La literatura es perfecta para dar a conocer la historia. Pasa como con el cine, que es una herramienta muy útil para la difusión de la historia, aunque también tiene riesgos como la imprecisión, la propaganda o la espectacularización. Sin embargo, la creación literaria puede utilizar de manera muy interesante la historia, tanto en el contexto general de la obra como al ofrecer algunos detalles históricos. Sin embargo, no siempre se trabaja adecuadamente la historia para la creación de obras literarias, lo que hace que el género de novela histórica haya quedado, en cierta medida, denostado por los historiadores.
Hay notables esfuerzos por parte de algunos escritores que se preocupan por investigar en profundidad, tomando como referencia las investigaciones que se publican en el ámbito de la ciencia histórica, lo que es de agradecer. La novela, a pesar de que los índices de lectura no sean excesivamente altos, es un género más que interesante para difundir la historia y todo tipo de ideas. Por ello en este artículo vamos a comentar qué ingredientes suelen tener las buenas novelas históricas, con el fin de que se puedan diferenciar aquellas obras interesantes desde el punto de la vista de la divulgación, sin dejar de ser novelas, de las que no deberían considerarse dentro de este género por su falta de rigor.
Normalmente las buenas novelas históricas reconocen de dónde se ha extraído la información que la obra contiene, y con ello permiten que los lectores accedan de manera primaria a ello. A diferencia de las obras académicas, no se trata de referencias bibliográficas, sino de especificar de algún modo, aunque sea general, que se ha trabajado con fuentes primarias o investigaciones.
Las novelas son obras, por definición, ficticias, aunque pueden serlo solo en una parte. La novela histórica no debe ser menos. Es una obra de ficción con un trasfondo histórico, y por tanto lo que identifica una obra respetuosa con la historia es la diferenciación entre lo real y lo ficticio. Se puede hacer de manera directa en un capítulo dedicado exclusivamente a explicar qué personajes, lugares o circunstancias son reales y cuáles ficticias o con alguna explicación previa o posterior. No suele ser muy habitual, pero es un elemento que se puede encontrar en algunas novelas históricas y que se agradece.
Por un lado, la novela histórica puede caer en un desprecio a la ciencia histórica y a la invención de circunstancias históricas sobre las que se han hecho numerosas investigaciones. Pero por otro se puede incurrir en un error prácticamente igual de grave: olvidar de que se trata de una novela, y por tanto debe narrarse una historia de manera literaria. En caso contrario, será mejor tratarlo como ensayo u obra de divulgación.
Es importante aclarar que esto solo es una opinión, más o menos fundamentada en la lectura de novelas, algunas realmente históricas y otras que solo lo pretendían. Por tanto habrá muchos puntos que se habrán pasado por alto y los que hay son, indudablemente, discutibles. El título del artículo, de hecho, no es una afirmación, sino una pregunta que me gustaría que pudiéramos responder entre todos. También está claro que no todos los novelistas que utilizan un contexto histórico pretenden hacer novela histórica, aunque con ello están cayendo en el error de hacer creer a sus lectores que la historia se desarrolló de una manera cuando, en realidad, no fue así.
Por todo ello este artículo solo tiene la intención de invitar a los lectores a mantener una actitud crítica que les permita saber si la novela que tienen entre manos es rigurosa o no en términos históricos. A partir de ahí, que fluyan las letras.