Recuerdo que hace algunos años, en mis días de facultad, un profesor (de esos que dejan huella y reafirman vocación) hizo una de las afirmaciones que más profundamente marcarían mi visión de la historiografía actual. Al hilo de un dilatado análisis de la magna obra de Braudel sobre el mar Mediterráneo, aquel hombre que se asomaba al mundo tras unas grandes gafas se lamentaba: «ya no quedan grandes obras».
El viejo profesor se refería a una tendencia a la especialización que estaba dilapidando la búsqueda de grandes respuestas, de obras con pretensión de universalidad que podríamos enmarcar en aquella «Historia total» de la que hablaba Pierre Vilar. En definitiva, de un espíritu que habría perdurado desde tiempos de Heródoto y que, sólo en las últimas décadas, comenzaba a desfallecer. Parecía, y sigue pareciendo, que existe un amplio sector de investigadores más interesados en conocer el número de sillares de esta o aquella iglesia rural que en ofrecer explicaciones de nuestro pasado que puedan suponer un beneficio efectivo para el conjunto del saber científico.
La obra que recientemente ha lanzado al mercado La Felguera Editores, escrita por el mago, intelectual e investigador Ramón Mayrata, reaviva la llama de aquel espíritu al que hacemos referencia.
El libro deja entrever un concienzudo análisis del poder de la imagen y del paulatino y, a veces, explosivo descubrimiento de su potencialidad. Es una historia de cómo el factor mágico da paso al científico, de cómo ambos se funden y se retroalimentan: Avances mágicos que se aplican a la revolución científica, descubrimientos científicos que encuentran en la magia un lugar en el que propiciar el asombro.

Este vasto tomo, profusamente ilustrado y con una maquetación de gran calidad (a lo que ya nos tienen acostumbrados en esta editorial), nos invita a conocer algunos de los magos e ilusionistas más relevantes de aquellos convulsos siglos. Algunos de los casos más destacados que se analizan, desde una óptica estrictamente personal, son el de Paul Philidor y, especialmente, el de Robertson. Este último nos permite acercarnos al impacto de la Fantasmagoría al considerar el shock que producían unas invocaciones espectrales que no dejaron indiferentes a las autoridades, con las que el mago tendría algún que otro encontronazo. Además, y sin ánimo de indagar en cuestiones que puedan destripar la lectura, resulta significativo el impacto que estas producían en cuanto establecían ciertas relaciones con el mundo político de la Francia revolucionaria.
Los lectores interesados en el cine, la iconografía y la historia de la comunicación, encontrarán en la linterna mágica un claro precedente del cinematógrafo de los Lumiere. Todos los que se sorprendieron la primera vez que escucharon aquella célebre anécdota sobre la desmesurada reacción que tuvieron los primeros espectadores de La llegada del tren a la estación de La Ciotat, encontrarán en esta obra un buen número de ejemplos que permitirán vislumbrar la importancia y el poder de la imagen.
El único punto negativo que encontramos viene de la estructura de la propia obra, que a ratos se antoja desordenada y caótica, pero que parece justificarse por la cantidad de datos y referencias que incluye.
Aún en forma de cajón desastre, Fantasmagoría es, sin lugar a dudas, un libro destinado a convertirse en clásico. Una obra brillante que rezuma erudición, años de trabajo y un terrible mimo. Un trabajo que necesitaba una edición de altura, dispuesta a hacer justicia al contenido presentado. Afortunadamente, así es.

Título: Fantasmagoría. Magia, terror, mito y ciencia.
Autor: Ramón Mayrata.
Editorial: La Felguera Editores.
Precio: 23 euros.