El contexto histórico comúnmente conocido como Guerra Fría, que durante la segunda mitad del siglo XX tuvo a Estados Unidos y la Unión Soviética en un estado de tensión y disputas oscilantes y que marcó la política internacional cuyas bases jugarían un papel esencial en la configuración del mundo actual, nos ha dejado una gran cantidad de anécdotas e historias de lo más curiosas.
Entre ellas, hoy nos gustaría destacar una que hemos descubierto ojeando el diario El País y que tiene por protagonistas al FBI y a un grupo de pescadores de Alaska. A priori, poco tienen que ver estos últimos con la gran organización de investigación estadounidense, pero si analizamos más de cerca este episodio histórico, nos podríamos sorprender por la atmósfera de temor que en determinados momentos envolvió al gobierno norteamericano ante un posible ataque soviético y viceversa.
Un período tan extenso como fue la Guerra Fría no se caracterizaría por un enfrentamiento y una tensión constantes y permanentes, sino que hubo épocas de mayor distensión y otras en las que el ambiente se recrudeció y las relaciones entre las dos grandes superpotencias mundiales se tornaron más temerosas. El caso que hoy nos ocupa se desarrolló en la década de los 50, cuando el conflicto estaba dando sus primeros pasos y la caída del régimen nazi había dado paso a un nuevo orden mundial en que el bloque soviético y el mundo capitalista se habían configurado como las dos grandes opciones políticas y englobaban en su seno a la mayoría de naciones del mundo, divididas entonces en dos grandes bandos.
Eran años en que los Estados Unidos empezaban a ver con especial temor el potencial bélico de sus antagonistas, y no fueron pocas las voces que sospechaban de una posible invasión de las tropas rusas en territorio norteamericano, aprovechando para ello el camino más asequible y cercano que pudiera pillar desprevenidas a las fuerzas del orden; el Estrecho de Bering. Infundadas o no, estas sospechas no se limitaron a un sector minoritario de la sociedad, sino que llegaron incluso hasta el propio gobierno y sus órganos de espionaje y seguridad, de tal manera que el FBI decidió emprender un proyecto al respecto.
¿En qué consistiría? Básicamente, en mantener una estrecha vigilancia encubierta en la zona de Alaska, que por aquel entonces aún no era un estado más dentro de los Estados Unidos y no hacía mucho que había formado parte del Imperio Ruso, lo que hacía que se sospechara aún más de la actitud pasiva de la población ante el posible paso del ejército soviético. Y para ello, se organizaría un plan conocido como Washtub (bañera), que se encargaría de organizar una red de espionaje secreto que trabajase en la obtención de toda la información posible relativa a los planes de la Unión Soviética para con el otro lado del Estrecho de Bering y su posible actuación en caso de que finalmente decidiera llevar a cabo la invasión.
Como la actitud del gobierno norteamericano ante la población de Alaska era de cierta desconfianza, el objetivo del FBI no era otro que el de adiestrar en técnicas de espionaje a personas que ya llevasen bastante tiempo viviendo en Alaska y que no fuesen militares, sino civiles que estuviesen plenamente comprometidos con el proyecto y con la defensa de su país. A todos ellos se les instruiría en diversas artes de espionaje y se les distribuiría por puntos estratégicos de la zona, con la intención de cubrir la mayor extensión posible y hacer un trabajo que no levantaran sospechas.
Gracias a la organización Government Attic y su labor en la desclasificación de documentos de los archivos secretos del Gobierno, hoy podemos tener acceso a la información contenida en centenares de páginas hasta ahora ocultas y que permiten sacar a la luz episodios como éste. Y es gracias a ello que hoy vemos cómo pescadores, tramperos y algún que otro piloto llegaron a dar un giro radical a sus vidas, pasando a llevar a cabo una doble labor y constituyéndose en auténticos espías, si bien la actuación de la URSS, que en ningún momento hizo amago de llevar a cabo la supuesta invasión, hizo innecesaria la existencia del plan Washtub.
Pese a todo, encontramos algo muy positivo en el hecho de que vayan saliendo a la luz acontecimientos como éste, ya que contribuyen notablemente a una más completa reconstrucción del contexto global de la Guerra Fría y nos permiten ver el ambiente que imperaba y la visión que caracterizó a sus protagonistas en las diferentes décadas y etapas en que se divide el conflicto. Ésta podría ser una prueba de la psicosis que se desató en algunos momentos de mayor tensión.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/09/10/actualidad/1410365868_556934.html