Cuando, hace ya bastantes meses, me enteré de que nuestros amigos de Ad Absurdum iban a publicar un libro, me pareció una idea muy acertada. Ya leía de manera habitual su blog, y todas sus acciones en las redes sociales. El libro, que lleva como título Historia absurda de España. De Granada ′92 a Barcelona ′92, podría decirse que se ha convertido en todo un emblema de esta forma de divulgar que es, a la vez, rigurosa y desenfadada. La mejor evidencia de su éxito es que, en pocos meses, ya van por la tercera edición.
Hay un refrán que dice: «la letra con sangre entra». Pero ese dicho podríamos reformularlo, al hilo de esta reseña sobre el libro de Ad Absurdum como: «la letra con humor entra». Resulta difícil olvidar, por ejemplo, que los únicos aliados de España a mediados de los años 40 «eran Argentina y Portugal, imagínate, el brasas y la cejijunta. ¿Se podía caer más bajo». Con reducciones al absurdo como esta —ya casi al final del libro—, utilizando tópicos que todos conocemos, las ideas transmitidas se retienen perfectamente.
El libro tiene, a mi modo de ver, un clarísimo carácter didáctico. De hecho, si fuera profesor de un instituto, lo recomendaría sin lugar a dudas. Especialmente para desmontar muchos mitos y, también, para poder comprender —algo— el dichoso siglo XIX español, que tanto se nos atraganta a todos. Precisamente, recogen una cita de Ian Gibson acerca de esa centuria: «No hay Dios que entienda nada del siglo XIX». Cuánta razón. Pero, a pesar de ello, lo explican de una manera sumamente clara.

Esta obra lleva un riguroso orden cronológico —no como esta reseña—, y comienza algo antes de la Granada de 1492, para ponernos en contexto de todo lo que sucedió, y termina en el año 1992. No porque las Olimpiadas de Barcelona de 1992 fueran especialmente relevantes para el desarrollo político y social de España. Sino, sencillamente, porque en esa fecha ya habían nacido los tres autores del libro, y ya vivieron muchas cosas que les han dejado «perplejos», y necesitan algunos años para superarlo y continuar escribiendo sobre la historia más reciente.
A lo largo de la lectura del libro he marcado numerosas páginas, que recogen anécdotas de lo más entretenidas y que, además, responden a algún tipo de ejemplificación sobre aspectos relevantes de la época. Por ejemplo, cuando cuentan que los burgueses eran los clientes principales de los artistas en otros países, mientras que, en España, lo era la Iglesia y la corte. Por eso, dicen eso de «Velázquez, déjate a esa vieja friendo huevos y ponte un par de retratos más de Felipe IV». Porque «a Velázquez le gustaba pintar aguadores y paisajes, pero también le gustaba comer».
Otra de esas marcas que hice en el libro fue una frase referida a Topete como impulsor de la Revolución de 1868: «Nos gusta Topete, a todo el mundo le gusta Topete. Ya lo verás, a ti también te gustará». Y qué decir de ese verbo completamente desconocido para mí hasta ahora: borbonear. Según nos cuentan, Primo de Rivera dijo, acerca de la difícil relación que comenzó a tener con Alfonso XIII a partir de 1928: «a mí no me borbonea nadie».
Los amigos de Ad Absurdum nos cuentan también cómo en el primer tercio del siglo XX se produjo un florecimiento cultural, reflejado en la generación del 98 y la del 27. En esa última, se dio un vínculo cada vez más intenso entre la cultura y el compromiso político. Destacan que los artistas más internacionales del siglo XX fueron Pablo Picasso y Salvador Dalí. Aunque, de Dalí, explican que el vínculo cultural e ideológico no se aplicaba demasiado, «pues tenía el compromiso político de una veleta». Aunque, como veleta humana, ya definen más adelante a Juan de Borbón.
El libro está repleto de recuadros donde cuentan algunos aspectos muy específicos que nos dan pistas sobre la época o nos hablan de un personaje curioso. Hay uno especialmente llamativo. Se titula: «¡Señora, ha llegado a su localidad el sustanciero!». Explican una profesión, la del sustanciero, que recorría los pueblos con un hueso de jamón atado a una soga que se alquilaba temporalmente para dar algo de sabor a los pucheros, que sólo tenían agua y alguna legumbre. Y es que algunos periodos de nuestra historia son bastante deplorables.
Tienen también espacio para lanzar alguna que otra crítica. Por ejemplo, al periodista y escritor Arturo Pérez Reverte y su libro La guerra civil contada a los jóvenes. Pérez Reverte explica en él que España pasó de una dictadura a una democracia por una decisión personal del rey, una simplificación que dista bastante de todas las circunstancias de ese momento de tanta complejidad política y social.
Igual que derriban ese mito de la transición, también profundizan en otros como el de la equidistancia en la guerra civil española o en el siempre polémico debate sobre la edad de España como nación, que ellos sitúan, «si subes tu apuesta hasta un punto en que nuestros bolsillos empiecen a quedarse pequeños, en el siglo XVI, cuando Felipe II se refería a sus dominios como España. Pero rechazan la propuesta de que España nació con la unión de los Reyes Católicos, y mucho menos la famosa de los 3.000 años de antigüedad.
Hemos hablado en todo momento de que es un libro de Ad Absurdum. Pero esto no agrupa un grupo heterogéneo, abstracto y no nominal. Los escritores de esta obra son David Omar Sáez Giménez, Juan Jesús Botí Hernández e Isaac Alcántara Bernabé. Los tres son murcianos, nacidos en 1991, e historiadores. Pero, sobre todo, son divulgadores. Y de los buenos. Esperamos muchas cosas de ellos.
En definitiva, Historia absurda de España. De Granada ′92 a Barcelona ′92, es un libro que debe estar en toda estantería que se precie. Nos permite tener una idea de la historia de España durante 500 años. Y, a pesar de abordar un periodo tan largo, no es una lectura pesada ni difícil. Todo lo contrario.
Título: Historia Absurda de España. De Granada ’92 a Barcelona ’92.
Autores: David Omar Sáez Giménez, Juan Jesús Botí Hernández e Isaac Alcántara Bernabé
Editorial: La Esfera de los Libros
Precio: 19,90 euros.