Esta mañana, mientras echaba un vistazo a la edición digital del diario El País, fui testigo de cómo, una vez más, Historia y actualidad caminaban de la mano, y se miraba al pasado para tratar de explicar o dar cierto sentido a una situación del presente. En este caso, se trata de una noticia sobre la figura del líder yugoslavo Tito y una reciente exposición realizada en Eslovenia en homenaje a éste.
Y es que la situación política, social y, sobre todo, económica del estado esloveno lleva a parte de la población y la opinión pública a replantearse el modelo seguido, y a mirar con añoranza tiempos pasados en los que este país formaba parte de la órbita de la nación yugoslava comandada por el mariscal Josip Broz Tito. Una nación que englobaba a un conglomerado de países y pueblos bastante heterogéneo, pero que funcionó como tal durante al menos tres décadas, el tiempo que permaneció en el poder el citado líder. Es inevitable, por lo tanto, que surja una gran controversia al respecto, y más aún si tenemos en cuenta el auge de los nacionalismos que se desarrolló en esta zona a raíz de la muerte de Tito y las consecuentes guerras que la asolaron durante década de los 90.
Incluso hoy en día, las diferencias entre estos pueblos se siguen manteniendo y se siguen dando episodios de enfrentamientos entre ellos, como podemos ver en los diferentes medios de comunicación. No obstante, también hay un sector que ve con cierta nostalgia aquellos tiempos en que bosnios, croatas, eslovenos, macedonios, serbios y montenegrinos formaban parte de una misma entidad llamada Yugoslavia, un país que, pese a situarse en territorio de la URSS durante la Guerra Fría, mantuvo ciertas rencillas y desavenencias con ésta, al igual que con el llamado «bloque occidental», y donde se llevó a cabo una política de unidad y fomento de un sentimiento nacional e identitario. Hablar en profundidad de este país y de la política de Tito sería una tarea demasiado larga ahora mismo, pero sí que me gustaría invitar a la reflexión en torno a este tema.
Es cierto que Tito fomentó la unidad yugoslava durante un periodo de tiempo muy considerable, y que a su muerte se desataron importantes y cruentos conflictos bélicos de carácter eminentemente nacionalista, pero también hay que tener muy en cuenta que para ello fue necesario que el poder recayera en una misma persona durante todo ese tiempo, y que esta misma persona recurriría además a la violencia y la represión en muchos casos, de manera que hay que replantearse hasta qué punto merecía la pena o si se debe idealizar este pasado.
Como algo propio del ser humano, siempre existirá una tendencia a la idealización de figuras o de momentos del pasado, pero nosotros, como amantes de la Historia, debemos tratar de mirar siempre cada episodio y periodo histórico con una mirada crítica y sin dejarnos influenciar por determinadas ideologías o por la situación actual, que en este caso es la que explica un cierto resurgimiento de la idealización de la figura de Tito, cuya importancia histórica es incuestionable, pero que, como todas, tiene sus luces y sus sombras.
Fuente
El País: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/12/26/actualidad/1388068369_607712.html