Córdoba, una de esas mágicas ciudades en las que se conjugan pasado y presente para ofrecer un rico panorama cultural y en la que da la sensación de que sus calles te hacen partícipe de una Historia apasionante, ofrece desde ahora un nuevo reclamo para aquellos que no hayan ido a visitarla.
Y es que después de un prolongado letargo, los restos arqueológicos del Teatro Romano vuelven a exponerse al público, una vez restaurados, acercándonos así a un rincón de su Historia. Su importancia y su interés principal residen en el hecho de tratarse de una prueba manifiesta de la política de propaganda de la figura del emperador romano que se desata a partir de la muerte de Julio César. Sus sucesores llevarían a cabo una gran labor de idealización y culto de esta figura, hasta el punto de convertirlo en prácticamente una divinidad, a la que se consagrarían templos y monumentos.
He aquí un ejemplo, con este templo edificado en el siglo I d.C., coronando lo que sería una plaza compuesta de otros edificios también dedicados al emperador, aunque con un carácter diferente, como por ejemplo un circo. Además, el hecho de que este reciento se levantara aquí también nos habla de la importancia de la propia ciudad, que había sido nombrada capital de una de las grandes provincias en las que entonces se dividía la actual España, la Bética.
En cualquier caso, invitamos a todos los aficionados al Arte y la Historia a visitar un monumento que contribuye a agrandar aún más el rico patrimonio cordobés, y que supone un importante resto histórico, de la misma manera que los de época califal, que son los que habitualmente se consideran de mayor interés, pero no los únicos.