Resulta curioso cómo a lo largo de la Historia, el control de un determinado elemento económico o de un recurso energético ha jugado un papel trascendental en las relaciones internacionales y ha dado lugar a fenómenos de enorme trascendencia. Tal es el caso, por ejemplo, de la llamada crisis del petróleo de 1973, originada a raíz de la decisión de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) junto con otros países árabes de no abastecer de petróleo a aquellas potencias que hubieran apoyado a Israel en la Guerra de Yom Kippur, una contienda que poco antes enfrentó a dicho país con Egipto y Siria.
Esta decisión afectaría a Estados Unidos, por entonces erigida ya como cabeza visible del mundo occidental, y con ella, a todos los países que se englobaban bajo su órbita en la época de la Guerra Fría. Principalmente, se verían perjudicados económicamente con la subida de los precios del petróleo impuesta por la OPEP, que provocaría una fuerte inflación y una consecuente crisis económica de carácter mundial. Para ilustrarlo mejor, baste con saber que el barril de petróleo pasaría de 2,53 dólares a 41 entre 1970 y 1979.
Se produciría entonces una situación de gran tensión internacional en la que se conjugarían intereses económicos y políticos de cierta complejidad y que se mantendría al menos durante un año, hasta que en 1974, precisamente un 8 de enero tal como hoy, una reunión de los países que formaban esta organización decide estabilizar los precios del petróleo, con la condición de que los países afectados por ello tomaran medidas destinadas a contener la inflación y a controlar las decisiones y beneficios de las grandes empresas.
No obstante, la crisis se prolongaría durante varios años más y daría lugar, en última instancia, al surgimiento e implantación de nuevos modelos económicos en algunos de los países afectados por ella, con lo que podemos ver que la repercusión del control de un recurso como el petróleo acabaría jugando una importancia crucial para el devenir del mundo de finales del siglo XX.