Hace unos meses comenzaron a producirse algunos debates acerca del famoso libro de Adolf Hitler, Mi lucha (Mein Kampf en alemán). La discusión estaba en que en el año 2015 el libro quedará libre de derechos, cuyo titular es el Ministerio de Finanzas de Baviera (Alemania), que los adquirió para poder controlar sus ediciones y que no se difundiera la obra de Hitler.

Pero Mein Kampf, como cualquier otra obra, está sujeta a la legislación sobre derechos de autor, y a partir de pasar un número de años desde el fallecimiento de su autor (en este caso han sido 70 años) los derechos sobre ella son libres y cualquier persona puede editarla, no solamente el titular de ellos.
El debate ha surgido porque a partir de que el libro quedara libre de derechos el Gobierno tendría dificultades para controlar sus ediciones, a pesar de que en Internet es muy fácil obtener copias de él en diferentes idiomas. El Gobierno, en mi opinión, lo que ha pretendido evitar siempre es que el nombre de Adolf Hitler, y la obra que fundamentó sus ideas, apareciera en las librerías de todo el mundo.
Parecía que Baviera iba a permitir que un instituto de historia de Munich realizara una edición comentada y crítica de la obra, pero mantuvo posturas contradictorias, aunque finalmente los titulares de la prensa era que la edición iba a salir adelante (véase esta noticia de La Vanguardia: enlace aquí).
Sin embargo la revista Clío. Revista de Historia publicó una noticia en el número 148 en el que afirmaba que Baviera seguiría prohibiendo la edición de Mi lucha, manteniendo el veto para evitar nuevas ediciones financiadas por partidos de extrema derecha. Uno de los argumentos para justificar dicha medida es que la obra incita al odio racial. A pesar de que eso es cierto, también parece que la idea de fondo es impedir que Adolf Hitler llegue a las estanterías, otorgándole una dignidad que, obviamente, no merece.