Es curioso cómo en episodios de nuestra vida cotidiana podemos encontrar una explicación y un origen a refranes o expresiones de lo más común. Quizás sea una muestra más de que la Historia está en todas partes o simplemente un síntoma que uno empieza a obsesionarse con esta bendita afición. Esperemos que sea más bien lo primero.
En cualquier caso, me viene a la mente una expresión que descubrí hace relativamente poco pero que es bastante utilizada en catalán como es la de fer dissabte (en castellano, aunque en desuso, se traduciría por «hacer sábado»), y que hace referencia a una limpieza intensiva del hogar. Pues bien, resulta que su significado original, cuyas connotaciones poco tienen que ver con las actuales, se remonta nada menos que a la Edad Moderna, y tienen que ver con el colectivo judío y sus prácticas religiosas.
Desde que en 1492, con la conquista del reino de Granada por parte de los Reyes Católicos se pusiera fin al periodo tradicionalmente denominado Reconquista, la Península Ibérica experimentaría una gran transformación política y social que desembocaría en el fin de la época de convivencia de las tres grandes religiones. Un Edicto promulgado en la capital del antiguo reino nazarí pocos meses después de su caída decretaría la expulsión de los judíos de la Corona de Castilla y de Aragón, a los que un siglo más tarde acompañarían los moriscos (aquellos musulmanes convertidos al cristianismo), dentro del proyecto de homogeneidad religiosa programado por los Reyes Católicos.
Aunque se fijó como fecha límite el 31 de julio, llegándose a aplazar hasta el 10 de agosto de 1492, sería a partir de entonces cuando la mayoría de ellos tuviera que abandonar la Península, si bien se permitió quedarse a todo aquel que optarse por bautizarse y abrazar así el catolicismo. De esta forma, Isabel y Fernando conseguirían que su reino fuese totalmente católico y que ninguna otra corriente religiosa pudiera influir negativamente sobre sus súbditos. Pero como suele ocurrir, hecha la ley, hecha la trampa. Así pues, de los judíos que prefirieron conservar sus bienes y su hogar a cambio de abandonar sus creencias y hacerse católico, habría más de uno que no lo haría completamente, o al menos no de puertas para adentro, y seguiría practicando su religión de manera clandestina.
Con el paso del tiempo, fueron muchas las acusaciones y sospechas entre vecinos acerca de la sinceridad de estos judeoconversos que aún formaban parte integrante de una sociedad enimentemente católica. Ante el temor de las represalias y las medidas que pudieran tomar las instituciones y órganos de poder, se generalizaría un ritual para poner de relieve que, efectivamente, habían dejado a un lado sus costumbres. Y precisamente una de las más conocidas era la del Shabat, nombre con el que se conoce al día sagrado de la semana en dicha religión y que, según la Torá, se debe celebrar a través de la abstención de llevar a cabo cualquier tipo de trabajo manual. Por lo tanto, el judeoconverso no tendría mejor ocasión de demostrar su honestidad que abriendo las puertas de su casa y mostrando al resto del pueblo cómo llevaba a cabo las labores domésticas y de limpieza como lo haría cualquier otro cristiano.
Como podemos comprobar, mucho ha cambiado su significado con el paso de los siglos, pero no deja de resultar curioso cómo una expresión que surge con connotaciones más bien religiosas y en un contexto histórico concreto se ha perpetuado y ha llegado hasta nuestros días. Desde luego, la Historia no deja de enseñarnos algo nuevo cada día.
Muy interesante la explicación, peor ir un poco más al grano también estaría bien. Lo bueno si breve es dos veces bueno.
Gracias por la explicación, ya veo que las imposciones y persecuciones vienen de lejos
Joan