Vidas en juego para salvar al Führer

Dedicamos un artículo a Margot Wölk, una de las mujeres catadoras que debían probar la comida de Hitler en «La Guarida del Lobo».

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La Segunda Guerra Mundial ha sido considerada el mayor conflicto bélico de la Historia en cuanto a cantidad de tropas movilizadas, recursos y, sobre todo, daños y pérdidas materiales y humanas. Una contienda bélica sin igual que asoló a medio mundo y cuyas consecuencias y efectos se hicieron sentir no sólo a nivel nacional e internacional, sino en las vidas del ciudadano de a pie, de todos y cada uno de sus protagonistas directos e indirectos.

Y entre los muchos casos individuales, entre las muchas historias condicionadas por la guerra y desgajadas de ese fenómeno global que marcó el mundo de mediados del siglo XX, hoy nos gustaría dedicar un poco de atención a la de una mujer que tuvo que asumir la dura y arriesgada responsabilidad de trabajar en la protección del líder de la Alemania nazi, Adolf Hitler.

Nuestra protagonista, Margot Wölk, es actualmente la única superviviente de ese grupo de mujeres que ejercieron como catadoras del Führer en uno de sus principales cuarteles, el conocido como «La Guarida del Lobo», escenario donde fue testigo de varios intentos de atentado contra la vida del líder nazi. A través de su testimonio, podemos reconstruir una historia perdida dentro de la gran amalgama de horrores que nos deparó la II Guerra Mundial, como es la de esta joven que con apenas 25 años vio cómo su vida daba un giro radical, dejando atrás su juventud así como sus amistades y familia para ponerse al servicio del régimen.

La Guarida del Lobo
La Guarida del Lobo

No obstante, no fue sino fruto de una casualidad que acabara ejerciendo dicha labor, como cabe esperar. Al menos, costaría creer que alguien decidiera dedicar sus esfuerzos a salvaguardar la vida del Führer poniendo para ello la suya en peligro constante. Aunque tampoco sería muy disparatado pensarlo, ya que la fuerte propaganda y la capacidad para moverse masas y ganarse adeptos fue una de las causas principales de la subida al poder del partido nacionalsocialista. Sin embargo, no es el caso que nos ocupa, ya que Margot se hallaba en estos momentos buscando un hogar donde refugiarse después de haber sido víctima de los bombardeos sobre Berlín y ver cómo su marido era reclutado por el ejército alemán. El destino querría que fuese a parar a la ciudad que hoy es Parcz, en Polonia, donde buscaba cobijo en la casa de su madre, pero que casualmente se convertiría en el refugio de Hitler, la citada «Guarida del Lobo».

Desde aquel momento, el alcalde de la ciudad se dedicó, por orden de las altas esferas, a reclutar personas que llevaran a cabo la labor de catador en dicho cuartel, una de las cuales sería Wölk, quien hoy  saca a la luz su historia a través de una entrevista con la televisión alemana, donde confiesa haber haber sufrido gran cantidad de penurias (entre las que se incluyen violaciones y maltrato) durante todo este tiempo que estuvo al servicio de Hitler. Tengamos en cuenta que ponía en juego su vida a cada bocado que daba, en cada comida de cada día que pasaba entre los muros de la «Guarida del Lobo», nombre por cierto bastante acertado.

De hecho, no fueron pocos los intentos por parte de determinados grupos de acabar con la vida del Führer. Quizás el más conocido sea la llamada operación Valkyria, pero no sería ni mucho menos el único, y la propia Margot cuenta cómo fue testigo de una explosión provocada por varios oficiales alemanes que resultó infructuosa pero que advertiría del peligro permanente que suponía vivir en un lugar así. Alguien como Hitler tendría una extensa lista de enemigos y detractores, y en una época tan convulsa, el riesgo era continuo, ya fuera por la posibilidad de envenenar su comida como por todos estos ataques directos.

Margot Wölk
Margot Wölk

Pero esta traumática experiencia no impide a nuestra protagonista esgrimir un argumento positivo y optimista como es el de poder agradecer haber llegado con vida hasta nuestros días, sobre todo si tenemos en cuenta el destino que esperaba a todas sus compañeras y del que probablemente también hubiera sido víctima, de no ser por la ayuda de un oficial nazi en los últimos compases de la guerra. Éste la ayudó a escapar en un momento de gran temor y de ambiente de mayor hostilidad y violencia si cabe, con el avance del ejército soviético sobre tierras germanas, de cuyos abusos fue víctima la propia Margot, como en su momento lo fuera de los oficiales nazis.

Pese a todo, su huida le permitió dejar atrás los que serían los años más duros y complicados de su vida y una experiencia imborrable que la atormentaría mucho tiempo después. Era el momento de volver a tomar las riendas de su vida y volver a buscar la felicidad junto a su marido, que poco después volvió del campo soviético al que había sido confinado, y con el que trató de recuperar el tiempo perdido. Sin embargo, como la mayoría de historias de la guerra, es difícil que tuviera un final feliz, y los achaques de la guerra y la experiencia vivida por ambos hizo imposible que llevaran a cabo una vida normal y estable en pareja, por lo que acabaron separándose.

En nuestros días, casi 70 años después del fin de la contienda, la señora Wölk aún se emociona al recordar todo lo vivido y su historia merece la pena ser escuchada, no sólo por lo fascinante que pueda resultar, sino también como recordatorio de la barbarie de la guerra y de cómo las decisiones de determinados individuos o grupos pueden lastrar y condicionar la vida de tantos y tantos ciudadanos de a pie, cuyas voces claman hoy por un mundo más humano y civilizado.

Fuente

Diario La Información

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Miguel Vega Carrasco

Licenciado en Historia y Máster en Historia del Mundo. Profesor de Geografía e Historia en Educación Secundaria.

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