción guanera en la segunda mitad del siglo XIX.
El estallido de la guerra hispano-sudamericana en 1865 hizo que los problemas fronterizos se olvidasen durante unos meses y naciese una alianza que unió a Chile, Bolivia, Perú y Ecuador. Motivados por el panamericanismo, los países sudamericanos se enfrentaron a un enemigo común: España. La guerra terminó en 1866 con victoria americana y en esta fiebre nacionalista, fruto de la lucha contra los antiguos colonizadores, Chile y Bolivia aprovecharon para firmar el Tratado de 1866, que determinó con claridad la frontera en el Atacama, fijada a lo largo del paralelo 24ºS. Como muestra de buena fe, ambos países acordaron además establecer una zona de beneficios mutuos, entre los paralelos 23ºS y 25ºS, en la que empresas chilenas y bolivianas se repartiesen la explotación de los depósitos de guano y de las minas.
El problema fronterizo pareció haberse solucionado rápidamente con una buena dosis de panamericanismo, pero se demostró que el papel lo aguanta todo, y que la práctica no siempre se desarrolla conforme a la teoría. En los años siguientes, se abrieron nuevas minas, como el yacimiento de plata de la población boliviana de Caracoles, y se descubrieron importantes depósitos de salitre, especialmente en el norte de Chile. Entonces surgieron dudas sobre el Tratado de 1866 referentes a los derechos sobre los nuevos yacimientos o al proceso de pago del 50% de las ganancias recolectadas al otro lado de la frontera. Chile desconfiaba de que Bolivia estuviese aportando realmente la mitad de todo lo ganado en su zona de explotación y en Bolivia un nuevo gobierno impugnó la firma del acuerdo, realizado por los mandatarios anteriores. A todo esto, se suma el papel silencioso de Perú, importante actor regional preocupado por el crecimiento económico de Chile, que aconsejaba en todo momento a Bolivia, tratando de perjudicar en todos los acuerdos a su enemigo geopolítico. En 1873 ambos países firmaron en secreto el Tratado de Alianza Defensiva, por si acaso.

En 1874, representantes de Bolivia y Chile se volvieron a reunir para revisar el tratado y, aunque reafirmaron el paralelo 24ºS como frontera entre los dos países, concluyeron que lo mejor era eliminar la zona de beneficios mutuos y que cada país explotase los recursos naturales de su territorio nacional. El problema fue que este nuevo acuerdo no era retroactivo, por lo que no se aplicaba sobre las empresas extranjeras instaladas en la zona de beneficios mutuos desde hace varios años. Para tratar de solucionar la situación de las empresas chilenas, una cláusula del Tratado de 1874 estableció que Bolivia no podía aplicar nuevos impuestos sobre ellas.
Tras tantas reuniones y discusiones, podría parecer que por fin se había encontrado una solución, pero cuando en 1878 la Asamblea Nacional de Bolivia aprobó el famoso impuesto de los 10 centavos por cada 100 kilos de salitre exportado a la empresa chilena Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta (CSFA), todo saltó por los aires. La CSFA se negó a pagar acogiéndose a lo firmado en el Tratado de 1874 y el gobierno boliviano ordenó el cierre de la empresa, con sede en la ciudad de Antofagasta, en territorio de Bolivia, pero habitada mayoritariamente por chilenos, muchos de ellos trabajadores dependientes de la industria del salitre. Antes de que las fuerzas del orden bolivianas pudiesen acceder a las oficinas de la CSFA, la ciudad fue tomada por tropas chilenas llegadas desde el otro lado de la frontera, al sur del paralelo 24ºS. Era el 14 de febrero de 1879 y la guerra estaba a punto de comenzar.
Enviando tropas y buques militares desde Valparaíso, Chile se hizo rápidamente con el control de la disputada región, ocupando además de Antofagasta las poblaciones de Mejillones y Caracoles, importantes centros de producción guanera y minera. Sin haberse declarado oficialmente la guerra, Perú trató de mediar, pues no quería entrar en conflicto con Chile, algo que a lo que estaría obligado por su pacto secreto con Bolivia. Finalmente, la diplomacia fracasó y el 1 de marzo de 1879 Bolivia anunció el comienzo de la guerra contra Chile, que por su parte descubrió la alianza que su enemigo tenía con Perú y declaró la guerra a los dos países a la vez.
Consolidando Antofagasta como su base de operaciones, Chile inició un efectivo combate por tierra y mar. La campaña terrestre de Tarapacá fue un ataque directo a Perú, que perdió la región litoral del mismo nombre y, con ella, sus recursos de guano y salitre. En octubre de 1879, el combate naval de Angamos otorgó a Chile una importante victoria que le permitía el dominio de los mares. Sus desembarcos a lo largo de la costa aplastaron a las defensas enemigas y consiguieron la ocupación de las regiones de Arica y Tacna, que se sumaron a las ya conquistadas Antofagasta y Tarapacá. En pocos meses, Chile se hizo con el control de todas las provincias costeras de la zona.
Un intento de dar fin al conflicto fue la Conferencia de Arica, celebrada en octubre de 1880 entre los tres países implicados, reunidos a bordo de un buque de guerra estadounidense. La reunión resultó un fracaso, al entender Bolivia y Perú que fue una maniobra de Chile para consolidar su posición de fuerza en la región.
La guerra continuó con la ocupación de Lima por parte de las tropas chilenas el 17 de enero de 1881. El ejército peruano se retiró a los Andes y comenzó una incómoda guerra de guerrillas que hizo que Chile sólo pensase en firmar un armisticio y recibir a cambio las regiones litorales. Efectivamente es lo que acabó ocurriendo: en 1883 el Tratado de Ancón puso fin a la guerra entre Chile y Perú, que perdió un gran territorio litoral. Bolivia, sin apoyo peruano, siguió luchando hasta que en 1884 firmó el Pacto de Tregua, un alto el fuego indefinido. Este acuerdo acabó con las hostilidades entre Chile y Bolivia, pero no resolvió la disputa territorial de la región costera situada entre los paralelos 23ºS y 24ºS. Durante dos largas décadas se pospuso su resolución mientras se trabaja en un tratado de paz.
En 1904 los gobiernos de ambos países firmaron el llamado Tratado de Paz y Amistad. Este nuevo acuerdo ratificó la pérdida del litoral por parte de Bolivia, que a cambio recibió compensaciones económicas y la posibilidad de operar libremente en los puertos chilenos, especialmente en Arica y Antofagasta. Además, Chile construyó varias líneas de ferrocarril para unir las ciudades bolivianas con el Pacífico chileno.
El Tratado de Paz y Amistad de 1904 es el documento que sigue vigente en la actualidad respecto a las cuestiones fronterizas entre Bolivia y Chile, pero durante todo el siglo XX diferentes gobiernos bolivianos intentaron conseguir la salida al mar para su país. En 1950 una controvertida oferta pretendió intercambiar un puerto en el Pacífico para Bolivia por el derecho de explotación de las aguas del lago Titicaca para Chile, que utilizaría este recurso para generar electricidad y regadío. La prensa filtró este posible acuerdo, que se encontraba con la oposición de la opinión pública boliviana y de Perú, país en el que se situaba la mitad del lago involucrado.

Durante los sesenta, el desvío por parte de Chile del cauce del río Lauca, situado en la frontera con Bolivia, provocó la ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos países. Con un tono muy diferente, en 1975 los generales Hugo Banzer (Bolivia) y Augusto Pinochet (Chile) se dieron el Abrazo de Charaña y ofrecieron formalmente a Perú un intercambio territorial para permitir a Bolivia el acceso al océano. El país rechazó la oferta, frustrando una vez más las aspiraciones marítimas bolivianas. Tras este fracaso, Bolivia y Chile volvieron a romper sus relaciones diplomáticas en 1978.
Finalmente, el conflicto llegó a los tribunales internacionales en el año 2013, cuando el gobierno de Evo Morales presentó una demanda formal ante la Corte Internacional de Justicia para solicitar a Chile la negociación de una salida al mar para Bolivia. Tras cinco años de análisis y deliberación, el 1 de octubre de 2018 los jueces fallaron que Chile no tiene ninguna obligación legal de acordar una salida al mar para su vecino. La justicia ha hablado y Bolivia vuelve a verse lejos del océano Pacífico, aun estando tan cerca.
El problema de la mediterraneidad de Bolivia, como se ha denominado esta cuestión, entraña complicadas variables históricas, legales, nacionales y geopolíticas que dificultan su resolución. Bolivia no reclama ningún territorio en concreto, lo cual complica todavía más la defensa de su posición. Chile, por su parte, cuenta con el apoyo de la historia (ganó una guerra) y de la legalidad (firmó un acuerdo). Revisar los documentos de siglos pasados se ha revelado inútil para resolver los problemas de la actualidad, y únicamente la negociación y mucho diálogo podrán acercar a Bolivia a la costa. Si la comunidad internacional cree de verdad en la armonía, en la fraternidad y en el internacionalismo, quizás lo más sensato para construir un mundo mejor sea compartir.
Para saber más
Bréville, B. (Ed) (2013). El Atlas de Le Monde Diplomatique: Conflictos de Fronteras. UNED.
Barros, S. (1880). Historia de la Guerra del Pacífico. Servat.