Publicado en el número 11 de Descubrir la Historia (octubre de 2017).
Eran las 7:00 de la mañana del pasado 6 de julio. A pesar del sofocante calor que, normalmente, hace en esas fechas, el cielo estaba nublado, y una fina lluvia dio algo de tregua, lo que permitió que pudiera calzarme las botas y vestir con ropa adecuada para el campo sin ningún agravio. Se planteaba una mañana interesante, ya que se había organizado una expedición a la Cueva de Bacinete guiada por la Dra. Mónica Solís Delgado, experta en arte rupestre. Afortunadamente, pude conocer esta iniciativa y participar en ella como entusiasta espectador.

El día anterior había tenido la oportunidad de hablar con la Dra. Mónica Solís Delgado. La entrevista tuvo lugar justo antes de la conferencia que iba a ofrecer en Los Barrios para hablar, sobre todo, de la mencionada cueva. O, más bien, cuevas. Mejor, en realidad, abrigos. Pero, por tradición popular, simplificaremos como Cueva de Bacinete. Su conferencia fue un éxito de asistencia, una demostración del interés ciudadano que existe por los lugares patrimoniales que les son cercanos.
Volvamos a la excursión a la Cueva de Bacinete. Nos citaron a las 8:00 en Los Barrios para, desde allí, salir en diferentes grupos en dirección a la cueva. Había varios coches bien preparados para ir por caminos no asfaltados, y es que Bacinete está en pleno Parque Natural de los Alcornocales. A pesar de que se encuentra en una finca privada dentro de dicho espacio protegido, sus propietarios intentan facilitar las visitas y contribuir a la conservación del lugar, en la medida de sus posibilidades. Dada la relación con el entorno que tuvieron las comunidades que desarrollaron este arte rupestre, debemos hacer un pequeño parón para explicar dónde nos situamos.
Bacinete y su entorno
El entorno es una de las claves para comprender Bacinete, y de ahí que sea importante explicarlo. Además, antes de hablar de un lugar es siempre conveniente situarlo. La Cueva de Bacinete está en el término municipal de Los Barrios, localidad de la provincia de Cádiz (España). Los Barrios está en la comarca del Campo de Gibraltar, que es la más meridional de la península ibérica. Así mismo, el Campo de Gibraltar limita, en el sur, con el estrecho de Gibraltar —algo que es interesante en relación con algunas pinturas de las que hablaremos más adelante—.
Así mismo, el Parque Natural de los Alcornocales es el espacio natural donde está la Cueva de Bacinete y otros espacios de arte rupestre que mencionaremos en este artículo. Este espacio protegido tiene una extensión de casi 170.000 hectáreas, la mayor parte de ellas en la provincia de Cádiz, aunque también se introduce en la de Málaga.
La zona, a pesar de tener un clima mediterráneo con cierta influencia atlántica, tiene bastantes particularidades climáticas, por ser un lugar de encuentro de un gran océano como el Atlántico y el mar Mediterráneo. La humedad suele ser elevada, y las precipitaciones más abundantes que en otros lugares cercanos. Fenómenos como la niebla, incluso en verano, son habituales.
Todos estos factores favorecen el crecimiento de una gran variedad de especies vegetales en el entorno de los Alcornocales, algunas de carácter único en toda Europa continental, como las que conforman la laurisilva. También resulta llamativa la gran proliferación y variedad de especies de setas, cuya recolección es una tradición en algunos municipios de la comarca.
Así mismo, debemos referirnos a la fauna que habita este parque natural, pues en las pinturas aparecen animales representados. En primer lugar, hay que destacar la importancia de los Alcornocales como lugar de interés para las migraciones de aves a través del estrecho de Gibraltar en su viaje de ida y vuelta entre África y Europa. Además de las aves migratorias, en el parque habitan numerosas especies rapaces como el buitre leonado, el águila calzada o el alimoche. Pero lo que estaba más a la vista de nuestros antepasados eran, sobre todo, corzos y ciervos. Pero también abundaban (y abundan) los zorros, jabalíes, nutrias y meloncillos.
El terreno tiene una orografía particular, configurada por sierras de una altitud que no supera los 1.000 metros, excepto en el punto más alto del parque, el Pico del Aljibe (1.091 metros). Las sierras tienen, a veces, pendientes muy abruptas y cortes en la roca, que favorecen la creación de nidos de algunas aves, como las famosas buitreras. Todas estas sierras se encontraban alrededor de una depresión tectónica que generó uno de los grandes humedales de la península ibérica: la Laguna de La Janda.
Es importante hacer hincapié en este lugar, que tuvo una gran importancia para la fauna y también para los asentamientos humanos. Esta laguna tenía una extensión aproximada de 4.000 hectáreas, aunque en época de lluvias podía alcanzar las 5.000. Se nutría de varios ríos, y era un lugar indispensable para el tránsito de las aves. La Janda fue desecada en los años sesenta, como respuesta a los planes desarrollistas agrícolas del Gobierno franquista, que llevaron a cultivar la desecada laguna.
La Sierra del Niño se encuentra en la zona sur del Parque Natural de los Alcornocales. Es, como hemos dicho, donde están ubicados los abrigos que conforman la Cueva de Bacinete. Como nos explica Mónica Solís, «el arte rupestre de Sierra del Niño se subdivide en dos sectores: el occidental y el oriental, y es en este último donde está ubicado Bacinete». El sector occidental contiene el Conjunto Rupestre de Palomas, el Conjunto Rupestre del Obispo y la Cueva del Avellano. En el oriental, además de Bacinete, destacan los abrigos de Pilones y Peñón de la Cueva.
Problemas ecológicos
El Parque Natural de los Alcornocales es un espacio protegido por la Junta de Andalucía desde el año 1989. Contiene uno de los bosques de alcornoques más extensos del mundo, aunque algunas afecciones están deteriorándolo de manera evidente. La más peligrosa es, quizá, la seca, una enfermedad grave producida por una serie de hongos que atacan al árbol a través de grietas producidas, en este caso, en el proceso de descorche.
Aunque parezca que esto no tiene relación alguna con el arte rupestre, debemos recordar que los abrigos y cuevas están completamente relacionadas con su entorno. Si fenómenos como la seca continúan destruyendo el bosque que rodea los abrigos, estarán mucho más expuestos a los fenómenos meteorológicos como la lluvia, el viento e, incluso, a la luz del sol. Todo esto llevará a un mayor deterioro de los abrigos.
Por supuesto, aunque el perjuicio a los abrigos y sus pinturas sería un auténtico desastre patrimonial, la pérdida de masa forestal es, por sí misma, un grave problema ecológico. Esto ha llevado a que las autoridades elaboren planes de actuación en el Parque Natural de los Alcornocales con el fin de regular la actividad humana sobre el bosque y tratar de resolver una situación que está muy cerca de ser irreversible.
No queremos dejar pasar la oportunidad de aludir a los problemas derivados de la desecación de la Laguna de La Janda, y de poner en valor algunas iniciativas que trabajan en este entorno. Por un lado, equipos que investigan este tipo de ecosistema y su funcionamiento. Pero también el de aquellos investigadores que proponen medidas concretas para la restauración de los humedales de La Janda, y que reciben el apoyo de varias iniciativas sociales.
Un pasado muy lejano
Volvamos a esa mañana del 6 de julio. El trayecto de ida lo hice en un vehículo conducido por Simón Blanco, una de las personas de la zona más implicadas para la defensa y puesta en valor del llamado «arte sureño». Me explicó los problemas ecológicos que está sufriendo el Parque Natural de los Alcornocales y cómo afecta esto a las pinturas rupestres. Una vez en la zona, pudimos comprobar personalmente la escasa densidad de las hojas de algunos alcornoques, atacados por la seca.
El camino desde donde se quedaron los coches hasta la cueva no es muy largo, pero lo suficiente como para que nuestra imaginación nos lleve a un pasado muy alejado en el tiempo: la Prehistoria. Normalmente, la Prehistoria es un periodo por el que los historiadores pasan de puntillas en su formación académica. Sin embargo, lo que permite esa distinción entre ambos periodos es sólo la ausencia de fuentes escritas. Por este motivo, la única forma de aproximarnos al conocimiento de la prehistoria es la arqueología y un gran sentido de la intuición.
Sin embargo, hay historiadores que han visto la historia de una manera bastante global, como Yuval Harari, que presta bastante atención a esa fase prehistórica para comprender el origen de muchas características de nuestro mundo actual. Este autor sitúa en ese amplísimo periodo temporal el inicio de la creación de mitos que permitirían, con la llegada de las primeras civilizaciones, relaciones sociales muy complejas, en las que la colaboración se producía a niveles masivos.
En cualquier caso, cuando hablamos de prehistoria debemos andar con pies de plomo. De todos modos: ¿qué es la ciencia, sino un conjunto de conocimientos susceptibles de ser falsados? A diferencia de lo que sucede en la primera edad de la historia, la protohistoria o, de manera más clara, en la Edad Antigua, no hay recursos escritos que nos ayuden en la interpretación de los restos materiales. Por eso, hay que tener muchas precauciones.
La periodización de la prehistoria
Una vez nos hemos situado en la zona geográfica donde está la Cueva de Bacinete, vamos a intentar situar un poco algunas épocas de la prehistoria. Pero vamos a hacerlo en relación con la península ibérica, ya que si la periodización de la historia es compleja según en qué lugar del mundo estemos, la prehistoria lo resulta aún más. Entre otras cosas, también es difusa la línea que separa la prehistoria de la historia en algunas zonas del mundo, pues las fuentes escritas datan de diferente época en cada caso.
Cuando escuchamos hablar de Paleolítico, podemos no tener muy claro qué estamos diciendo, y eso pasa también con otros periodos de la prehistoria. De manera que vamos a resumir, en líneas generales, cada periodo y sus características. La prehistoria de la península ibérica se divide en dos grandes periodos: la Edad de Piedra y la Edad de los Metales.
La primera se caracteriza por el uso de instrumentos hechos con hueso, palos y piedras talladas, con ausencia de instrumentos cerámicos y de metal. El primero de los periodos es el Paleolítico, dividido a su vez en tres etapas (inferior, medio y superior). El Paleolítico Inferior es el momento en el que se observan las primeras manifestaciones de inteligencia y habilidad de los homínidos. De esta época destacan algunos de los yacimientos de Atapuerca (Burgos) u Orce (Granada). El Paleolítico Medio se asocia en la península con el Homo Neanderthalensis (el famoso hombre de Neandertal). El Superior es el de la aparición de los primeros Homo Sapiens, y también el periodo de ocupación de la Cueva de Altamira.
El Paleolítico abarca desde hace 2,5 millones de años hasta hace unos 10000, y es el periodo más largo de la prehistoria (y también de la historia, claro). En él, los primeros humanos llevaban una vida nómada, y se desplazaban para la búsqueda de alimentos. Obtenían la comida mediante la caza, y también la pesca y la recolección. Estos dos últimos métodos se potenciaron en el siguiente periodo, que supone una transición entre el Paleolítico y el Neolítico. Tiene como nombre Epipaleolítico o Mesolítico. Además de producirse un auge de la pesca y la recolección, se caracteriza por un calentamiento climático. Los instrumentos fueron algo más sofisticados y especializados que en el Paleolítico.
Una vez superado el Epipaleolítico llegamos al Neolítico (6000 a. C. al 2000 a. C. en la península ibérica). En el Neolítico, además de perfeccionar la talla de la piedra, fue el periodo de la revolución agrícola, que permitió la domesticación de especies vegetales para el cultivo y de animales, lo que permitió el establecimiento de las primeras comunidades sedentarias y el establecimiento de poblaciones con interacciones sociales mucho más complejas.
Con el Neolítico termina la Edad de Piedra, que da paso a la Edad de los Metales, que también en la península se divide en tres etapas: Calcolítico, Edad de Bronce y Edad de Hierro. El paso del Neolítico al Calcolítico se da en algunas comunidades de las zonas de Murcia y Almería, que comenzaron a trabajar el cobre. Le siguió la Edad de Bronce, donde la metalurgia se desarrolló y se crearon objetos de cobre, plata, oro y, claro, bronce. Por último, la Edad de Hierro ocupa desde el año 800 a. C. hasta la conquista romana de la península. Esta etapa se considera protohistórica en la península, porque no hay fuentes escritas directamente por las comunidades peninsulares, pero sí por otras que ya habían comenzado su periodo histórico, como de la producida tras los contactos de los pueblos griegos con el extremo occidental del Mediterráneo.
El santuario de Bacinete
La caminata nos lleva directamente hasta la que podría ser la entrada al conjunto de Bacinete. Pero, ¿cómo que entrada? En realidad, con esto me refiero a que Bacinete tiene un lugar que, claramente, parece una entrada, un espacio de acogida para hipotéticos peregrinos prehistóricos. Quizá esto pille de sorpresa al lector, porque en lo que llevamos de artículo hemos hablado de algunas ideas sobre la prehistoria y, de Bacinete, sólo hemos descrito su emplazamiento. Pero no hemos dicho nada de formas de peregrinaje primitivo. Y, en realidad, esta es una simpleza que sólo pretende recalcar la idea de que es posible que el conjunto de Bacinete fuera un santuario. Pero no nos imaginemos a señores primitivos caminando con bastones coronados con conchas y cruces de Santiago.
La Dra. Solís Delgado apoya esta tesis (no la de los peregrinos, sino la del santuario): «Hay indicios suficientes de que Bacinete hubiera sido un santuario», afirmó durante la excursión. Así que, vamos a intentar interpretar este espacio de ese modo. Ella considera que este lugar no se creó para vivir en él, sino que era para la reunión social, con un componente religioso o, al menos, simbólico.
La ladera que lleva hasta las cuevas nos hace rememorar los posibles pasos que tuvieron que dar las personas de esas comunidades para, en fechas especiales, o quizá cada día, llegaran hasta Bacinete para aquello que realizaran en este grupo de piedras. Bacinete tiene una disposición circular, que hace que, en todo momento, se tenga la percepción de que era un lugar adecuado para celebrar reuniones. Además, no sólo reuniones de un mismo grupo, sino de varios diferentes. Es interesante destacar esto, porque los eventos sociales que pudieran desarrollarse allí quizá no sólo respondieran a un interés sacro, sino a cumplir con una función vital para el desarrollo de cualquier sociedad: relacionarse.
La Dra. Solís Delgado explicó que este espacio tiene un carácter monumental, como una especie de referencia o marcador social y territorial. De todas formas, no es un conjunto megalítico, a pesar de que las rocas están distribuidas de un modo que pareciera estar hecho a medida para acoger algún tipo de ceremonia. Esto es, en todo caso, diferente a las construcciones elaboradas con grandes bloques de piedra, como la Cueva de Menga, que forma parte de los conocidos dólmenes de Antequera; o el famoso Stonehenge, en Inglaterra.
Se cree que la comunidad o las comunidades que se establecieron en el entorno de Bacinete pudieron ser de los primeros productores del sur de la península que dejaron un testimonio artístico del lugar. Sin embargo, los primeros habitantes de la zona no fueron productores. Como afirma la Dra. Solís Delgado, existe un registro arqueológico muy amplio, desde el Paleolítico hasta el Calcolítico y la Edad de Bronce, de manera continuada.
Las pinturas rupestres de Bacinete
Ahora bien, tenemos un lugar que reúne unas características que lo hacen especial, propicio para la reunión. Pero: ¿qué nos falta? La sacralización del lugar. ¿Y qué mejor manera para hacerlo que la pintura? Hasta ahora, poco hemos dicho del arte rupestre de Bacinete. Pero es que la relevancia de este lugar no sólo son sus pinturas, sino que, a pesar de no ser una construcción de piedras, éstas tienen un gran interés para describir y explicar el lugar. Son «arquitectura natural».
A partir de ahí, podemos entender por qué escogieron este lugar para dejar un testimonio artístico primitivo de sus preocupaciones o pensamientos. El conjunto de Bacinete está compuesto por ocho cuevas o abrigos. Ambos términos son relevantes para este caso, pues hay, realmente, abrigos y cuevas. Sobre todos ellos destaca el conocido como «gran abrigo», donde están la mayor parte de pinturas. Este gran abrigo es el que daría lugar a que, frente a él, se produjeran reuniones al resguardo de las demás rocas.
La pared del gran abrigo, en buena medida, parece un lienzo, pues es completamente apta para pintar sobre ella. Por eso, las primeras pinturas datan de la zona más habilitada —de manera natural— para esta tarea.
Las primeras pinturas eran naturalistas, y representaban, mayoritariamente, formas animales. Esos zoomorfos eran, mayoritariamente, cérvidos, aunque también hay algún cánido. Estas palabras son habituales en el arte rupestre, pues es difícil precisar qué especie concreta era, y sólo podemos generalizar indicando el grupo en el que las clasificamos. Conforme pasó el tiempo, la pintura se fue volviendo más esquemática, y también más antropocéntrica. De ahí que las figuras antropomorfas abunden en periodos posteriores. Aunque también hay que decir que hay una pintura zoomorfa tardía.
Las escenas que podemos imaginar de las pinturas de Bacinete son, principalmente, de caza —como la que ilustra la portada de este número de la revista—. Pero también hay una figura humana que destaca sobre las demás. Es conocida como «el gigante», por razones evidentes: tiene grandes proporciones respecto a los animales y otras personas de alrededor, y sus manos son realmente enormes en relación consigo mismo. Las personas representadas de alrededor están dibujadas de una manera esquemática, lo que parece todavía dotar de mayor importancia a esa figura. Quién sabe: ¿sería un gran líder? ¿Sería un enemigo temido? Difícil saberlo.
Una cueva más íntima
Entre los otros abrigos y cuevas que conforman el conjunto, hay uno que resulta muy llamativo, y que podría ser el que rematara la teoría de que era un lugar especial y de gran importancia. En este caso, es una cueva, de pequeñas dimensiones. Se puede acceder sin mucha dificultad, simplemente agachados o de rodillas. Dentro reina la oscuridad más absoluta, incluso de día, y por eso era necesario iluminarlo de alguna manera. Dentro, también hay pinturas antropomorfas, esquemáticas, y que podrían simbolizar etapas relevantes en el desarrollo de la vida de los humanos.
Allí es difícil que pudieran estar más de tres personas. Esa cueva no era para grandes reuniones, ni citas intergrupales. Es todo lo contrario: un lugar íntimo y privado, un espacio muy diferente al resto. La Dra. Solís Delgado cree que allí se celebraban actos sociales de carácter familiar, ritos mucho más íntimos. Le gusta imaginar que pudieran ser nacimientos o uniones que hoy interpretaríamos como matrimonios.
Las tumbas
Hay muchas más cosas que decir sobre la Cueva de Bacinete, pero una más nos indica su posible carácter sagrado. Muy cerca de este conjunto premegalítico hay varias tumbas antropomórficas que, por cierto, son motivo de importantes disputas académicas y de café o barra de bar (entre estudiosos, claro). La razón es que es muy difícil datarlas, porque no hay asentamientos asociados de manera directa con ellas, ni tampoco disponemos de fuentes escritas contemporáneas a su uso que nos hablen de ellas. Por eso, podrían ser prehistóricas −de la Edad de Bronce, aproximadamente del 1000 a. C. −o altomedievales paleocristianas −hasta el 700 d. C. −. Ya se pueden imaginar el problema.
Sin embargo, la Dra. Solís Delgado −que no se mete en el berenjenal de su datación− cree que esta es una prueba más de que el lugar tenía un carácter especial. Recuerda el caso de la Mezquita de Córdoba, que ha sido relevante para diferentes religiones desde hace muchísimo tiempo. «Todo el mundo quiere estar enterrado en un lugar sagrado», recalcó. Ya sabemos, sagrado puede significar muchas cosas. Pero, sin duda, el lugar tenía importancia para quienes vivían cerca, y estas tumbas tienen interés en esa dirección, aunque haya todavía muchas hipótesis y opiniones sobre el asunto.
El Tajo de las Figuras
Vamos a desplazarnos a otros lugares muy interesantes donde hay arte rupestre del mismo conjunto de yacimientos que entran dentro de la denominación de arte rupestre del extremo sur peninsular (o arte sureño). En concreto, vamos a hablar sobre tres lugares muy cercanos a Bacinete: el Tajo de las Figuras, la Cueva de las Estrellas y la Laja Alta.
La Cueva del Tajo de las Figuras se encuentra en Benalup-Casas Viejas, también en la provincia de Cádiz, pero ya fuera de la comarca del Campo de Gibraltar. El entorno en el que se ubica es similar al de Bacinete, pues está en las cercanías de la desecada Laguna de la Janda. De hecho, este lugar resulta muy interesante por varias razones. Una de ellas es porque las pinturas tienen una datación bastante antigua, que va desde finales del Paleolítico hasta la Edad de los Metales. También por el amplio número de figuras identificadas: más de novecientas figuras.
El Tajo de las Figuras se caracteriza por presentar un gran naturalismo en la mayoría de los motivos, algo que se corresponde con las sociedades cazadoras-recolectoras tras el cambio climático que conduce al clima actual, es decir, al ya mencionado epipaleolítico. La abundancia de especies y actitudes representadas llevaron al Dr. Martí Mas a interpretarlo como un gran mapa etológico, es decir, un lugar que recoge el comportamiento estacional de las especies animales del ecosistema de ese periodo. Se observan, por ejemplo, apareamientos de especies. Esto ha llevado a que pueda ser definido, como refiere la Dra. Sólis Delgado, como un «pequeño coloso del arte prehistórico peninsular, pequeño por sus dimensiones, pero coloso por sus centenares de figuras».
La mayor parte de las figuras son, a diferencia de Bacinete, aves. El motivo podemos entender que es bien sencillo: el Tajo de las Figuras está muy cerca de la Laguna de la Janda, que era un inmenso humedal donde, probablemente, paraban las aves en sus migraciones, pero también había un ecosistema rico. De hecho, aunque no es algo que esté muy claro, parece que hay alguna representación de una especie en peligro de extinción en todo el mundo, y que ya no era posible encontrar en Europa (en España, se ha reintroducido en el entorno del río Barbate): el ibis eremita. Además de las aves, también hay otras especies animales, como cérvidos, algún caballo y cápridos. Además, encontramos figuras humanas.
Actualmente, el Tajo de las Figuras no puede visitarse debido a importantes problemas de conservación. Sin embargo, esto no impide que se siga trabajando sobre ella y que los grupos que reivindican la recuperación de la Laguna de La Janda se apoyen en las pinturas de esta cueva para destacar la relevancia que ha tenido, desde tiempos remotos, para las comunidades humanas de alrededor.
La Cueva de las Estrellas
Desde Benalup-Casas Viejas nos trasladamos al Campo de Gibraltar de nuevo, de donde no saldremos en el resto del artículo. En el municipio de Castellar de la Frontera se encuentra la Cueva de las Estrellas que, de nuevo, no es una cueva, sino un abrigo. Su nombre viene porque en ella hay numerosos puntos, cientos de ellos, que parecen crear un camino, que bien podrían recordarnos a las estrellas en el cielo. Un cielo, por cierto, difícil de disfrutar hoy a causa de la contaminación lumínica.
Esta cueva es, actualmente, un foco de investigaciones e interés por parte de la comunidad de prehistoriadores y arqueólogos. El motivo es que el ya citado Simón Blanco hizo un descubrimiento en el año 2014 en una de sus visitas a la cueva. Hasta entonces nadie se había fijado en algo que llamó su atención. Se trataba de una mano impresa en negativo, es decir, la silueta de una mano. Esta técnica ya es conocida, sin duda, y uno de los ejemplos más claros está en la Cueva de las Manos (Santa Cruz, Argentina).
Para ello, se utilizaban técnicas muy rudimentarias de aerografía. Lo conseguían espolvoreando pigmentos sobre las manos, o incluso usando huesos o palos huecos y soplando a través de ellos. Con ello, lograban un objetivo distinto al de las pinturas rupestres. No dejaban un testimonio sobre aspectos de su entorno, de la naturaleza, sus preocupaciones o cualquier otra cosa que pudiera pasar por la cabeza del primitivo artista. Con las manos plasmaban su propio ser, su mano, una huella duradera en el tiempo.
En la Cueva de las Estrellas ha trabajado, desde el descubrimiento de esa primera mano por Simón Blanco, el equipo del proyecto Handpas, conformado por investigadores del Gobierno de Extremadura y las universidades de Cádiz y Zaragoza. A ese hallazgo le siguieron cuatro manos más. Realizaron un tratamiento de imagen a las manos para poder observarlas con mayor nitidez y precisión, y el resultado es, realmente, sobrecogedor. Además del trabajo de imagen, realizaron una datación que corresponde a entre 40.000 y 32.000 años. Esto las sitúa como las más antiguas de la provincia de Cádiz.
Las pinturas han tenido una protección natural donde todos estos milenios gracias a la dificultad para acceder al abrigo y su escasa exposición a los agentes meteorológicos. Las autoridades planean una mayor divulgación de estos hallazgos, y una conservación adecuada del espacio. Por supuesto, queda trabajo de investigación por hacer.
La Laja Alta
Terminamos el paseo por el arte rupestre del extremo sur peninsular por otro ejemplo, de los muchos que hay. Sin embargo, la elección de la Cueva de la Laja Alta para terminar este relato obedece a dos razones. La primera es que sus pinturas son de un periodo más reciente, que podemos identificar con la protohistoria. El segundo es que sus pinturas son muy llamativas, pues son representaciones de barcos que nos hacen llegar el tipo de embarcaciones que se utilizaban en la zona. La Laja Alta se encuentra en Jimena de la Frontera, también en el Parque Natural de los Alcornocales, y en un lugar de difícil acceso.
Existen varias teorías y perspectivas sobre los barcos pintados en este lugar. Por un lado, hay quien considera que los barcos fueron creados por la población autóctona. Por otro, podrían ser obra de los pueblos que llegaron desde la zona oriental del Mediterráneo para comerciar y explorar, como fenicios o griegos. Sea como fuere, las pinturas muestran que había una importante tradición náutica en la zona en los tiempos en que fueron pintadas, sobre todo asociada a la pesca. Y es que la pesca fue el primer motivo que llevó al ser humano a adentrarse en el mar, y a esto debemos el perfeccionamiento de los barcos.
Alguno de los barcos parece estar encuadrados en lo que podría interpretarse como un pequeño muelle o fondeadero. De todas maneras, todo esto no está resuelto desde una perspectiva académica. Aunque, en cualquier caso, defendemos a ultranza la imaginación a la hora de interpretar estas —y otras— pinturas. Al fin y al cabo, el arte está siempre sujeto a la percepción del observador. Así que no seremos nosotros quienes juzguemos a quien vea un puerto en alguna de esas pinturas, incluso un astillero. Ni tampoco a quienes vean «corrales de pesca» en esto.
La revista Almoraima, referencia académica absoluta para cualquier tema relacionado con el Campo de Gibraltar, publicó un artículo que concluyó que este conjunto tiene un alto valor etnográfico, pues «se describen las actividades pesqueras desarrolladas por la población aborigen tarteso-turdetana, a la que debemos atribuir tanto las labores de pesca como las tecnologías utilizadas en la captura y salazón del pescado».
Conclusión
Como hemos visto en esta aproximación al arte rupestre del extremo sur peninsular, hay espacios de gran interés, con dataciones diversas y motivos variados. Este artículo es el primero que, en esta revista, dedicamos a la prehistoria. Por supuesto, no será el último. Pero hemos querido que esta primera vez se dedique a una categorización del arte rupestre relativamente reciente, la del arte rupestre del extremo sur peninsular.
Sin embargo, quizá el lector esté algo extrañado de que haya una distinción entre este arte rupestre y el reconocido y protegido por la UNESCO que lleva como nombre oficial ′Arte rupestre del arco mediterráneo en la península ibérica′. ¿Acaso el sur de la península, la provincia de Cádiz, no pertenece a este conjunto?
Realmente, es difícil responder a esta pregunta. Según parece, esto responde a una cuestión administrativa −más bien, a un error−, ya que incluye manifestaciones de arte rupestre muy variados desde los Pirineos hasta Granada. ¿Hay diferencias que justifiquen una diferenciación entre ambos? No creo que más que las que hay entre las manifestaciones artísticas que están incluidas en el arco mediterráneo.
El siglo XX fue especialmente prolífico en hallazgos e investigación sobre el arte rupestre del extremo sur peninsular. Todavía queda mucho trabajo por hacer, y hay grupos que desde la zona continúan explorando, catalogando y trasladando los descubrimientos a las universidades, para crear equipos que permitan profundizar en ellos. Desde instituciones locales como el Instituto de Estudios Campogibraltareños se trabaja intensamente para conseguir una estrecha colaboración entre los agentes locales y las universidades, que en ocasiones han estado enfrentados.
El arte rupestre fue la primera forma en la que los humanos nos expresamos de un modo artístico. Así que: ¿por qué no ser la vía mediante la que introducir a los más pequeños y a los jóvenes en la interpretación del arte? Al margen de academicismos, esperamos que este artículo haya sido una invitación a imaginar, y a desconfiar de las afirmaciones rotundas en relación con la prehistoria y, sobre todo, con el arte rupestre.
Para saber más:
Castro Román, J. C. y Recio Espejo, J. M. (2007). «La Laguna de La Janda (Cádiz): 10 años después del inicio de los estudios básicos para su restauración ecológica». Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños, 35, pp. 175-184.
Martín Goerg, M. F. y Martín Arrázola, C. (2011). «Escenas de pesca en la Laja Alta. Aspectos técnicos observados en el abrigo de Laja Alta y en el escenario de sus pinturas rupestres». Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños, 42, pp. 167-187.
Mas Cornellá, M. (2005). La Cueva del Tajo de las Figuras. Madrid: UNED.
Ripoll López, S., Mas Cornellá, M. y Torra Colle, G. (1991). «Grabados paleolíticos en la Cueva del Tajo de las Figuras (Benalup, Cádiz)». Espacio, Tiempo y Forma, Serie 1, Prehist. Y Arqueol., IV, pp. 111-126.
Solís Delgado, M. (2015). La pintura rupestre en el entorno de la Laguna de La Janda: Sierra del Niño (Cádiz). Cambio cultural, arte y paisaje. Tesis doctoral dirigida por Martí Mas Cornellá. UNED.
Solís Delgado, M. (2004). «El conjunto rupestre de Bacinete. Los Barrios. Una reflexión en torno al arte esquemático». Eúphoros, 7, pp. 91-108.