La historia contemporánea es, probablemente, a la que estamos más expuestos a través de los medios de comunicación, aunque también resultan mediáticos otros periodos como la Edad Antigua. Las figuras que han protagonizado el siglo XX, como los dictadores Hitler (Alemania), Mussolini (Italia), Stalin (URSS) o Franco (España) también son objeto de publicaciones y debates. El caso que nos ocupa es el de la obra Tres dictadores: Hitler, Mussolini y Stalin. Y un cuarto: Prusia, del escritor Emil Ludwig (1881-1948).
Este libro, publicado por Acantilado en 2011, apareció por primera vez en español en el año 1939, fruto de la traducción de Francisco Ayala, escritor exiliado en Argentina que tomó los manuscritos en alemán de Ludwig. Emil Ludwig destacó por hacer de la biografía un género que iba más allá de hacer relatos de vida, puesto que mezclaba en sus textos el contexto y hechos históricos que rodeaban la vida de las personas sobre las que escribía, así como análisis de carácter psicológico y elementos ficticios. Sus obras tenían un carácter propio que las caracterizaban, y fueron muy populares, sobre todo en la década de 1920.
El autor, con nacionalidad alemana de nacimiento, se nacionalizó suizo en 1932 tras el auge del nazismo en su país. Hasta entonces, su reconocimiento le había llevado a entrevistar a grandes personajes de la época, como Mussolini o Stalin (1931), por lo que tenía impresiones de primera mano de estos gigantes políticos del momento.

El libro Tres dictadores está estructurado en cuatro partes, con origen en los manuscritos de Ludwig sobre tres personajes —Hitler, Mussolini y Stalin— y Prusia. El primer personaje sobre el que habla es Hitler, al que califica de «cálido y proclive a locas empresas», a diferencia de la frialdad y minucioso cálculo de Mussolini. Habla de los escasos talentos de Hitler, y de las múltiples frustraciones que había vivido, además de su «odio apasionado contra todo lo que en el mundo es más valioso que él». Sabemos que Ludwig —y su obra— fueron considerados peligrosos por Goebbels, y sus libros fueron quemados en el año 1933.
El capítulo dedicado a Hitler está subdividido en tres partes. La primera es un retrato del dictador. La segunda, un juicio imaginario en el que intervienen un hipotético defensor de Hitler y acusador público, que intercambian argumentos a favor y en contra del dictador. Pueden imaginar que Hitler no acaba muy bien parado en ese debate. La última parte consiste en varios pronósticos hechos por Ludwig a mediados de septiembre de 1939 —una vez comenzada la Segunda Guerra Mundial—, en la que expone ocho ideas en relación con la guerra, como que «América [Estados Unidos] ayudará a las democracias con todo lo imaginable, a excepción de hombres» o «El único peligro para Europa está en una alianza de Hitler con Stalin».
El libro centra su segunda parte en Mussolini. La descripción de Ludwig del dictador fascista es mucho más amable que la que hizo de Hitler. Eleva a Mussolini a una talla intelectual superior a la del alemán, y también lo califica como prudente y de una envergadura política mayor. De hecho, considera a Hitler su mero imitador. El capítulo concluye con una sentencia en la que aventura a decir que si apoya a Hitler se terminará hundiendo con él, mientras que si se aleja, demostrará su superioridad en cuanto a prudencia política.
Vamos ya con el capítulo dedicado a Stalin. Dedica una buena parte de él a describir su personalidad política y afinidades, así como su ascenso en el ámbito de la extrema izquierda. Resulta muy interesante cuando extracta algunas partes de su entrevista personal con él, como cuando le acusó de no ser demócratas, pues gobernaban desde hace muchos años de una forma cada vez más cruel, con formas que les hacían ser muy temidos por los suyos. Refleja la tranquila respuesta de Stalin, cuando aseguró que no sólo se puede mantener el poder durante mucho tiempo mediante el temor, y resaltó: «nuestros obreros y campesinos no son tan apocados como usted cree». También preguntó varias veces por Trotski, y las respuesta no tienen desperdicio. Lo mismo sobre la pregunta acerca del alejamiento del comunismo «de toda igualdad», ante la que Stalin dio una respuesta doctrinal.

Leer este tipo de testimonios resulta, cuanto menos, interesante, pues Ludwig refleja con honestidad tanto sus planteamientos como las respuestas recibidas, aunque posteriormente mantenga sus posicionamientos y lo continúe calificando de dictador. También desmiente datos ofrecidos por Stalin, como que la población opositora que calla por temor. Stalin le dijo que eran el 15%, y Ludwig señala que podría ascender al 50%.
El capítulo que cierra el libro es atrevido, pues señala como cuarto dictador a Prusia. De ello, basta con mencionar la siguiente frase para entender su importancia: «Todo lo que ennoblece el nombre alemán en el mundo procede de la Alemania no prusiana. Pero todo lo que se designa como peligro alemán es en realidad peligro prusiano». Ya pueden imaginar el contenido del artículo. Es, quizá, una de las reflexiones más críticas de Ludwig, y merece la pena conocerla.
Tres dictadores es una obra accesible, muy fácil de leer y que nos aproxima, desde el punto de vista personal de Emil Ludwig, a las biografías de tres personajes clave del siglo XX. Así mismo, sus reflexiones sobre la Alemania prusiana son, aunque atrevidas y discutibles —como todo ensayo u opinión— de interés para comprender el contexto social y político del periodo que narra.
Título: Tres dictadores: Hitler, Mussolini y Stalin. Y un cuarto: Prusia.
Autor: Emil Ludwig.
168 páginas
Editorial: Acantilado.
Precio: 16 euros.
El libro está disponible en Amazon.