Alcohol y sangre

Los felices años 20 serían en Estados Unidos también años de constantes redadas policiales, persecuciones y violencia por el tráfico de bebidas alcohólicas.

El consumo de bebidas alcohólicas se había constituido como un tema de gran controversia y había generado una gran cantidad de debates en Estados Unidos desde que éste se configuró definitivamente como país y empezó su andadura política.

Hacia mediados del siglo XIX surgieron las primeras respuestas al respecto, como el caso del llamado Movimiento por la Templanza, que condenaba el consumo excesivo de alcohol y defendía valores de abstinencia y la imposición de límites en su venta y consumo.

Esta postura encontraría sus mayores defensores en los líderes religiosos protestantes, que atribuían al alcohol una desviación moral de los hombres que no podría desembocar más que en corrupción, excesos, vicio… Pero el debate se agravaría aún más con la llegada, hacia mitad de siglo, de una enorme masa inmigrante procedente de otros países en que el consumo de este producto era algo tradicional y si ningún tipo de connotación negativa, tales como Irlanda, Alemania, Holanda… Aparece de esta manera un primer punto de fricción, dando lugar a acalorados debates que afectarían de pleno a toda la sociedad norteamericana y que derivarían en una serie de modificaciones legales en torno a la venta, distribución y consumo de este elemento discordante.

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No obstante, la Guerra de Secesión y su gran repercusión obligarían a posponer dicha pugna, lo que haría que se dejara un poco de lado el tema o no se tomaran decisiones políticas al respecto, pero este paréntesis se cerraría con el fin de las hostilidades y la consolidación de la nueva nación estadounidense. A partir de entonces, numerosos grupos sociales se adhieren al movimiento de rechazo hacia el consumo de alcohol, como por ejemplo los sectores liberales, que veían en él un gran contratiempo al crecimiento y progreso del pueblo, frenando ese espíritu emprendedor con el que se sustentaba esta nación.

Finalmente, la creciente oposición hacia este tipo de bebidas desembocaría en la prohibición de su libre distribución y venta hacia 1919, con la aprobación de la Ley Volstead (llamada así por el senador que la llevó a cabo), y cuyas palabras al respecto fueron la siguientes:

«Esta noche, un minuto después de las doce, nacerá una nueva nación […]El demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y limpios modales. Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles y correccionales quedarán vacíos; los transformaremos en graneros y fábricas. Todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno»

Como podemos comprobar de sus palabras, la visión que por entonces se tenía del alcohol era similar a la que hoy en día se tienen sobre otro tipo de drogas, de manera que se achacaban a él todo tipo de males, incluso aquellos derivados de la desigualdad social que el propio sistema conllevaba o la productividad económica.

Al Capone, uno de los mayores jefes mafiosos que se beneficiaron del tráfico de alcohol durante la Ley Seca
Al Capone, uno de los jefes mafiosos que más se beneficiaron del tráfico de alcohol durante la Ley Seca

Sin embargo, no será hasta enero de 1920 cuando esta prohibición se aplique a todo el territorio de Estados Unidos, con la promulgación de la llamada «Ley Seca», que se mantendría hasta 1933, y que tendría enormes repercusiones para la sociedad y la vida de los ciudadanos norteamericanos, además de dar numerosos problemas al propio gobierno. Y es que esta limitación supondría el fin del comercio y la distribución legal de alcohol, pero no podría evitar que se desarrollara todo un mercado negro y una actividad de elaboración clandestina contrabando de éste, de manera que conviene preguntarse si no fue una medida un tanto contraproducente, ya que en lugar de acabar con el alcohol, lo único que se consiguió fue multiplicar su consumo y permitir que los mayores jefes de grupos de la Mafia, como el célebre Al Capone, se lucrasen con esta actividad, con el consecuente crecimiento de la delincuencia y la violencia.

Es por ello que los llamados felices años 20 (por la favorable situación económica previa al Crack del 29, la calma que precedería a la tempestad), también serían los años de las constantes redadas policiales, las persecuciones y la violencia en las calles, con los constantes enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y unos grupos delictivos que se habían hecho cada vez más poderosos y que peleaban por el control de este tráfico. Fueron los años en que el alcohol y la sangre regaron las calles de Estados Unidos, dejando episodios de violencia muy díficiles de borrar de la memoria colectiva.

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Miguel Vega Carrasco

Licenciado en Historia y Máster en Historia del Mundo. Profesor de Geografía e Historia en Educación Secundaria.

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