Como bien saben todas las personas que estudian disciplinas humanísticas o, sobre todo, del área de las ciencias sociales, la realidad es algo muy difícil de conocer. De hecho, todos los esfuerzos académicos están dirigidos a un único objetivo: comprender el mundo que nos rodea. Por simple que parezca, se trata de algo sumamente complejo y, para poder acercarse un poco a dicha realidad, se han tenido que generar metodologías y técnicas de todo tipo que, mediante la experimentación y su constante mejora gracias a su puesta en práctica, nos dan alguna garantía de que un trabajo pueda proporcionar resultados relativamente válidos.
Sin embargo, debemos tener siempre presente algo: la realidad se puede construir. De hecho, recuerdo con afecto una asignatura de mis primeros estudios universitarios (Periodismo) que se llamaba «Construcción periodística de la realidad». ¿Cómo podía ser que la realidad se pudiera elaborar? ¿No existía, sin más?
Obviamente, todo era mucho más complejo, y esa asignatura era del primer cuatrimestre del primer curso. Quedaba mucho por aprender sobre formas de propaganda, manipulación y otros muchos recursos más o menos evidentes que permitían construir los acontecimientos con diferentes propósitos.
La formación rigurosa que reciben los historiadores, que se amplía cuando comienzan una carrera investigadora, les permite trabajar con los objetos de estudio de una manera amplia y teniendo en cuenta estos y otros condicionantes. Para ello se valen de la hermenéutica, técnica definida por el historiador Ciro Cardoso como «buscar y reunir las fuentes necesarias a la investigación histórica». Cardoso apostilló: «previamente al tratamiento de un tema cualquiera en historia, es preciso saber si hay documentos, cuántos son y dónde están». Pero a esta selección se debe sumar la adecuada interpretación y crítica de las fuentes. El profesor e historiador Enrique Moradiellos, a quien tenemos el placer de entrevistar en este número, ha publicado textos orientados a ayudar a otros historiadores y a que los ciudadanos entiendan mejor este oficio, algo que debemos agradecerle.
Sirva este editorial para recordar que en una publicación como esta tenemos muy presente lo que acabamos de decir. Somos cautos y siempre estamos pendientes de los últimos trabajos historiográficos. Por ello, nos enorgullece presentar un informe especial sobre Troya, yacimiento que hemos podido visitar, y de cuya existencia se dudaba hasta las décadas finales del siglo XIX.
Fueron diversas campañas arqueológicas —bastante agresivas con el yacimiento, todo sea dicho— y la posterior investigación histórica la que nos ha confirmado que los relatos de Homero en La Ilíada estaban basados en hechos reales, y cada vez tenemos más información de interés sobre aquel lugar. En este caso, la construcción del acontecimiento desde la literatura nos ha llevado hasta el lugar clave y a tener la oportunidad de, aplicando nuestros avanzados métodos y técnicas, comprender mejor qué sucedió en realidad.