En Descubrir la Historia hemos hablado en alguna ocasión de los vínculos —normalmente peligrosos por basarse en premisas equivocadas o parciales— que se producen entre la historia y la política. Además, la globalización de la comunicación y los efectos de los medios, sobre todo la televisión, producen un efecto social muy perjudicial para el debate público. Principalmente porque se tergiversa la realidad, llevando al debate sesgos que no permiten delimitar o centrar la discusión.
Sobre Grecia y sus graves problemas económicos y financieros —con los que nos solidarizamos por el grave drama social que se está viviendo— se han producido dos debates muy relacionados con la historia, y que nos gustaría comentar.
El primero de ellos giraba en torno a la quita de la deuda griega, en parte o en su totalidad. Lo comparaban con que los aliados vencedores en la Segunda Guerra Mundial perdonaron la deuda contraída por los alemanes como indemnizaciones de guerra. El argumento es que a Alemania se le perdonó para que pudiera crecer, y es algo que ha beneficiado al crecimiento del país y, por extensión, de sus socios comerciales. Pero no son marcos comparables. Lo que Alemania debía pagar era en concepto de indemnización de guerra impuesto por los aliados basándose en diferentes criterios. Pero no se trataba de un préstamo aceptado y con intereses y plazos concretos.
Sin embargo, desde muchos sectores políticos y mediáticos se han comparado ambos contextos. No soy economista, y no puedo decir cuál es la mejor solución para Grecia, en primer lugar, y Europa, en segundo. Pero, desde luego, no creo que se puedan equiparar los dos contextos.

Por otra parte, y aún más evidente, parece que la petición del pago por los daños de guerra provocados por la ocupación de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial y del dinero expoliado por los alemanes es aún más turbia en términos históricos. Tsipras, el primer ministro griego, ha rescatado la reivindicación de la reclamación de las reparaciones de guerra que Alemania debería a Grecia. Además, una de las medidas tomadas por los nazis fue crear unos gobiernos controlados por ellos y hacer que pagaran un préstamo financiero. Por tanto, la petición no es solo por los daños de guerra (300.000 muertes por hambre), sino por este préstamo.
Diferentes medios de comunicación, que citan a historiadores y economistas, cifran la cantidad debida por Alemania entre los 300.000 y los 575.000 millones de euros, superando lo que Grecia debe devolver a la Troika. Pero en el año 1953 Grecia renunció a cualquier posible demanda al firmar el Tratado de Londres. Este pacto entre las potencias occidentales y Alemania supuso la condonación de la mitad de su deuda, la no reclamación de indemnizaciones posteriores y que Alemania solo continuara pagando si vivía una situación de superávit.
La situación de Grecia es difícil al volver a poner en el tablero esta reivindicación. Hay quienes lo califican de «justicia histórica» pero no parece lo más adecuado que en la actualidad se soliciten indemnizaciones por guerras que terminaron hace de 70 años. Es cierto que la barbarie de la guerra, llevada a cabo por la Alemania nazi en gran parte del mapa europeo, provocó daños irreparables, puesto que la pérdida de vidas humanas lo es, y las consecuencias sociales de una ocupación militar también son difíciles de recuperar.
Hay que dejar claro que Grecia vivió complicaciones tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, y eso impidió que tuviera una mayor fuerza, como Estado, en el juego de la negociación. Y las circunstancias de la Alemania dividida no lo facilitaron. Pero, en cualquier caso, una compensación entre Estados, 70 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, es algo no habitual en la jurisprudencia internacional. De hecho, Alemania satisfizo muchas compensaciones a personas que lo demandaron de manera individual.
Esta reivindicación podría calificarse de política hecha con la historia porque, una vez más, se busca una salida política a una situación —quiero volver a repetir, para dejarlo claro, que es difícil no empatizar con lo que están viviendo los griegos y la asfixia financiera que están viviendo, pero este comentario no tiene nada que ver con eso— utilizando argumentos con una base histórica que se sustenta sobre arenas movedizas. En el contexto actual, lo conveniente sería que la política fuera respetuosa con la historia, y que las reivindicaciones se basaran en lo posible, pero sin perder la orientación que da la historia. Muchos analistas y asesores han recomendado a Grecia que se centren en la petición de la devolución del préstamo llevado a cabo por el gobierno títere que los nazis crearon en Grecia, una demanda con mayores posibilidades por su contenido y las pruebas que lo acreditan.
En cualquier caso, no querría dejar esta oportunidad para recordar que la ciencia histórica y los investigadores e historiadores que trabajan en contribuir al conocimiento de la historia nos permiten acercarnos a ella sin partidismos, y que sería bueno escuchar sus recomendaciones, apoyadas en técnicos y personal ajeno a la gestión política. A partir de ahí, sí podría hacerse necesario emplear la historia como herramienta en el discurso político, pero no poner la historia al servicio de la política y sus intereses.