Como ya hemos ido comentando en algunos de nuestros artículos, la historia es un ámbito de estudio y conocimiento cada vez más amplio, lo que permite que desde su nacimiento como disciplina científica allá por el siglo XIX hayan proliferado muy diversos enfoques y formas de abordarla. Desde lo político a lo social, pasando por lo económico, la ideología, la religión o la cultura, muchos han sido los puntos de vista desde los cuales hemos podido mirar a nuestro pasado.
Entre todos ellos, hoy quisiéramos reflexionar un poco acerca de uno que suscitó cierta controversia y que aún hoy divide a la propia historiografía, pero que merece la pena conocer, aunque sólo sea de pasada. Hablamos de la llamada «Cliometría», también conocida como New Economic History; una corriente historiográfica que nació hacia mediados del siglo XX en Estados Unidos y que se caracteriza por la interconexión de las matemáticas, economía y estadísticas en el análisis histórico.
Para comprender un poco mejor cómo surgen estas corrientes de autores, conviene señalar que sus orígenes se sitúan en un momento de aparente calma en la sociedad norteamericana tras al fin de la Segunda Guerra Mundial y en el que los avances en informática y las nuevas teorías económicas empiezan a generar un interés por aplicar todo ello como medio para estudiar a la sociedad y su pasado. Fruto de ello aparece una novedosa manera de abordar estos temas, que podemos resumir en varias características:
La primera de ellas es el la incursión de economistas en el seno de la investigación histórica, hasta entonces más restringida a los propios historiadores, y que como cabe esperar, hizo que desde muy pronto se empezaran a entablar una pugna entre la historiografía más tradicional y aquella que buscaba abrir las puertas a estos investigadores venidos de otros ámbitos. Una disputa que, además, aún hoy se mantiene en mayor o menor medida.
Por otra parte, y como consecuencia del uso de una metodología más propia del campo de la economía, las matemáticas o la informática, el estilo narrativo que normalmente adoptasen las obras históricas sería desplazado por una nueva forma de plasmar en el papel las ideas obtenidas de la investigación. Por ejemplo, empieza a generalizarse el uso de tablas, gráficos o estadísticas.
Por último, pero no menos importante, un rasgo común a este tipo de trabajos es la elaboración de modelos contrafactuales aplicados a la historia. O lo que es lo mismo, teorías sobre cosas que no ocurrieron pero que pudieron haberlo hecho, lo que aplicado a la historia se traduce como lo que algunos llaman «Historia-ficción», en el sentido de especular qué hubiera sucedido si se hubieran dado determinadas circunstancias. Este término, quizás un tanto despectivo, pone de manifiesto la gran disensión que se produciría entre la historiografía en torno a esta nueva corriente y a este método tan polémico. Nosotros no vamos a entrar en este tipo de debates, por lo que nos limitamos a señalar lo que tuvo de novedoso y sus principales aportaciones y características, además de citar a algunos de sus autores más destacados.
Con respecto a esto último, podríamos ver unos primeros pasos en este ámbito en la obra de Alfred H. Conrad y John R. Meyer de 1958 (The economics of slavery in the Antebellum South.), en la que abordan el tema de la esclavitud en los Estados Unidos para demostrar a través de un minucioso estudio estadístico y matemático que dicha institución era plenamente rentable en el Sur del país y que no hubiera desaparecido de no ser por la guerra, por lo que ésta jugaría un papel más importante en la definitiva abolición de lo que tradicionalmente se pensó.
Pero probablemente el autor más representativo de esta corriente sea Robert Fogel, galardonado con el Nobel de Economía en 1993 y autor de Railroads and American Economic Growth: Essays in Econometric History, una obra publicada en 1964 para desmontar la creencia generalizada de que el ferrocarril jugó un papel fundamental en el crecimiento económico de los Estados Unidos. A través de un modelo contrafactual, propondría una historia de este periodo si no hubiesen existido los ferrocarriles, para llegar a la conclusión de que el resultado final hubiera sido muy similar. Diez años después, abordaría junto con Stanley Engerman un estudio sobre el tema anteriormente citado de la esclavitud norteamericana, para tratar de demostrar una vez más que fueron las decisiones políticas, y no su escasa rentabilidad, las que propiciaron su caída.
Desde entonces, los estudios cliométricos han ido creciendo y hoy se aplican a numerosos trabajos de investigación de historia económica, social e incluso política. Como podemos imaginar, no sin ciertas reticencias y disputas por algunas de las causas señaladas y por otras como la dificultad de extraer fuente estadísticas fiables para determinadas épocas o para verificar y procesar tantos datos con el mayor rigor posible. No obstante, y de nuevo sin intención de polemizar ni entrar en debates dada la complejidad del tema y la cantidad de líneas que podría ocuparnos, hoy queremos acercaros a una forma diferente de ver la historia, que algunos pueden rechazar y otros pueden ver como una muestra de innovación en el ámbito de investigación. Sea como fuere, nos quedamos con la riqueza de puntos de vista y métodos de trabajo a que da pie nuestra disciplina.