Cuando leí el artículo de Jorge Pérez González sobre el periplo de los visigodos desde Götaland hasta la península ibérica, la palabra Dniéster hizo que vinieran a mi memoria lecturas sobre conflictos geopolíticos. Hay algunos lugares que, aunque nunca los hayas visto, quedan grabados en la memoria personal. Y el Dniéster es uno de ellos.

Se trata de un río muy importante, que cruza Europa oriental. Nace en los Cárpatos, en Ucrania, muy cerca de la frontera con Polonia, y discurre hasta su desembocadura en el mar Negro. Precisamente, el curso del Dniéster marca varios asuntos interesantes. El primero, es que hace de frontera entre Ucrania y Moldavia, para luego introducirse en el segundo país a lo largo de casi 400 kilómetros.
El segundo asunto, de mayor interés, es el conflicto de la Transnistria. El río es el que señala el límite entre Moldavia y la región separatista conocida con ese nombre. Se trata de un conflicto bastante olvidado, y cuyo origen se remonta a la disolución de la URSS. Quedarnos en esto sería simplificarlo demasiado, pues realmente la Transnistria, al igual que toda esa zona europea, se vio profundamente afectada por sucesivos cambios entre 1917 y el final de la Segunda Guerra Mundial.
La Transnistria ocupa la región que va desde el río Dniéster hasta la frontera oriental de Moldavia. En el año 1992 estalló una guerra en esa región con dos bandos claramente diferenciados. De un lado, Moldavia y, de otro, la República Moldava Pridnestroviana, apoyada por el ejército ruso. La guerra fue breve, ya que terminó en el mismo año. Se resolvió con un alto al fuego que se ha respetado hasta hoy. No es un Estado reconocido, pero tiene instituciones propias. Sin duda, su situación no está resuelta, y este lugar es uno de los puntos calientes de la geopolítica europea.
Las dos orillas del Dniéster han sido un lugar de frontera, desde fines de la Edad Antigua hasta hoy.